Texto y fotografía
Javier Marquerie.
PRUEBA DE CAMPO DE LOS PRISMÁTICOS ESTABILIZADOS DE LA MARCA BELGA.
Esta prueba de campo de los prismáticos Kite Optics APC 18×50 ha tenido lugar en 18 países y 3 continentes. Los he utilizado en el Sahara y en el Ártico, a nivel de mar y a 4850 metros de altitud. Han recorrido 22 000 km de carreteras y caminos, casi siempre fuera de su estuche protector. Les ha caído agua, polvo, nieve y arena. Y todo en 12 meses. Es, pues, una prueba a fondo y esta es mi opinión.
NOTA. Tengo un acuerdo con Kite Optics que me vincula a dicha marca sin que eso suponga ninguna obligación de escribir sobre sus equipos. En cambio, sí se acordó que, de producirse una publicación sobre el tema, tendría toda la libertad para expresar mi opinión.
No soy ingeniero óptico ni soy técnico en la materia, pero según el epígrafe de mis autónomos sí soy fotógrafo desde hace 30 años y manejo con criterios bastante depurados ópticas de todo tipo. No esperéis, por tanto, un análisis científico de estos prismáticos ni, mucho menos, una repetición rigurosa de los datos técnicos proporcionados por la marca y a los que puede acceder todo el mundo con una sencilla búsqueda. Simplemente, os voy a tratar de explicar mi experiencia con ellos tras un año de uso intensivo y en condiciones muy exigentes.
En la mano.
A simple vista, aceptar la idea de que de nuestro cuello vayan a colgar los Kite Optics APC 18×50 es ya todo un reto. Si el aspecto de los prismáticos que utilizaba Luke Skywalker para localizar a los androides fugados en los desiertos de Tatooine te resulta aceptable, puedes pasar a la fase de valorar su peso. A priori, por su volumen y estructura, parecen mucho más pesados de lo que en realidad son. De hecho, sus 1020 gramos superan en solo 20 a los Leica Ultravid 10×50 o en 160 gramos a los Swarovski NL Pure 10X42, que pasan por ser las ópticas favoritas de profesionales y de lo más granado de la afición ornitológica. Obviamente es recomendable, casi indispensable, el uso de un arnés, si la intención es llevarlos durante largo rato.
Con la funda protectora de silicona -disponible en colores naranja, negro o verde- ligeramente rugosa, el tacto es agradable y con una adherencia muy efectiva.
Mis manos no son especialmente grandes ni pequeñas y siento que empuño sólidamente los prismáticos. Los dedos de una y otra mano no se encuentran en ningún momento, salvo las puntas de los índices y medios, que coinciden en la amplia rueda de enfoque, permitiendo accionarla en uno u otro sentido con precisión, algo que se agradece mucho. Sin embargo -y no tengo ninguna corroboración al respecto-, quizá este amplio tamaño del equipo pueda no resultar del todo cómodo a una persona con manos pequeñas y, por tanto, deberá ser un punto a tener en cuenta en el momento de valorar su adquisición.
El generoso tamaño del equipo en general y del accionamiento del enfoque en particular permiten el uso cómodo y preciso con guantes gruesos e incluso con manoplas. Se agradece mucho que la rueda de enfoque tenga un recorrido muy largo, para ir desde los 5 m hasta el infinito, ya que, como es lógico, en una óptica de 18 aumentos la precisión en el enfoque es esencial.
…este equipo, que no es ni lo uno ni lo otro y no sirve para ahorrarte nada, se ha convertido en mi instrumento óptico favorito y el que más he utilizado a lo largo de este año.
El material de las copas de los oculares es ligeramente más blando que en otras marcas de prestigio y de un diámetro, tal vez, más grueso. Ambos matices hacen que, al menos para mí, sean muy cómodas y se ajusten muy bien a las cuencas de mis ojos.
Aunque resulte obvio, es importante señalar que la imagen estabilizada es absolutamente óptica: no hay pantallas ni visores digitales En caso de no encenderse o agotar la batería, los prismáticos siguen siendo funcionales.
Los 50 mm de sus cristales brindan una luminosidad más que aceptable, que se ve reforzada por el hecho de que, sin vibraciones, la claridad es mucho mayor. Pero, además, hace que tenga un ángulo de visión muy abierto con el que se consiguen 65 m de campo de visión a 1000 m, mejorando las cifras de algunos telescopios pequeños de viaje. Esto debería tranquilizar a los observadores y observadoras, temerosos de que un aumento excesivo se convierta en una limitación para la localización de animales.
La marca reconoce que no ha utilizado sus cristales de mayor calidad, con el objetivo de contener los costes. Sin embargo, los ED (Extra-low Dispersion) que montan estos prismáticos son realmente satisfactorios. En términos de definición, contraste y color, no tengo ninguna duda de la excelencia de esta lente. Pero con 18 aumentos todo se multiplica por 18, especialmente lo malo, eso incluye las aberraciones cromáticas. Aquí es donde las iniciales ED entran a jugar y las malditas rayas de colores de fantasía no existen en condiciones óptimas de observación y solo aparecen, de forma muy contenida, cuando los pones a trabajar en contraluces de alto contraste.
El sistema estabilizador, con todos sus acelerómetros, giróscopos, software y demás chismes, es simple y sencillamente espectacular. En la segunda parte de esta prueba de campo hablaré extensivamente de él.
Los Kite son de uso personal e intransferible. Con unos aumentos tan bárbaros, el ajuste fino de las dioptrías en el ocular derecho es absolutamente fundamental. Pero, sobre todo, abrir o cerrar los oculares para adaptarlos a nuestra fisonomía facial no es ni rápido ni instintivo, ya que pivotan sobre el cuerpo del prismático que permanece inalterado. En otras palabras, entre una cosa y la otra, si le pasas el prismático a la persona que te acompaña porque has localizado un lince, para cuando se los eche a la cara, el animal ya habrá cazado, digerido y echado la siesta y solo alcanzará a ver cómo se marcha entre las jaras.
En cualquier caso y antes de pasar a la prueba de campo más profunda, esta segunda generación de los ingenios estabilizados de Kite Optics nada tiene que ver con la primera, tal y como pude ver al probar los 16×42 APC. La calidad óptica ha mejorado con creces y la desagradable sensación gomosa del estabilizador es cosa del pasado.
Con las manos en la masa.
Lo primero que debe quedar claro para entender este equipo es que el factor “estabilizado” significa mucho más que tener una imagen sin vibraciones, afectando de manera sorprendente en otro orden de cosas. Con una imagen limpia de todo movimiento, todo se ve mejor, los defectos son menos perjudiciales y las observaciones más claras.
Y luego está el asunto de los 18 aumentos. La gran diferencia entre la capacidad óptica, en términos de magnificación de la imagen, entre unos prismáticos y un telescopio es que con el segundo rompes las limitaciones de tu vista. Es decir, con los binoculares tradicionales de 8 o 10 aumentos, por lo general, verás ampliado lo que a simple vista al menos puedes intuir. Con un telescopio, en cambio, se hace visible lo inalcanzable. Se detectan cosas que de otra forma no se puede ni siquiera barruntar: animales bien visibles que al retirar el ojo del ocular, simplemente, se han vaporizado. Acontecimientos que llevan a descubrir dichos animales: la espalda de un mamífero oculto a la vista tras una roca, el trepidar de las ramas de un árbol o la vibración en la hierba en una pradera. Cosas que solo son accesibles gracias a los 20 aumentos con los que escaneamos con nuestros telescopios. Con los Kite Optics APC 18×50 nos colamos en ese hueco de la realidad del observador.
A esa capacidad hay que sumar la rapidez de puesta en uso. Un telescopio requiere extender y abrir patas, buscar un mínimo de estabilidad y trabajar desde un punto fijo. Con los prismáticos de Luke Skywalker levantas un brazo y ya. Puedes dar ese pasito a un lado para evitar una rama sin dejar de mirar, puedes agacharte para esquivar un reflejo o subirte a una roca de un salto. Es más, puedes bajar un poco la ventanilla del coche y escanear esa pradera inmediatamente y el coche no tiene que estar necesariamente parado.
Pero no es un telescopio. Ni creo que pretenda serlo. Aunque tiene rosca para poder montarlo en un trípode para hacer barridos más largos, ese no es su territorio. No tienes un zoom con el que comprobar algo que te pareció ver y definitivamente no es suficiente para hacer avistamiento de aves marinas desde un cabo o pasar unos días viendo ánades en una laguna. Se queda corto.
Por tanto, no sustituye al telescopio.
Como he dicho, se trata de un equipo totalmente portátil, que permite llevar en la mano algo casi tan potente como un telescopio, pero con la manejabilidad de unos gemelos al uso.
Durante el viaje a China, en el que iba a grabar imágenes en vídeo, tenía que llevar conmigo en todo momento una cámara con teleobjetivo largo, otra con un zoom angular, un pequeño equipo de sonido, micros y cosas como duplicadores, filtros o agua para beber. Y todo esto a altitudes de hasta 4600 metros y nunca sabiendo que distancia habría que recorrer a pie. Como es lógico, el telescopio y el trípode se quedaron en casa. Pero el fin del viaje era principalmente la observación de mamíferos y previsiblemente a grandes distancias. Por lo general, los Kite cumplieron perfectamente con su trabajo. Sin embargo, el 4 de agosto, bajando desde un punto de observación donde habíamos tratado de localizar un panda gigante sin éxito, la estrecha senda atravesaba un sotobosque de bambú y un pajarillo reclamaba en la maraña de hojas y tallos con apenas claros y fue absolutamente inútil tratar de utilizar los Kite Fue mi compañero Juanjo Ramos el que localizó el papamoscas gorjirrojo con sus prismáticos de 8x. No era la primera vez que en un bosque este equipo se había mostrado tan útil como un ladrillo.
Por tanto, no sustituye al 100 % a unos prismáticos de 8 o 10 aumentos.
Sin embargo, este equipo que no es ni lo uno ni lo otro y no sirve para ahorrarte nada, se ha convertido en mi instrumento óptico favorito y el que más he utilizado a lo largo de este año. No se me ocurre mejor manera para ilustrar mi experiencia que con ejemplos prácticos.
Aberraciones cromáticas.
1 de enero 2025. El año nuevo nos había sorprendido a orillas del lago Iriki en las estribaciones del Sahara, en Marruecos. Lo primero que hice tras comprobar que el bando de ánades que volaba sobre el agua eran unos setenta tarros canelos, fue caminar hacia un pequeño cortado que se levantaba a tres o cuatro kilómetros. A buen paso, que la mañana había empezado hacía ya demasiado, y ligero de equipo. Recortado contra el cielo y a contraluz, una pequeña sombra erguida que costó poco identificar como búho desértico. Bajo él, y quizá protegida de la vista por el mismo talud que servía de oteadero al depredador, al menos una hubara permanecía convertida en estatua de sal.
Para profesionales de la conservación, guías de observación de fauna o técnicos que realizan censos, es una herramienta mágica.
La observación, desde el principio y hasta el final, la realicé a muy larga distancia. El hecho de que el búho estuviese recortado contra el cielo y con el sol circulando a la altura que lo hace en invierno hacía que el ave estuviese decorado con la orla colorista de las aberraciones cromáticas. Recordemos que el diseño no cuenta con los mejores cristales de la marca y es en este tipo de situaciones donde afloran los problemas derivados de esa decisión.
Sentado en el suelo y a la espera de ver cuál era el desenlace de esa situación potencialmente tensa, me di cuenta de que la desagradable línea azul que perfilaba al búho no generaba ningún problema añadido. Ni tan siquiera a la hora de ver los pocos detalles que la distancia permitía, ya que el famoso estabilizador hacía que la observación fuese muy clara y el (de) efecto óptico no entorpecía la visión.
Aparté la vista un solo instante y al regresar al talud el búho había volado y la hubara seguía quieta.
La cara y la cruz de los Kite Optics 18×50: herramienta perfecta para salidas pelágicas y óptica inútil en los bosques.
La sorpresa del mar.
10 de mayo. Vardo-Hornoya. Pequeño barco de trabajo en el mar de Barents
¿Y si en las salidas pelágicas se pudiesen usar unos prismáticos para poder ver un poco más allá? ¿Y si su uso no supusiese echar hasta la primera leche materna por el mareo? ¿Valdrían estos Kite?
Antes de este día los había usado en Gibraltar, en el estrecho de Fehmarn entre Alemania y Dinamarca y en varios barcos que cruzan fiordos, pero los buques grandes siempre son plataformas estables, incluso con el mar un poco agitado. Sin embargo, el pequeño barco de trabajo que nos iba a llevar hasta la gloriosa isla de Hornoya era otra cosa. Íbamos 7 personas, incluidos los dos tripulantes, y calculo que tan solo podrían entrar 3 o 4 más. Bien pequeño. Una nadería para las olas de ese mar. Un buen sitio para probarlos.
Funcionan bien. Se comen las vibraciones y pequeños movimientos. Pero lo que lógicamente no asimila la electrónica es el cambio de punto de vista. Y si una ola sube el barco, ya lo creo que cambia el punto de vista. Aunque una vez localizado el problema, basta con corregir con la muñeca y mantener un poco el nivel con las rodillas.
Si en esas condiciones funcionaron, imagino que en una plácida salida pelágica serán una herramienta perfecta.
La reverberación térmica.
13 de mayo. Acampados a orillas del mar de Barents, al este de Komagvaer, Noruega. Esa fecha en el Ártico corresponde a una primavera muy temprana con muchas zonas cubiertas aún por la nieve y el hielo, incluso a dos o tres metros de altitud junto al mar. Era uno de los primeros días en que el sol se manifestaba con rotundidad. Y fue el día en el que comprobé que si las reverberaciones causadas por el calor en La Mancha estival son una tortura visual, en climas fríos son casi peores. Esas oscilaciones vibrantes que se aprecian cerca de la superficie del suelo cuando miras a través de un aparato óptico y que lo deforman todo, en el caso ártico son debidas a la enorme diferencia de temperatura entre hielo, piedras calentadas por el sol y el mismo aire caliente y enfriado sin piedad al contacto con la nieve. En este caso, más que la vibración de la imagen, la reverberación fría se manifiesta en forma de grandes y densas olas, que más que enturbiar la imagen, directamente la desenfoca en grandes, densas y profundas oscilaciones.
En esas condiciones estaba yo empeñándome en observar hasta tres nidos de págalos parásitos. Tirando de aumentos logré mantener una distancia prudencial para no afectar a las aves. Pero aquello de que “18 aumentos aumentan por 18 todo lo malo” se hizo muy patente. Sin embargo, gracias a la estabilización conseguí enfocar con precisión pese a las reverberaciones y obtuve unas observaciones bastante claras.
Por supuesto, y pese a los rápidos y fuertes cambios de temperatura, en ningún momento hubo problemas de condensación.
Tecnología eficaz y a prueba de todo.
Acecho.
23 de mayo. Tras pernoctar en una playa del fiordo de Rifsjorden. Dos colimbos árticos pescan muy tranquilamente con el mar en calma y en un día sorprendentemente soleado. Muy lejos para intentar ninguna grabación, pero la deriva o las presas los empujan a la orilla este del fiordo. Esa parte de la costa es pedregosa y está salpicada de grandes rocas tras las que poder esconderse.
Los colimbos pescan metiendo la cabeza en el agua durante periodos de un minuto para buscar las presas y una vez localizado el menú se zambullen. Aprovechando esto me acerqué saltando de roca en roca mientras estaban sumergidos o con la cabeza bajo el agua, hasta estar a una distancia aceptable para tener una buena observación.
Hubiese sido bastante complicado moverse entre piedras y charcos con las suelas mojadas, con un equipo más grande, y no partirse la crisma o los tobillos en varias ocasiones. Para estas cosas tener las manos libres es muy útil.
Escaneo, localización de animales, velocidad.
18 de agosto 2025. Altiplano tibetano. Manolo había localizado un leopardo gracias al comportamiento temeroso de cuatro carneros azules. El gran depredador apareció un momento por lo alto de la montaña y desapareció detrás de una gran roca con toda la posibilidad de que volviese a aparecer. Las cabras seguían congeladas por el terror. Carlos Lozano organizó la búsqueda. Con los telescopios, Juanjo Ramos, Manolo y él mismo vigilarían la arista donde había desaparecido el gato y también las posibles presas. Sara y yo nos encargaríamos de barrer la ladera con los prismáticos y su mayor ángulo de visión.
Para definir la superficie en sombra en la que estábamos esperando ver aparecer el animal lo mejor sería imaginar la piel del felino, sus colores, matices y manchas: la montaña era de la piel del leopardo.
Aunque distante, con los Kite yo podía ver sin problemas la dirección de la mirada de los carneros y pensé que más que buscar al leopardo lo adecuado sería tratar de detectar que es lo que miraban los herbívoros. Giraba los prismáticos hacia las cabras y trazaba una probable línea con la dirección de su mirada. Una y otra vez. El estabilizador absorbía vibraciones, arranques y frenazos, además, imagino, de los temblores por andar sujetando en vilo el kilo de prismáticos a unos 4200 metros de altitud.
El truco me funcionó, probablemente de chiripa. En uno de esos barridos frenéticos vi lo inesperado: un lince boreal caminaba a media ladera.
Resistencia.
7 de octubre 2025. Recién llegados a la costa mediterránea del Marruecos oriental, al oeste de la desembocadura del Moulouya. En la zona de playa, con algunas dunas, una pareja de charranes bengalíes descansaba en una lengua de agua. Nuestra posición elevada hacía que la fotografía perdiese cualquier posibilidad de ser aceptable, así que opté por descender del promontorio y encuadrar la foto acostándome en el suelo. Los prismáticos, fijados con el arnés, colgaban a la altura del vientre y al lograr la horizontal, sin querer, quedaron enterrados en la fina arena de la playa.
Si eres de los que lleva cámara con teleobjetivo y telescopio al mismo tiempo, quizá acabes de encontrar la solución a tus frecuentes contracturas musculares.
La foto resultó mucho más aceptable que el aspecto de los Kite al levantarme. Tras limpiar todos los granos de arena de lentes de salida y oculares, me armé de agua dulce y un cepillo de dientes que tengo siempre con el equipo de limpieza. Sin piedad ni contemplaciones. Los prismáticos quedaron prístinos, el sellado es absoluto y tras la limpieza, al accionar las partes móviles no se sentía ningún crujir o raspar.
Conclusión.
En estos doce meses de uso intensivo y tras haberle cambiado las pilas (una pareja AA) en cuatro ocasiones, estos prismáticos me han confirmado que son una excelente elección en prácticamente todas las situaciones.
Aunque parezca un contrasentido debido a su peso, creo que es un equipo perfecto para usar cuando las distancias a caminar son largas, el camino es de montaña o el equipaje o equipo acarreado es pesado. En esas condiciones evitar el peso extra de un telescopio y un trípode es fantástico.
Si eres de los que lleva cámara con teleobjetivo y telescopio al mismo tiempo, quizá acabes de encontrar la solución a tus frecuentes contracturas musculares.
No reemplaza a los prismáticos tradicionales ni a un potente telescopio, pero suple con garantías a ambos en casi todas las circunstancias.
Por todo lo dicho, pueden ser una opción a tener en cuenta cuando se viaja con un equipaje limitado.
Para profesionales de la conservación, guías de observación de fauna o técnicos que realizan censos, es una herramienta mágica.
Quizá el mayor de los inconvenientes sean los 1500€ aproximados que cuestan y aunque eso sea 200€ por debajo del precio de los binoculares más baratos de las gamas pata negra de las grandes marcas, no deja de ser una cifra para pensárselo. ¿Los Kite Optics APC 18×50 lo valen? Sin duda: la óptica de calidad y la tecnología nunca fueron materias económicas y el aparato resultante es extremadamente útil.
Yo, sinceramente, estoy encantado con ellos.
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