CONSERVACIÓN.

Moana, mi zarapito favorito de Baldaio.

CUANDO CIENCIA, OBSERVACIÓN, CONSERVACIÓN Y ALGO DE CORAZÓN SE DAN LA MANO.

En ornitología las anillas cuentan historias, muchas veces, de aves migratorias que realizan viajes épicos atravesando mares y continentes entre zonas de reproducción e invernada.

El protagonista de esta historia es un zarapito real (Numenius arquata), marcado con anilla blanca y código negro EAXE. En este caso, gracias a la anilla conocemos su historia que, en efecto, va de migraciones, entre el centro y el suroeste de Europa, pero también va de otras cosas: va de lucha, va de superación, va de logros y también va de fracasos.


Moana en Baldaio.

Realmente, nuestra protagonista no es un zarapito, sino una zarapita, una preciosa hembra de la especie a la que, durante un tiempo, le llamábamos, precisamente, como la inscripción de su anilla. “Allí está EAXE”, pensaba cuando me la encontraba en el campo. “Sigue la hembra con anilla blanca e inscripción EAXE”, anotaba en la correspondiente lista de e-Bird. Baldaio es el lugar en el que nos encontramos, y es donde siempre nos vemos en una quedada nunca programada, como cuando en los viejos tiempos, sin teléfonos móviles, simplemente bajabas al sitio de siempre porque sabías que era la manera de encontrarte con tus amigos. Y ella, para mí, ya se ha convertido en una amiga, aunque sólo yo lo sepa, y allí, en Baldaio, una de las primeras cosas que hago al llegar es buscarla.

Al ir aumentando el trato y la correspondiente confianza, llegó un momento en que creímos que se merecía tener un nombre de verdad. “Moana” fue el elegido. ¿Por qué? Lo contaremos más adelante.

A lo que íbamos. Estamos en Bélgica, a unos 30 km. al este de Bruselas. Resulta que una de las parejas reproductoras locales de Zarapito Real abandonó su nido en la fase de incubación, en ese momento entró en el juego otra de las protagonistas de esta historia. Otra chica, otra guerrera, otra heroína, esta vez humana: Griet Nijs.

Griet es una ornitóloga que forma parte de un equipo de gente apasionada por la naturaleza que realiza seguimiento de la población local reproductora de zarapito real, además de acometer una serie de intervenciones centradas en la conservación de esta población. En este caso, Griet recolectó los huevos de este nido abandonado. Según me comenta, recogen los huevos de los nidos abandonados para intentar sacarlos adelante artificialmente, con el fin de compensar la bajísima productividad de la especie. Al explicarme esto, su frase final fue “cada individuo cuenta”, que, por sí misma, ya nos da una idea bien clara de la cruda situación de conservación que atraviesa la especie.

Griet trasladó los huevos al Centro de Recuperación de Fauna Salvaje de la zona (llamado Oudsbergen), donde fueron incubados artificialmente hasta que, el 18/05/2020, llegó al mundo Moana. Puedo hacerme una idea del cariño con el que el pollo fue criado por el personal de dicho centro, al mismo tiempo que se intentaba minimizar el contacto directo con los humanos para evitar la improntación. Todo discurrió estupendamente y, con el paso de varias semanas, llegó el día en que Moana se convirtió en un precioso juvenil de zarapito real, capacitado para volar, así que, el 30/06/2020, fue liberado en el mismo lugar de su malogrado nido. .

Zona de reproducción de zarapitos reales donde recuperaron el huevo del que salió Moana.

Ahora entra en la historia el que escribe y mi más apreciado local patch, el complejo húmedo de Baldaio, en el ayuntamiento de Carballo, en la provincia de A Coruña. Es un humedal conformado por una laguna y marisma situadas en la costa, tras una de las playas más grandes de Galicia, con un amplio cordón dunar asociado, y está comunicado con el mar por un canal, que supedita su nivel de agua al régimen mareal. Así, con marea baja quedan al descubierto amplias superficies de intermareal que son el hábitat ideal de buena cantidad y diversidad de aves acuáticas. Entre ellas destacan especialmente las limícolas, que constituyen el principal interés ornitológico de este espacio, que alberga notorias concentraciones de este grupo de aves en invernada y, principalmente, en ambos pasos migratorios, habiendo sido registradas, a día de hoy, un total de 42 especies de esta familia. Particularmente, es una localidad de invernada tradicional de los zarapitos reales, en números que, en los últimos años, parecen ir a menos, y que fluctúan entre los 40 y los 80 ejemplares.

En mi visita rutinaria del día 7 de marzo de 2021 conocí a Moana, aunque en ese momento no lo sabía. Realmente lo que vi fue un zarapito real que portaba una pequeña anilla amarilla en una pata y, en la otra, una anilla de mayor tamaño, blanca, con una inscripción que no pude descifrar, y que, de hecho, me costaría un buen número de visitas, ya que los zarapitos reales en esta localidad suelen ser muy esquivos y no se dejan observar a distancias cómodas. Lo que sí aprecié desde esa primera observación es que era una hembra. Tenía un largo pico que la identificaba como tal, pues en los zarapitos son ellas quien, en promedio, tienen un pico de mayor longitud que ellos, además de un mayor tamaño corporal en general.

Una vez por fin leída la anilla comprobé, en Cr-birding, la web de referencia de los ringwatchers, la gente fanática de las anillas, que correspondía a un proyecto de marcaje belga. Y al otro lado apareció Griet, que no tardó ni un día en responderme al correo. Griet y yo hablamos de “EAXE” por e-mail, por Facebook, por Messenger… Griet rebosaba ilusión por saber que “aquel pollo de zarapito” no sólo había sobrevivido, sino que había completado su migración postjuvenil, y a un lugar totalmente esperable para cualquier ejemplar de su especie nacido en Centroeuropa. Es decir “su pollito de zarapito”, a pesar de ser criado por la mano humana, era un zarapito más, que se comportaba como un zarapito más, y que migraba como un zarapito más. De algún modo, era la certificación de un trabajo bien hecho, por su parte y por parte del personal del centro de Oudsbergen. Griet quería saber cómo era Baldaio. Me pidió videos, fotos y descripción de la zona.lo quería conocer todo del lugar elegido por su zarapito para su dispersión postjuvenil. Y, por supuesto, yo estaba encantado de contar cosas de la belleza de mi pequeño trozo de tierra sagrado al que la gente pajarera llamamos “local patch”.

Grupo de zarapitos en Baldaio.

Moana estuvo presente en Baldaio durante todo el resto del año 2021 y se quedó hasta finales de Marzo de 2022, cuando desapareció. De hecho, creo, aunque no puedo probarlo, que estuvo todo el invierno 2020-21, pero durante el mismo, los zarapitos reales estuvieron especialmente esquivos y es muy probable que haya pasado por alto la presencia de uno anillado.

Comuniqué a Griet que, a finales de marzo, el ave había dejado de verse en Baldaio. Ella me trasladó su terrible curiosidad y emoción por saber si aparecería en alguna zona criando. Es sabido que las hembras de zarapito real pueden intentar criar por primera vez en su tercer año calendario, es decir, cuando tienen cerca de 2 años de edad. Moana abandonaba Baldaio después de una larga estancia de 12 meses seguros y, con probabilidad, hasta puede que unos 18, en caso de que, como también parece probable, haya llegado aquí en su primer verano-otoño. Por cierto, también en eso se habría comportado como cualquier ejemplar de su especie.

Avanzado ese verano, Moana reapareció en Baldaio, concretamente el 6 de agosto. Le conté emocionado a Griet que estaba de vuelta, quien me informó de que no se habían tenido noticias de ella fuera de mi local patch. Pasó el resto del verano, todo el otoño y todo el invierno en Baldaio, acompañándome en cada visita al lugar, hasta que volvió a desaparecer a finales de febrero. Durante esa temporada, con cada visita, la fui conociendo mejor. Ella es una más del tradicional grupo de zarapitos de Baldaio, que constituyen una figura icónica de este humedal (si hubiera que elegir un ave que represente a Baldaio, sin duda sería el zarapito real), y que ponen frecuentemente banda sonora a mis mañanas de pajareo, con sus “curlíes” muchas veces emitidos a coro. Todos los zarapitos reales de Baldaio se juntan para dormir y reposar. También la mayoría se mantienen juntos mientras se alimentan. En cambio, Moana suele buscar comida en solitario, eligiendo para este fin zonas de la laguna con aguas someras donde parece que tiene una extraordinaria habilidad para atrapar invertebrados poliquetos. Lo digo por las tasas de éxito en la captura, en comparación con otros zarapitos reales presentes. Es curiosa la querencia de Moana para alimentarse por zonas con un nivel de agua que le llega a la parte superior de sus patas. Cuando la pandilla local de zarapitos reales, con marea mediada o baja, aprovechan la bajada del nivel de agua para alimentarse, es habitual que las anillas de Moana queden sumergidas y resulten invisibles, pero el que la conoce sabe que Moana será “el zarapito que se alimenta con el agua por los muslos”. El hecho de ser una hembra y, por consiguiente, ostentar un pico bien largo, probablemente le permita explorar esas zonas cubiertas por agua, quizá vetadas para los machos, de pico más corto.

Estuvo en Baldaio al menos hasta el 28 de febrero. Cuando desapareció, se lo comuniqué inmediatamente a Griet. A comienzos de abril ella me escribe con una buena noticia y una promesa asociada. La buena noticia es que se había localizado a Moana emparejada con un bonito macho en la zona donde había sido liberada, en el entorno de Glabeek. La promesa es que no escatimaría esfuerzos para localizar su nido y conseguir protegerlo. Según me explicó Griet, la mortalidad de pollos es altísima, sobre todo en su primera semana de vida, debido a la predación y a trabajos agrícolas en las parcelas donde crían, así que protegen el mayor número de nidos que pueden, usando un sistema basado en una especie de pastor eléctrico dispuesto alrededor del nido. Por lo visto, en lo que se refiere a la predación, los “infractores” son muy variados: zorros, mustélidos, erizos y rapaces diurnas y nocturnas.

Moana instantes después de su liberación.

Semanas más tarde, Griet me volvía a escribir, esta vez con malas noticias. El nido de Moana y su pareja, su primer nido, había sido depredado, puesto que la persona propietaria de la parcela no había dejado entrar a protegerlo. Tampoco a las personas salvadoras de los zarapitos les habría dado tiempo a retirar los huevos para intentar incubarlos artificialmente como, en su día, habían hecho con el huevo que le dio vida a ella. Según me cuenta Griet, buena parte del éxito de las medidas de gestión de la población depende de la predisposición de la persona propietaria de la parcela agrícola donde se instala el nido, con la que intentan acordar su protección y, a veces, medidas como el retraso de la fecha de siega o la reducción del número de cabezas de ganado en dicha parcela. En todos los lugares cuecen habas, un refrán muy de nuestro país que, precisamente, nos recuerda que no sólo en él hay personas insensibles con cosas de la naturaleza.

Griet y su equipo buscaron una posible puesta de reposición de Moana y su pareja, sin éxito. De ese modo, en fracaso absoluto, acaba su primer episodio de cría.

Ese fue el momento en que me di cuenta de lo injusto que era que nuestra querida ave no tenía nombre más allá de “EAXE”, así que Griet y yo acordamos que, si después de este episodio de cría fallido, a final de verano regresaba de nuevo a Baldaio, la obligación de ponerle un nombre de verdad sería inexcusable.

Y el pasado 26 de agosto de este año allí estaba, de nuevo, reluciente por momentos al ser iluminada intermitentemente con los rayos de sol de una mañana de nubes y claros, en Baldaio, mi Baldaio, su Baldaio. Fue entonces cuando empecé a pensar en cómo se podría llamar. Le dediqué horas, en diferentes días, buscando la inspiración, varias veces allí mismo, observándola directamente con el telescopio, pero su nombre no salía. Sabía que esa ave había nacido con un nombre, pero ese nombre estaba por descubrir. Tenía la sensación de que sólo había que quitar lo sobrante, como en aquella popular historia de la escultura que ya existía dentro de la piedra. Finalmente fue una persona de mi entorno, de mi confianza y de mi cariño, dotada de dosis extra de sensibilidad y, al igual que nuestra ave, graduada cum laude en tesón y en aquello de plantar cara a las cosas de la vida, la que sacó a la luz su nombre, por esto, mil gracias, Belén. Belén me lo contó a mí, y yo lo cuento aquí. Moana significa “océano” en la cultura hawaiana. La lucha por la supervivencia de nuestra zarapita, el hábitat elegido por ella para pasar la mayor parte del año, así como otras cosas sólo aptas para corazones sensibles, invitan a sumergirse en esta cultura que se caracteriza por un profundo respeto por la naturaleza, y también por una profunda conexión de las personas con esta. Es en este contexto donde el océano constituye un elemento significativo: es fuente de vida, de belleza y de fuerza: Océano, Moana…ese, sin duda, era el nombre.

Y el día en que estoy acabando de escribir esta historia, precisamente he estado en Baldaio visitándola, a ella y al grupo de, exactamente, 39 zarapitos reales que está pasando el otoño-invierno allí. Yo tengo más ojos para ella que para ningún otro zarapito, de lo que, espero, estos nunca se enteren, para que no puedan sentirse menospreciados. Me gustan los zarapitos, pero Moana me gusta mucho más.

Ya lleva 2 meses aquí tras su reproducción fracasada y, si todo va bien, estará aproximadamente otros cuatro meses hasta que, con el final del invierno, cada zarapito de ese bando de 39 regrese a su casa de primavera, con la excepción de unos pocos, presuntos segundos años, a los que no se le supone prisa porque no van a criar, que se quedarán con nosotros todo el verano.

Sólo toca desear que, llegado ese momento, regrese con fuerzas a sus pastizales de Glabbeek y, esta vez sí, tengan, ella y su compañero, una reproducción exitosa y nos lo venga a contar a Baldaio, a su manera, a final de verano.

Mientras tanto, puede pensarse que desde aquí poco podemos hacer, aparte de los obvios buenos deseos. En cambio, sí podemos, y de hecho lo hacemos siempre que tenemos ocasión. Poner en valor, bien alto, bien claro, allí donde nos dejen, la importancia de este espacio natural, y otros que, como este, son lugar de parada migratoria e invernada de aves acuáticas, y pedir, asimismo, bien alto y bien claro, que las figuras de protección que tiene lo sean también de facto.

Moana en Baldaio.

Sin ir más lejos, en mi penúltima visita a Baldaio, el grupo de zarapitos donde reposaba Moana, en medio del intermareal, fue perseguido por 3 perros cuya persona propietaria llevaba sueltos, algo que ocurre y, por desgracia, no sólo de manera habitual, sino sistemática. Recuerdo cuando, hace unos años, toda la sociedad de mi comunidad gallega se indignó cuando alguien hizo una pintada en la fachada del majestuoso Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela, por considerarlo, como no puede ser de otra manera, un atentado contra nuestro patrimonio. Se agradece esa indignación en masa, pero… ¿Por qué, cuando cambiamos de patrimonio (de arquitectónico a natural, en este caso) mucha gente no sólo no se indigna, sino que le quita importancia al problema? Baldaio es un Pórtico de la Gloria, y cada una de nuestras zonas húmedas costeras, son un Pórtico de la Gloria, y para poder seguir contando la historia de Moana, y de otras muchas de nuestras aves, necesitan que las leyes en materia de conservación de la naturaleza, que ya existen, se cumplan y se hagan cumplir.

Y la historia continuará, espero que durante mucho tiempo, al menos el correspondiente a la esperanza de vida media de un zarapito real.

Sin más, dar mil gracias a Griet, por ser la heroína del mundo de los zarapitos, y por ofrecerme tanto volumen de información sobre nuestras queridas limícolas de pico largo y decurvado. Y a Belén, por aceptar el reto de quitar lo sobrante para así descubrir el nombre de Moana y ostentar los superpoderes para hacerlo. A ti, Moana, te veo el sábado por la mañana en Baldaio.

  • Interesante y bonita historia, lástima que nuestras especies más preciadas y en sería recesión, aún no dispongan de la protección que requieren, las administraciones son lentas y torpes, cuando deciden actuar se ha perdido tanto tiempo que en muchas casos solo certifican la pérdida, ojalá continúe avanzando la divulgación y el conocimiento de tantas especies como ésta y logremos movilizar al mundo de la necesidad de actuar ya sin demora. Suerte para Moana, estaremos atentos 🤞

  • Estupenda descripción de la zarapito Moana. Una historia muy bien documentada e interesante, que pone en valor la migración de las aves, el hecho de seguir su trayectoria y cuidarlas.

  • Impresionante la vida de esta zarapita(Moana),nombre precioso y a ver si para el año q viene tiene más suerte para criar y mientras tanto a disfrutar de ella,mientras no emigre,todo un lujo poder observarla

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