Texto y fotografía
Javier Marquerie
CRÓNICA DEL II FESTIVAL DEL BUITRE DE TUÉJAR.
Grandes ferias, pequeñas ferias, festivales, fiestas, para profesionales, veteranas, nacientes, internacionales, municipales, genéricas, específicas, alegóricas, de grullas, de vencejos, de buitres, de migrantes… hay reuniones para todos los gustos y colores. Hay citas pensadas para rozar la decena de miles de asistentes, las hay de carácter más íntimo e incluso alguna de eminente sentido festivo-nocturno. Para celebrar la llegada estacional o la marcha primaveral. Con intención didáctica, comercial o divulgadora. Las hay por toda la geografía y en (casi) cualquier mes del año.
Un aficionado podría ir saltando de feria en festival por toda la geografía estatal y hacerse un gran año “socio-pajarero”, de lo más entretenido. Aunque quizá para que esto fuera cierto del todo, alguien tendría que montar algo en Baleares y las ciudades autónomas.
El Vuelo del Grajo, por ejemplo, ha asistido este año, de una u otra forma, a la Feria Internacional de Ornitología (F.I.O.) y al Festival del Vencejo en Alange (Extremadura), a la Feria de Ornitología de Castilla y León (OrnitoCyL) y al Festival de los Buitres de Tuéjar, en la Comunidad Valenciana. Tuvimos que cancelar nuestra visita a la Fiesta del Buitre en Castilla y León y al Delta Birding Festival por diversas razones. Terminaremos el periplo anual en el entrañable Letras Verdes de Canarias. Y empezaremos el 25, si no hay imprevistos, en el más radical de todos los encuentros: ‘El Raro’, de Galicia. Es tan así, que ni siquiera sé si se puede hablar de él en un medio de comunicación.
Sí, somos muy festivaleros. ¿Cómo no serlo si es una mezcla perfecta y equilibrada entre ciencia, conservación, diversión, amigos y panceta?
Receta sencilla para un buen festival.
El Festival de los Buitres de Tuéjar es una iniciativa que parte de un ayuntamiento con sensibilidad hacia los temas naturales y la conservación, y que se materializa con la participación de Numenius, con Virgilio Beltrán al frente y con la inestimable colaboración de Yanina Maggiotto.
La cita no estaba planteada como las del tipo “prepárate una agenda para poder encajar todas las actividades a las que quieras asistir”. No necesitas llevar un carné de baile para organizar lo que vas a hacer. Más bien se trató de un plan de fin de semana bien pensado. Fue una apuesta a un programa único. Del modelo: “empiezas por un lado, una cosa lleva a la otra, y, para cuando te das cuenta, has pasado dos días fantásticos”.
Pero si todo lo que se le ofrece al público es una combinación de actividades y conferencias, sin alternativas, sin una avenida llena de puestos comerciales o promocionales, ni una carpa con otras actividades, entonces los organizadores tienen que afinar bien. Si no dan con la combinación correcta y con los ponentes adecuados, el asunto se puede convertir en catastrófico.
¿Y si además quieres que los habitantes del pueblo (invadidos por la manada de pajareros conservacionistas) se vinculen a los actos? No es fácil. Nada fácil.
Se trató de un plan de fin de semana bien pensado. Fue una apuesta a un programa único. Del modelo: “empiezas por un lado, una cosa lleva a la otra, y, para cuando te das cuenta, has pasado dos días fantásticos”.
Con esa trama, Virgilio se empeñó en tejer una buena manta que abrigase las expectativas de los asistentes. Los hilos a emplear –ahí está el secreto- tenían que tener buena calidad y una combinación de colores atractiva y armoniosa, pero con contrastes que le diesen chispa al asunto.
Si en el programa lees que todo empieza con un taller de ilustración impartido por Nacho Sevilla, ya sabes que la fiesta es de las buenas. El mismo Virgilio dirigió una de las salidas al campo que se organizaron durante la celebración del festival. Hubo anillamiento científico y hasta un concierto de jazz en un programa de actividades que, sin abrumar, resultó sencillamente perfecto.
*La descripción del resto del programa lo puedes encontrar en los pies de foto que ilustran este artículo.
Bienvenidos a Tuéjar.
Si hay algo que sorprendió a todos los que acudían por primera vez a este festival fue el lugar de la cita y su entorno.
Llegar a Tuéjar desde cualquier punto de la geografía que implique no pasar por Valencia, te expondrá a utilizar una carretera de esas que hacen que se te caiga la mandíbula: la CV390. Hay que tomarse su tiempo para recorrerla. Es estrecha, revirada y con ascensos a varios puertos de montaña. Poco reformada -aún hay tramos con quitamiedos de pilones de hormigón con tela de valla rojiblanca entre ellos- de esta carretera podríamos decir que tiene “aires vintage”. Perfecta.
Esta ruta te llevará por el valle del Turia, cruzándolo por la presa del pantano de Benagéber, las estribaciones de la Sierra de Javalambre (cubiertas de pino carrasco principalmente) y atravesando la comarca de Los Serranos, topónimo que da una idea clara de por dónde nos movemos.
El pueblo de Tuéjar, además de bello, es agradable de visitar. Con 1.200 habitantes y mucho movimiento de fin de semana, tiene todo lo que hay que tener para que el ecoturista pueda disfrutar de unos buenos días. Camping, hoteles, restaurantes y, lo que es más importante, una red de pistas y caminos por los que acceder a paisajes realmente preciosos.
El festival, pueblo y comarca son cita y destinos muy recomendables.
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