Observo con cierto estupor, desde hace mucho tiempo, cómo una corriente de nuevos youtubers y demás “creadores de contenido” se va abriendo paso entre la sociedad en nombre de la divulgación, teniendo como referente a Frank Cuesta -conocido popularmente como Frank de la Jungla-, un extenista español que se dedicaba a sacar serpientes venenosas que se colaban en las casas en Tailandia.
Las redes sociales están llenas de vídeos de gente estresando, molestando y manejando de forma incorrecta cantidad de animales, con la excusa de que se trata de divulgación ambiental. Los que tuvimos como referentes a Félix Rodríguez de la Fuente o a David Attenborough aprendimos la importancia de las culebras por controlar las poblaciones de roedores o por servir de alimento a otras especies que también aportan numerosos servicios ecosistémicos, por lo que deben ser conservadas. En la actualidad, parece ser que la divulgación trata de enseñar al público que no hay que matar a las culebras porque no son peligrosas, aunque den miedo, y, aunque no conozcan el papel que tienen estos animales en los ecosistemas. Para ello, capturan una enorme culebra y graban un vídeo mostrando que no debes tenerle miedo y que puedes cogerlas sin problemas y, sobre todo, mostrando el mayor número posible de primeros planos de aguerrido/a cazador/a de serpientes. Da la sensación, viendo algunos de estos vídeos, de que la conservación de la fauna y su bienestar pasan a un segundo plano, dando más importancia y protagonismo a las personas que llevan a cabo la “actividad divulgativa” y a darle a like y seguir el canal.
No me gusta ver el camino que ha tomado esta mal llamada divulgación científica donde podemos ver a estos “creadores de contenido” manipulando anfibios sin guantes o haciéndolos posar con muñecas, tan solo por el egocentrismo de conseguir visitas.
Cuando no había redes sociales y era más importante la conservación que hacerse famoso, los que nos dedicábamos a la divulgación y al rescate de fauna lo hacíamos desde el respeto, observándola sin interferir y divulgando las bondades de los animales para que la gente entendiera su importancia en los ecosistemas. Cuando se trataba de efectos trampa, la prioridad era construir rampas para acabar con el problema. En la actualidad, en vez de acabar con el problema, lo que se viraliza son cientos de vídeos de animales atrapados en estos lugares que son rescatados por los protagonistas. En muchas de estas grabaciones vemos cómo, después de ser rescatados, algunos de estos animales son retenidos, manipulados y estresados para hacer vídeos “divulgativos” al más puro estilo Frank de la Jungla, ya sea para hacer ver que una culebra no muerde por mucho que la molestes o que un sapo segrega veneno si lo estresas.
Todo esto parece justificado porque sus autores lo consideran divulgación, por eso también me parece justificado este texto, ya que, con él lo que pretendo es difundir buenas prácticas (y legales) a favor de la conservación de la fauna y, no olvidemos, sus ecosistemas. Manipular, perseguir o molestar a la fauna es ilegal. Lógicamente, si hay un animal atrapado, está justificado que lo manipules para liberarlo, pero no lo está que lo tengas en la mano diez minutos para grabar un vídeo de tu hazaña. Estos registros deberían hacer más énfasis en acabar con estos efectos trampa que en animar a la gente a coger culebras porque no son peligrosas.
Está claro que gran parte de culpa la tenemos aquellos naturalistas y profesionales del medio ambiente que, ya con una edad, no hemos sabido hacer que la divulgación fuese interesante para las nuevas generaciones. Debemos cambiar ese rumbo perverso que ha tomado esta pseudo divulgación y convencer a la gente de que a las serpientes hay que conservarlas porque tienen un papel fundamental en los ecosistemas y no porque sean inofensivas y te permitan cogerlas para hacerte fotos y ganar suscriptores.
Me gustaría acabar con estas palabras de la científica Elsa Sendra donde resume muy bien el problema que afecta tanto a los creadores de contenido como a aquellos que lo consumen.
«Entre matar a pedradas sin razón a una serpiente o toquetearla y estresarla, a la serpiente le viene mejor lo segundo.
Entre toquetearla y estresarla u observarla a distancia, a la serpiente le viene mejor lo segundo.
Hay personas que siempre optan por toquetear y estresar, alegando que los humanos no podemos aprender a respetar si no es toqueteando y estresando…
…cada uno enseña y aprende como puede».