TRIP REPORT

Gambia: “Érase una vez un río….”

TRIP REPORT DEL APASIONANTE VIAJE DE ÁNGEL VELA A UNO DE LOS DESTINOS MÁS TENTADORES.

“Érase una vez un río que era un país…” Aunque también podríamos decir: “érase un país que era un río”. Y es que Gambia, el país más pequeño de África, con una superficie similar a alguna de las provincias españolas, es eso: un río con sus dos orillas y su desembocadura. Atesora una inesperada biodiversidad, un interesante mosaico de hábitats que es solo posible gracias al caudaloso raudal que le da nombre y que discurre en un entorno semiárido como el Sahel.

Estas peculiares características hacían de este viaje un destino especial que se hizo desear; las jornadas de preparación, los contactos con nuestro guía Ebrima Korita (recomendado por Santi Villa, de Spainbirds), el estudio de los trip reports y de la guía de Helm…, preparativos para un viaje que inicialmente estaba previsto para noviembre de 2020, y que, por motivos de sobra conocidos, se retrasó hasta el mismo mes de 2021.

Pero todo llega y la noche del 4 de noviembre estábamos entrando en el aeropuerto de Banjul, no mucho más grande y equipado que una estación de autobuses de una capital de provincia, pero vibrante de esa vida y olores que relacionamos inexorablemente con África. Una vez encontramos a Ebrima, nuestro guía, y a nuestro conductor, Baba, nos dirigimos al hotel playero cuyos jardines estaban limitados por el mar y por el arroyo de Kotu, nuestra base, donde disfrutaríamos de algunos de los sitios de pajareo más interesantes de la zona costera.

El mítico puente del arroyo de Kotu es la base de la Asociación de Guías Ornitológicos de Gambia y no sin razón: un paseo de un par de horas desde este punto, por los arrozales y palmerales anexos permite la observación de decenas de especies típicamente africanas: martines pescadores gigantes, píos, pechiazules de bosque, malaquitas y pigmeos; garcetas negras, azules y dimorfas; carracas ventriazules, abisinias y de pico ancho; suimangas de varias especies, tórtolas senegalesas, vinosas y acollaradas, alimoches sombríos, milanos, cuervos píos, estorninos, avemartillos y muchas especies de limícolas. Todo un festival a las puertas y en los jardines de un hotel de playa.

Estos enclaves se complementan con bosques, como los de Tujureng y Abuko, humedales costeros y la playa Kartong, que brindan la oportunidad de observar gansito africano, chorlitejo frentiblanco, patos silbadores, culebreras beduinas. O la ineludible visita a las playas de Tanji, que al atardecer están atestadas de pescadores descargando cayucos rebosantes de peces, cuyos descartes congregan gaviotas cabecigrises y gaviones antillanos, que generan un fresco impresionante.

Jacana y toco blanquinegro

Llegados a este momento, es importante destacar que Gambia, desde el punto de vista de los viajes ornitológicos, se divide en dos grandes zonas a visitar, en función del tiempo disponible: la costa, mencionada anteriormente, y el interior, río arriba, hacia “el corazón de las tinieblas”, cuando África, sus hábitats y su gente se manifiesta en todo su esplendor. Para descubrirlo, tras las intensas jornadas en la playa, tocaba remontar el río por su orilla norte, no sin antes cruzar la impresionante desembocadura del Gambia a través de atestados ferris.

Ya desde el ferri se podían contemplar gaviones antillanos que tienen en el país africano una de sus pocas poblaciones fuera de América: charranes reales africanos, pagazas, cormoranes y págalos pomarinos, además de los vencejos moros nidificantes, en el puerto.

El trayecto por la orilla norte del río hasta la localidad de Janjaburéh (Georgetown) lo realizamos en dos jornadas -con pernocta en el acogedor lodge Morgan Kunda- durante las que atravesamos sabanas secas sahelianas, jalonadas de campos de cacahuete recién recogidos, y humedales temporales de agua dulce y salada. .

Estornino y barbudo sangrante en un bebedero cerca de Tendaba

En esta orilla pudimos observar las especies más típicas de zonas semiáridas de África occidental: alcaraván senegalés, calao terrestre, avefrías coronadas y espinosas, corredor de Temminck, sisón de Savile, barbudas, abejarucos cariblancos, gorguirrojos, chicos y pérsico y carracas abisinias, ventriazules, de pico ancho e india. No faltaron numerosas rapaces diurnas y nocturnas como la culebrera gris, halcón borní, busardo langostero, azor lagartijero y los búhos lechosos y grises. Pero la gran recompensa fue el pluvial. Avistado a corta distancia en los humedales salobres de los alrededores de Panchang, este limícola, con plumaje que le hace parecer un dibujo animado, fue la observación más destacada y deseada de la orilla norte.

Llegó el momento en que había que volver a cruzar el río en un ferri, que había hecho su último viaje del día cinco minutos antes de que llegáramos al embarcadero. La alternativa incómoda era la barcaza sin motor: ¡Cruzar un río de más de un kilómetro de ancho accionado la barcaza a brazo! Y así, de noche cerrada y con los brazos cargados, llegamos a nuestro lodge en Janjabureh.

Con base en esta población, recorrimos arrozales, bosques de ribera, pastizales y el propio río. Navegar por el cauce principal y sus arroyos adyacentes con un incontestable sabor exuberantemente africano y observar varias especies de martines pescadores y garzas, buitres moteados, dorsiblancos, marabús y pigargos africanos, es una maravilla. Una de las estrellas de la travesía, que se hizo rogar, fue el avesol africano. Se disputó el estrellato con una familia de hipopótamos que descasaba y se alimentaba en la orilla. El resto de los hábitats visitados no le fueron a la zaga. La llegada de las tórtolas Adawama del bosque de Kunkilling y los dormideros de gangas cuadricintas que entraban al atardecer al pastizal en el interior del bosque de ribera fue otros de los momentos más intensos.

Autillo cariblanco y búho grisaceo

Aún quedaba la mitad del viaje.

La orilla Sur

Esta orilla, la sur, es sensiblemente más húmeda. Si la norte es una extensión del vecino Senegal, en esta el paisaje nos recuerda más a ambientes del África tropical. Con bosques de ribera de mayor desarrollo, alternados con arrozales y sabanas subhumedas que albergan especies más típicas de África ecuatorial.

Uno de los puntos álgidos de esta orilla y del viaje en general fue el enclave de Tendaba. Desde allí salen excursiones en cayuco por varios arroyos tributarios del Gambia que atraviesan imponentes manglares. La navegación por estos iba deparando impresionantes observaciones en cada recodo. Reinaban las aves zancudas y acuáticas: grullas coronadas, cigüeñas lanudas, pelícanos, espátulas, tántalos, martinetes dorsiblancos y el diminuto suimanga pardo o de manglar, un pequeño “ratón” alado que recorre las raíces aéreas de los mangles.

En los alrededores del campamento, sabanas de impresionantes baobabs albergaban colonias de garcetas intermedias y pelícano rosado, junto con rapaces como el águila crestilarga, shikra, y numerosos paseriformes, que se pudieron observar y fotografiar gracias a la red de bebederos que mantienen los guías locales. Estos sencillos bebederos, acondicionados y bien cuidados a lo largo de todas las zonas de observación de aves del país, merecen una mención especial, puesto que logran ofrecer avistamientos de gran calidad de especies forestales que en estos lugares suelen ser fugaces.

Buitre palmero

Otro factor destacable que hace de Gambia un destino notable es la cantidad y profesionalidad de guías, que tienen muy bien localizados posaderos de especies de rapaces nocturnas, chotacabras o polluelas. Los protegen y ponen en valor, generando una economía que vincula directamente la conservación con el beneficio de las comunidades locales. Esto se evidencia en la localización de muchas de las especies forestales que serían de difícil avistamiento sin la ayuda de los guías residentes en los bosques de Farsatutu y Bonto, en los alrededores de Pirang. Estos impresionantes bosques de ribera simulan condiciones húmedas de Centroáfrica que permiten la presencia de azores africanos, turacos grises, verdes y violetas, loros senegaleses y de cuello pardo, cuclillo de Klaas, varias especies de bulbules y rapaces nocturnas como el autillo cariblanco y el cárabo africano. Pero, sobre todo, la delicada, diminuta pero impresionante, polluela pintada. Esto fue gracias a la ayuda de los guías locales que hicieron posible una de mejores observaciones del viaje.

El recorrido por la orilla sur, realizado en tres productivas jornadas, finalizaba en el campamento de Marakissa. Este imprescindible campamento se sitúa junto al arroyo del mismo nombre, en un entorno de sabana subhúmeda. El arroyo, con una curiosa población de cocodrilo africano que nada inquietantemente tranquilo en el embarcadero de piraguas de alquiler, es también hogar destacado de martines pescadores gigantes y píos, polluelas negras, gallineta africana, avetorillos pigmeos y cormoranes colilargos, entre una multitud de aves acuáticas. Los paseos por el bosque de ribera y sabanas circundantes sirven para despedimos del país observando varias especies de suimangas, cisticolas, mieleros, palomas verdes, turacos, barbudos, carracas, calaos y diversas rapaces forestales. Una variedad que destaca en el recuerdo es el obispo alinegro y su rojo destello, posado en los herbazales y arbustos.

Un viaje de poco más de una semana a este amable, fácil y genuinamente africano país nos permitió cerrar una lista cercana a las 300 especies avistadas, la mayoría de ellas con observaciones de gran calidad y posibilidades fotográficas a un precio más que aceptable. Gambia es un país de obligada visita para cualquier pajarero que no lo conozca y de necesario retorno para los que ya lo hemos hecho.

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