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El Nido del Grajo

El otoño es ese tiempo de “llegada de la plenitud del año”, el momento del ciclo final de la vegetación, la caída, la recogida. Por el contrario, para nosotras es ese tiempo en el que el ciclo de las estaciones comienza de nuevo. Nos guiamos por la vuelta “al cole” que nos posiciona en nuestra rutina una vez más. Como en todos los comienzos afloran los nervios, las tensiones, los miedos, las dudas y nos olvidamos del poder verdadero de Cronos. Siempre, SIEMPRE las aguas vuelven a su cauce. Bueno, más o menos…

La nueva temporada de lluvias nos da alivio pensando que todo ese agua que faltaba podría volver a recuperarse, que el calor del verano menos cálido de los que quedan por venir da paso al fresco y cambiante septiembre, que la sirena del colegio de al lado recuerda que aún existe el futuro en forma de pequeños humanos, que aquel plan que querías empezar es menos duro de lo que imaginabas, que las verdes hojas de los castaños ya están más cerca de caer, que los bandos de estorninos pronto llegarán o … no.

Parece que el cauce cada otoño se va escorando un poco más hacia la derecha…igual es hora de hacer nido, de buscar casa, de volver a reunirse, de empatizar, de cerrar ventanas y abrir vinos. #Seacabó el descaro del verano. Pero, justo cuando íbamos a abrir ese vino, las aguas que tanto necesitábamos llegaron con algunos destrozos en El Nido -en el hogar- y su consiguiente retraso. Parece que nada llega con mesura, así que paciencia, que hay otoño e invierno un rato largo para poder compartir vivencias, inquietudes y conocimientos.

De momento, estrenamos imagen de nuestro Nido del Grajo y os tentamos con una pequeña y tímida programación. Estamos preparando un taller de técnicas de identificación de gaviotas por un maestro en la materia; la presentación en Madrid de un libro diferente; un interrogatorio en tercer grado -tras amena conferencia- sobre los problemas a la hora de organizar un viaje con alguien que sabe tanto de viajar como de pajarear; ataremos los cabos -y echaremos una soga al cuello si es necesario- para cerrar fechas para un taller de ilustración de aves con un artista fundamental en nuestro panorama; y, en algún momento, haremos algún pase del capítulo 0 de Paseos por el Paleártico, con el título provisional de Así no hay quien haga nada.

Para poder asistir a estos eventos y talleres, recordad que tenéis que suscribíos al boletín de El Vuelo del Grajo, ya que es así como enviaremos puntualmente la información.

El equinoccio nos trae también algunas citas a tener en cuenta en forma de festivales y ciclos de cine distribuidos por toda España. Entre otros, nos encontramos esta estación con el Delta Birding Festival, un indispensable ubicado en el Delta del Ebro. En Madrid tendremos el ciclo de cine “Pajareros”, que ya lleva diez ediciones celebrándose en La Casa Encendida entre el 3 y el 24 de octubre y que ofrecerá cuatro sesiones sobre migración, hábitats y paisajes sonoros de las aves. Ese mes se celebrará también la VI edición de Ornitocyl, donde tendremos el gustazo de estrenar la primera de una serie de películas llamadas Paseos por el Paleártico, entre el 20 y 22 de octubre en Herradón de Pinares. Del 15 al 18 de noviembre, vuelve Letras Verdes, el Encuentro Nacional de Literatura sobre Naturaleza y Mundo Rural que reúne a amantes de la pluma alrededor de conversatorios, charlas y talleres en el Palmar, Tenerife.

Mientras los juveniles se dispersan para formar sus propios bandos familiares y los mamíferos preparan sus refugios para pasar el invierno, seguiremos disfrutando del placer de las lluvias y de esos veranillos de San Miguel. La ventana abierta nos satisface haciéndonos olvidar el severo calor del verano que trae consigo el aviso eterno de alarma climática, pero siempre, SIEMPRE, deberíamos tener un pequeño lugar para la esperanza, mientras encontramos el calor del hogar. Metamos los pies descalzos en la tierra mojada, aún queda tiempo o…no.


Algo así tiene que ser el hogar:

Oír fandangos mientras las ovejas van
tras sus corderos

Rebuscar con los dedos las raíces

Ofrecer a los tubérculos los tobillos

Convertir la voz en ternura
y en presa

Prometerme una y otra vez
que nunca escribiré en vano
un libro con las mismas manchas

María Sánchez