EXPERIENCIAS 12/01/24

«El Tuerto».

LA SORPRENDENTE HISTORIA DE UN MILANO REAL HERIDO EN LA CABEZA.

Probablemente nos habíamos cruzado muchas veces, pero, al menos para mí, él era uno más, otro “surfero” del viento sin identidad, hasta aquella mañana de mediados de mayo de 2019.

Era un día de descanso entre grupos de “guiris pajareros” y, aprovechando que estaba libre y cansado, puse comida para ver si comenzaban a bajar los buitres y observar a los recién llegados milanos negros, que en esa época son un espectáculo de vuelos, picados y bailes aéreos.  

El Tuerto en el peor de sus momentos.

Cualquiera que haya observado el comportamiento de los milanos sabe que, si pueden evitarlo, no se posan cerca de la comida, sino que hacen vertiginosos ataques para coger pequeños trozos y comer mientras vuelan, o se la roban a otros milanos o córvidos pequeños, como cornejas o urracas. Especialmente en primavera, los milanos negros son muy peleones y en el momento en que uno se posa aparece otro desde arriba y, a gran velocidad, ataca e intenta hacer presa sobre su rostro.

Yo andaba entretenido intentando averiguar el pequeño guiño que precede al inicio de un picado y disfrutando del reto de intentar congelar con la cámara la velocidad del momento, cuando lo vi en el suelo. Por la distancia, no observé nada raro, salvo este comportamiento tan extraño en esas circunstancias: comía como pasta una oveja, sin que aparentemente le preocuparan los ataques de otras aves. Enfoqué con el objetivo y disparé. Cuando miré la foto vi su cara con el perfil derecho destrozado, y donde debería estar su ojo había una masa sanguinolenta con puntos blancos. Pensé que serían partes de su globo ocular.


Era 17 de mayo y aquella fue la primera foto que hice a “el Tuerto”, desde aquel momento se convirtió en el más especial de los milanos reales para mí. Aparte de su cara como un Picasso, lucía una librea bastante penosa, con las plumas descolocadas y en mal estado, sin brillo, sin ese porte chulesco que distingue a los milanos reales.

Nunca había visto un adulto con este problema. Sí me he cruzado un par de veces en el comedero con volantones que habían sido víctimas de sus congéneres y habían perdido el ojo. En esos casos supongo su inexperiencia y dudo que salgan adelante, pero nunca había visto un ejemplar maduro con este problema.

Decidí ayudarle en la medida que me permitían mis posibilidades, en sus circunstancias y por la época -ya posiblemente criando- podría tener serios problemas para sobrevivir, tanto él como su pollo de ese año. Lo que hicimos fue poner cada día algo de carne en el hide de pequeños pájaros que hay pegado al edificio y rodeado de pinos, donde sería más difícil que lo atacara otro milano.

Durante toda la primavera fue recuperando su apostura, se le fueron colocando las plumas y volvió a mirar erguido con su único ojo, en forma seria y desafiante, en todas direcciones, al tiempo que volvía a brillar. Pero nos seguía preocupando la pérdida de su ojo y el hecho de crear una dependencia de nuestros aportes, que tampoco pretendíamos que se hicieran eternos. En el transcurso de un mes, hasta mediados de junio, no faltó a la cita ni un día, comía parte y, cuando podía transportarlo, volaba con el resto.

Evolución de las heridas y lesiones.

Pero, a partir del 15 de junio, apareció en el comedero un precioso volantón de milano real, de considerable tamaño, con su plumaje dorado y sus ojos completamente negros, que comía e incluso se bañaba en la poza, sin ningún pudor, secándose luego al sol en los posaderos de los paseriformes. En tres días no coincidió con “el Tuerto”, que no se presentó, pero, al cuarto día, varios milanos negros comenzaron a importunar al pollo y a atacarle disputando la comida, momento en el que apareció repartiendo caricias y defendiendo al pollo, que, me quedó claro, era el suyo.

Cuando puso en fuga al resto y se quedó vigilando como se alimentaba su hija, pude comprobar que se le había caído la costra de sangre seca y fue una sorpresa que el ojo derecho, aunque aún velado, seguía en su sitio. Aunque ya no lo sea, para mí siempre será “el Tuerto”, pese a que en aquel momento parecía el fantasma de la ópera.

Han pasado ya casi cuatro años, no ha dejado de venir a los dos comederos ocasionalmente, pero sin dependencia alguna. Desde aquel primer año nunca ha vuelto a presentarnos a sus vástagos, aunque si ha venido varias veces con su pareja, y no he dejado de fotografiar su evolución. A veces el agujero que hay entre el ojo y el pico está hueco, otras veces blanco e infectado, pero siempre se recupera. Aunque pienso que algún día será una infección lo que le mate, espero que tarde, es un auténtico superviviente. Le he fotografiado en vuelo, relajado, enfadado, en guardia…, en todas las actitudes, pero aún me quedaba una sorpresa más.

En invierno, cuando el hostal está cerrado, vivimos en nuestra casa, en medio del pueblo de Navarredonda de Gredos. Nuestro salón está en el último piso, es una buhardilla con dos balcones y en cada balcón hay una jardinera, donde, en lugar de plantas, en invierno, ponemos comida para los pájaros. Hace tres años, comenzamos a ver que por las noches subía una garduña a rebañar las jardineras de restos, así que empecé a poner algunas sobras de comida de carne para los mustélidos.

Un día que no había nada, subí al hostal a por alguna carcasa de pollo o algo similar para que la garduña no perdiera la costumbre, la pusimos en el balcón, eran más o menos las tres de la tarde, nos pusimos a comer, cuando vimos una gran sombra pasar, por dos veces, rozando la barandilla del balcón. A la tercera, para nuestro enorme asombro, “el Tuerto” se posó como un gorrión más, apoyado en la maceta, comiendo tranquilamente donde jamás pensé que vería a un milano real, salvaje y en absoluto humanizado.

Tuve la sensación -aunque nunca lo vi de cerca sin un cristal espía de por medio- de que él a mí sí me tenía visto, me había fichado cuando le ponía la comida. Loli siempre dice que me conoce por la calva y me siguió hasta casa, a mí también me gusta pensar que para él soy un humano especial, quizá “el calvo”. Tengo bastante claro que me reconoce, en otro caso nunca vendría a comer al balcón, de hecho, ningún otro milano lo hace.

Cuando ocurren estas cosas es cuando te das cuenta de lo gratificante que es poder ayudar a un animal libre y salvaje sin que deje de serlo, es una de las sensaciones más reconfortantes que existe, cuando le reconoces en vuelo o lo ves correr y desconfiar, como el “Zorrigato”, pero esa es otra historia.

  • Me encanta el texto! Eres capaz de mantener la emoción hasta el final…. Pero no es simplemente una historieta, aporta un conocimiento al comportamiento de éstos ejemplares. Gracias Luisal!

  • Enhorabuena, Luisal. Es un texto en el que se combina el amor por la naturaleza, sin sensiblería, pero revelando un ejemplo de cómo los animales son capaces, en un pequeño gesto, de reconocer nuestros desvelos por ellos.

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