URGENTE. El borrador del Real decreto de seguridad de balsas de riego será aprobado próximamente. Necesitamos, los amantes de la fauna silvestre, una colaboración masiva para remitir alegaciones que impidan perpetuar las trampas mortales.
Los Grajos hemos venido a Ornitocyl, la Feria de Ornitología de Castilla y León, y nos hemos encontrado como siempre con asuntos interesantes y urgentes. Queremos compartir nuestra preocupación y a la vez la posibilidad de solucionarla o al menos intentarlo.
Ha salido a información pública el borrador del Real Decreto que regula la Norma Técnica de Seguridad de las más de 70.000 balsas de almacenamiento de agua en España. Desde GREFA (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat) dedicado al estudio y conservación de la Naturaleza, han elaborado un documento con alegaciones al mencionado borrador debido a que existe una gran preocupación ya que las medidas planteadas para la prevención de mortalidad de fauna son mínimas y muy superficiales.
Si os interesa y tenéis ganas de colaborar en la mejora del Decreto os planteamos dos maneras de hacerlo:
En este enlace del MITECO está toda la información y hasta el 30 de septiembre podéis remitir alegaciones a través del buzon-itdga@miteco.es indicando en el asunto: “Observaciones Normas Técnicas Seguridad Balsas”.
En GREFA ya han elaborado un dossier de propuestas que podéis apoyar siempre a través de entidades o personalidades relacionadas con la Conservación y el Medio Ambiente. Para conocer y apoyar dicho documento podéis dirigiros a carlos@grefa.org antes del martes 17 de septiembre.
El consistorio madrileño parece empeñado en minimizar el efecto beneficioso para la biodiversidad que supone la renaturalización del Manzanares a su paso por la capital y ,aparentemente, apuesta por convertirlo en un nuevo lugar para eventos iluminando su cauce.
Recreación del resultado final.
Recientemente, el Ayuntamiento de Madrid ha anunciado su plan para iluminar cerca de un kilómetro del tramo urbano del Manzanares. Para ello, se emplearán 61 proyectores lumínicos -ampliables si así se requiriese- y 950.000€ de las arcas públicas. El objetivo es “impulsar el atractivo del ámbito, poniendo en valor su arquitectura, su patrimonio verde y ofreciendo una experiencia nocturna amable y más segura a vecinos y visitantes”. El proyecto recalca su supuesto carácter sostenible ya que “se realizará de manera compatible con los criterios de naturalización del tramo urbano del Manzanares, sin reducir las zonas con especies vegetales consolidadas ni aquellas en las que existe un desarrollo incipiente de especies que, en los próximos años, se afianzarán”. Especies vegetales, que aquí la fauna silvestre no cuenta.
Curiosamente, la propuesta destaca que se evitará la contaminación lumínica, ya que “los focos se sitúan en un cajetero del río, limitando las emisiones luminosas hacia el cielo”.
El proyecto termina con una amenaza: “El conjunto lumínico permitirá crear y activar espectáculos de luces desde cualquier lugar, con muchas posibilidades”.
Las obras comenzarán a finales de junio.
Sobra decir que la posibilidad de que la fauna, en especial las aves, elija Madrid Río como lugar de invernada o reproducción desaparece ante la idea de mantener el Manzanares iluminado.
En la carrera por recuperar las viejas políticas medioambientales.
Una lectura de los frecuentísimos programas electorales de anteriores elecciones despeja las dudas sobre las ideas regresionistas en el campo medioambiental que propugnan las derechas. La radicalización de ambas formaciones y su tendencia al mimetismo para pescar votos en los mismos caladeros, hacen que sea difícil saber de qué partido es cada promesa electoral. Así, por ejemplo, VOX proponía que para acabar con los problemas de contaminación del Mar Menor de Murcia sencillamente se quitasen a las lagunas todas las protecciones medioambientales. Mientras que el PP en su programa electoral hacía referencia al “medio natural” siempre como parte del “medio rural” y todas sus propuestas acababan por hacer referencia a la explotación agrícola, ganadera, cinegética o forestal.
Al contar este tipo de propuestas con lo que podríamos catalogar como “tradiciones arraigadas”, el paso entre teoría y práctica, que a priori podría parecer difícil de tomar, sorteando una multitud de barreras legales, a los lideres conservadores les basta un “sujétame el cubata, que voy” para aplicarlas. Por desgracia, sobran los ejemplos. Recordemos, como muestra, que en Extremadura se puede cazar el meloncillo, que ha pasado a ser un temible depredador de ganado -con sus formidables 2 kilos- sin que, aparentemente, nadie en sus cabales haya revisado dicha norma.
Si la derecha propone que los espacios naturales estén fundamentados en un uso, disfrute y regocijo -tanto de ocio como económico- de los seres humanos, Almeida lo lleva a la práctica. Y su objetivo es reivindicar el curso renaturalizado del Manzanares y sus márgenes, como espacio de ocio y para la celebración de eventos.
Debimos todos darnos cuenta de ello cuando Almeida importó de Valencia la mascletá. El espectáculo pirotécnico, pagado a cinco veces su precio y que no cuenta con ningún tipo de arraigo o tradición en Madrid, fue programado en Madrid Río. De nada sirvieron los avisos sobre la presencia de fauna sensible en el rio y el próximo comienzo de la actividad reproductora.
El evento se realizó. Isabel Díaz Ayuso se permitió, incluso, hacer bromas sobre ello y la aparición de animales muertos relacionados con los petarditos.
Pero lo más sintomático era el uso de ese tono chulesco y despectivo con el que ambos políticos se referían tanto a las advertencias como a los que emitían los avisos. En cada una de sus declaraciones se transmitían, de manera más o menos velada, varios sencillos mensajes: “esto es un espacio humano, no animal”, “ya hay muchas palomas, me importan un bledo tus agachadizas chicas” y “¿qué más da ese valor medioambiental, si solo disfrutáis de él cuatro frikis?”. Porque es así: tanto vales tanto importas. Y aquí el valor se mide en votos.
Las tres palabras al final del proyecto –“espectáculos de luz”- en realidad parecen significar mascletás, castillos de fuegos, conciertos, programación regular de eventos culturales o un nuevo lugar para Veranos de la Villa.
Almeida, la garduña.
Este dislate medioambiental podría estar inspirado en la técnica de marcaje territorial de las garduñas. Muy celosas de su territorio -como los zorros- las garduñas defecan con intenciones fronterizas. Y si encuentran en sus dominios la hez de otro carnívoro no dudarán en plantar encima su monolito oloroso.
Pues bien, el equipo municipal de Almeida, lo que está haciendo con esta cagada medioambiental es plantar un hito territorial.
Hay que remontarse unos años. En el primer mandato consistorial de Alberto Ruiz Gallardón se ordenó el soterramiento de la M-30. En mayo de 2007, sobrecostes faraónicos de por medio, la obra estaba terminada. Mientras los madrileños valorábamos positivamente el resultado y la balanza del “si nos lo podíamos permitir” parecía decantarse afirmativamente, los buitres especuladores afilaban sus uñas. La hecatombe de la zona se evitó gracias a la crisis de 2008. Pero Gallardón se iba, habiendo dejado para la posteridad el soterramiento de la M-30.
Luego llegó Carmena y optó por naturalizar el canal que era el Manzanares. Las impolutas y muertas aguas estancadas que adornaban dieciochescamente el rio capitalino empezaron a correr libres. Mucho más pronto de lo esperado, llegó una vegetación exuberante, autóctona y natural y, también de manera inmediata, una fauna espectacular. La nutria que localizó y fotografió Paco García, colaborador de esta publicación, fue el culmen, pero también se ha visto zorro y especies de aves bastante inimaginables un año antes. Agachadizas chica y común como invernantes, hasta cinco especies de láridos y otras tantas de ardeidas, una población fluctuante de martín pescador y así hasta un total de cerca de 140 especies avistadas. Éxito absoluto.
Con ese espíritu, que por evitar la palabra revanchista diremos reformador, de borrar el paso de la alcaldesa por la ciudad de Madrid, el actual consistorio borró “Madrid Central” del mapa para luego pintar un “Madrid Central” de nuevo cuño llamado “Madrid 360”. Hasta de los marrones quieren apropiarse. Porque, tanto para la derechita cobarde como para la derechona envalentonada, cargarse las limitaciones de tráfico es una inspiración política. Almeida bien podría haber elegido el papel de “a mí no me miréis, que fue cosa de Carmena”. Aunque, también es verdad, siempre quedará el comodín de la pérfida Agenda 2030.
Con Madrid Río, el alcalde, disfrazado de garduña, se dispone a soltar su bosta olorosa y conseguir que el nuevo tesoro medioambiental de la ciudad pase a ser el más glamuroso, chic y refrescante lugar de ocio del sur de Europa. Un nuevo río Sena en el que pedir matrimonio románticamente. Otro destino turístico.
Y toda esa gloria y rédito político/populista volverá a cambiar de manos. A las de la garduña y a las del Partido Popular de Madrid. Quien caga último… la caga más, pero mejor.
Y si no, al tiempo.
(Desde la redacción de El Vuelo del Grajo queremos pedir disculpas si algún lector ha podido sentir que la comparación entre el mustélido y el político encerraba el perverso fin de reducir a la categoría de alimaña a la garduña. Nada más lejos de nuestra intención).
No ha habido forma. En poco más de 36 horas, uno de los rincones más importantes para las aves madrileñas se verá atacado por el impacto sonoro de 300 kilos de pólvora explotando.
De nada ha servido que la Sociedad Española de Ornitología explicase desde el conocimiento lo que pasará. Tampoco que Ecologistas en Acción se haya manifestado en contra. Y mucho menos, que asociaciones animalistas y vecinales se hayan pronunciado al respecto.
Mientras la alcaldesa de Valencia nos llamaba catetos por no querer llevar la mascletá a un punto caliente de biodiversidad, el alcalde de Madrid volvía a demostrar su cretinismo político, su nulo respeto por el medio ambiente y su inconmensurable capacidad para tener malas ideas. Y, sobre todo, su sordera para escuchar a los ciudadanos.
Almeida nunca corrige o reconduce sus propuestas. Seguirá talando árboles al grito de “Sánchez tiene la culpa”. Y es que a este alcalde se le escapa el orgullo por todos sus poros. Posiblemente sea debido a la presión que le ocasiona el llevar las americanas dos tallas más pequeñas. O quizá sea que tiene una necesidad desmedida por pasar a la historia como Don Eventos y hacer que el calendario madrileño vaya de carrera, en petardada, pasando por cualquier competencia deportiva que rellene la ciudad de visitantes un fin de semana tras otro. Al final echaremos de menos la versión anterior de la misma teoría del turista continuo: “Madrid, las Vegas de Europa”, las Olimpiadas madrileñas o el intento de afanamiento del Mobile World Congress se antojan jugadas maestras en comparación con el abanico de propuestas del actual alcalde.
No sé si él quiere poner la cara sobre la mesa y decir “aquí estoy yo” para ganar peso entre los suyos, si quiere hacerse amigos poco recomendables a base de favores o si es un genio buscando maneras para maltratar a los ciudadanos. Pero de lo que si estoy seguro es que quien lo va a pagar es la fauna que habita en las proximidades de ese puente. Aves residentes que crían ahí, bichos que empezaron a venir desde miles de kilómetros a pasar el invierno y otros que, sencillamente, han encontrado buen refugio en el Manzanares renaturalizado.
Y mientras tanto seguirá nuestro alcalde sin darse cuenta de que no hay nada más cateto hoy en día que maltratar la fauna silvestre, talar árboles y, posiblemente al mismo nivel, importar tradiciones que descontextualizadas no son más que una garrulada sin sentido.
El rio acoge un gran número de aves, especialmente en invierno.
Entre las 140 especies registradas en el Manzanares urbano está la agachadiza chica.
También se dejó ver una esquiva polluela pintoja.
El éxito de la renaturalización del rio se ve amenazado por la gestión descabellada de la alcaldía.
Aún con la noche cerrada rodeándolo todo, los vehículos de los socios de AEFONA se dirigían a la entrada del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. Este espacio, que ostenta la máxima protección desde el año 1973, tiene la buena cosa de ofrecer un área de interés suficientemente amplia, para que el visitante pueda disfrutar de la fauna y flora y hacerse una idea muy real del Parque Nacional y los motivos de su protección, sin que eso suponga abrirlo a la vorágine de curiosos, observadores y fotógrafos.
Porque siempre conviene recordar que los fotógrafos de naturaleza y fauna silvestre podemos llegar a ser un elemento muy dañino. Ya sea de forma puntual o continuada, o por la gestión que hagamos de nuestra afición o profesión -en cualquier caso, pasión- los fotógrafos, si nos descuidamos, nos convertimos en un agente nocivo para la biodiversidad. No hace falta profundizar en este punto: lo sabemos propios y ajenos.
Por eso, ahora que este tipo de actividad está tan en boga, es imprescindible la existencia de asociaciones como AEFONA. Velar por una práctica sensata de la actividad es defender su continuidad. Y proponer un desarrollo sostenible de este tipo de fotografía es cuidar de su futuro. En el caso de AEFONA, la preocupación -que podríamos llamar fundacional- por mantener una línea de reafirmación del potencial conservacionista de la fotografía, así lo manifiesta. Ahí queda el decálogo sobre fotografía ética, que debería ir impreso y adjunto con cada objetivo de más de 400mm de distancia focal que se venda.
AEFONA tiene reservado con carácter perenne el puente de diciembre, el de la Constitución, para celebrar su congreso anual. Todos los años, como una tradición, fotógrafos y fotógrafas de naturaleza ponen rumbo allá dónde la Junta Directiva propone. Esta era la ocasión número 31. Durante los días del evento, además de la junta anual de socios, se suceden conferencias, exposiciones, presentaciones y mesas redondas. Ya sea a través del concurso de la asociación, de la expo temporal, de los libros o las introducciones a sus trabajos dentro del programa oficial, los miembros aparcan por unos días los visionados vía Instagram y practican el excelente ejercicio de la contemplación del trabajo de los demás en directo. ¡Qué manera de aprender!
La asociación está viva y se actualiza. Hay socios, fotógrafos de la vieja guardia, que recuerdan lo difícil que era todo cuando había que pelearse con las diapos. El vídeo y los drones culebrean entre las instantáneas abriéndose hueco. Los asistentes permanecen absortos ante la brillante calidad de la joven fotógrafa, que se convierte en referente instantáneo. Todo junto a jóvenes fotógrafas y fotógrafos marcando el ritmo del futuro con sólidas ideas. ¡Qué manera de aportar y trabajar por la asociación!
Una concienzuda organización y un uso de los contactos muy adecuado. Se manejaba la posibilidad de que los más interesados en entrar en el Parque Nacional pudieran acceder, de manera excepcional y en número limitado, a algunas partes de la zona de reserva. Finalmente se anuló. Por lo visto, el nivel de desecación del Parque y la proporcional ausencia de fauna hacían más recomendable la visita a la zona abierta al público: “A nadie le gusta que vean su casa sin barrer”, parece ser que comentó el enlace en el organismo público.
Rompiendo la oscuridad, la luz de los faros iluminaba una interminable cantidad de cultivos alineados, filas paralelas de árboles de dimensiones ridículamente iguales, como parterres versallescos, pero con el suelo roturado, en lugar de cuidado césped. A través del rabillo del ojo, el ritmo constante del pasar del ejército de ramas entra en la materia gris creando una vibración que no ayuda, en absoluto, a mantener la forzada vigilia.
Son olivos jóvenes. De intensivo, con su regadío y dimensionados para que la máquina que lo hace todo pase entre ellos recogiendo el fruto. Arrancaron los viejos. Este nuevo sistema es mucho más rentable. Se apuesta todo a unos pocos años de vida del árbol, se exprime a tope y en unas temporadas se reemplazan. No se dejan crecer en altura y, vistos desde arriba, son como un seto -estrecho, largo y cuadriculado- para que la máquina pase entre ellos sin posibilidad de engancharse con las ramas. Una planta de producción robotizada al aire libre.
Entre sus inconvenientes, las aves que se refugian en ellos por la noche y que mueren al ser sorprendidos por el robot vareador durante la recolección nocturna. Nocturnidad por intensivo y porque, dicen, se extrae más aceite debido al fresco de la noche.
Divididos en dos grupos, los socios caminan al amanecer por los senderos y pasarelas del Parque. Hay un interés especial por ver a las grullas. Sorprendente, no es el mejor lugar para ello. El cielo es gris plomo y el sol solo asoma de forma ocasional y muy desganado. Grullas y gansos rompen el silencio y atraviesan el cielo, muy bajos. Patos colorados nadan tranquilamente. Todos los habitantes parecen estar, hasta cierto punto, acostumbrados a la presencia humana, incluida la confiada pareja de cerceta pardilla. Personas con cámaras de fotos en un día perfecto para tomar instantáneas.
En el último tramo del recorrido, casi junto a la salida, se escucha un borboteo grave, profundo. La zona abierta al público general del Parque Nacional se mantiene con agua gracias al aporte artificial. Se riegan cultivos artificiales y se riegan artificialmente sistemas lagunares naturales.
Olivos en regadío. Aves muertas y regadíos junto, pegado, a un Parque Nacional que se muere de sed. Arriba decía “desecado” y no “víctima de la sequía”. No era un error.
Ojalá fuera tan fácil actualizar los criterios y protocolos encaminados a asegurar el futuro y buen estado de un espacio natural como lo es en el caso de una asociación.
El momento de la creación literaria e ilustrativa se podría describir como el resultado de un largo tiempo de profundización, de contemplación y maduración, hasta que se dan las circunstancias para que todo ello aflore y quede plasmado en un escrito o un lienzo. Debe de ser algo muy parecido a un volcán.
En ediciones anteriores, o al menos en la del año pasado, el encuentro nacional de literatura de naturaleza Letras Verdes demostró que era necesario. Durante unos días se reunían en el Valle del Palmar, Tenerife, escritores, escritoras e ilustradores involucrados en esa temática para presentar sus trabajos. Empujados por el ambiente generado, las viejas amistades y una intención manifiesta por parte de la organización de conseguir que se diesen conversaciones de incalculable valor creativo, los asistentes a estas jornadas estaban entre los suyos, en su salsa. En cualquier otro festival del calendario hubieran presentado sus obras ante las aficionadas y aficionados a los temas de naturaleza, así, en genérico. Entre el público habría habido ornitólogos, fotógrafas, senderistas, científicos o conservacionistas de todo tipo, que a buen seguro habrían estado encantados de conocer esos trabajos. Así, también en genérico. Y, probablemente, hubieran firmado un montón de ejemplares.
Sin embargo, en Letras Verdes todo es más pequeño: menos asistentes, menos firmas y menos genérico. Pero, tras cada una de las presentaciones vendrá un corrillo. Y tras este, unas cañas. Y luego una cena. Y como hilo de Ariadna, encontrando caminos improbables, una interminable conversación. Un caldo de cultivo para alimentar las neuronas de los creadores participantes.
Puede parecer una exageración, un exceso de benevolencia por haber disfrutado asistiendo. Pero no, no es así. Como muestra de la alquimia de los encuentros que pueden llegar a algo más, en la edición de este año se presentó De picnic por España: más de cien propuestas, editado por Planeta Sus autores, Antonio Sandoval y César Javier Palacios asistieron en 2021 al primer Letras Verdes. Y de aquellas palabras, estos capítulos. Antes de que el avión que los llevaba de regreso a la península tocase tierra, ya tenían el esbozo de este libro.
Raíces.
Este año Letras Verdes ha echado raíces. O mejor: en esta edición, el encuentro ha escarbado en la roca volcánica de El Palmar, en busca de esas raíces, de las razones por las que un puñado de escritores y artistas se desplazan hasta el confín de la isla de Tenerife para juntarse con otros iguales, para hablar de lo mismo. Juanjo Ramos, cabeza visible, director y madre y padre de este volcán de palabras, programó el evento de este año -quiero pensar- con la intención de echar la vista atrás, de hurgar en el pasado de la literatura medioambiental y poner sobre el escritorio los trabajos de aquellos con los que dio comienzo todo.
La presencia de Luci Romero abriendo el encuentro lo dejó muy claro. Ella presentó su pequeño El arte de contar la naturaleza: un acercamiento al nature writing. En este ensayo, Luci hace un recorrido sobre la literatura de naturaleza, desde su nacimiento en el épico Estados Unidos del S XIX, hasta el urbano/rural de la España del XXI. Ellos –Juanjo proponiendo este programa y Luci presentando– pusieron las primeras miguitas de pan. Ponentes y asistentes, cual gallinas, buscamos las siguientes, para seguir picando y avanzando. Avanzando hacia atrás, hacia los Thoreau y los Leopold.
En la misma línea, contar con Rosario Toril, directora de la biblioteca del Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM), hablando de los recursos e iniciativas de dicha entidad, ahondaba en el valor de lo pretérito en la escritura y la investigación actual.
Y como remate a este paseo en tres actos por los libros que han servido, a unos y a otros, para desarrollar el amor por las letras y por lo verde, llegó Un recorrido por la literatura de naturaleza. En él, Juanjo sacaba de la chistera una variada colección de libros sobre los que daba su opinión él mismo, Luci y Carlos Lozano . Fue una pequeña improvisación en el programa establecido, que sirvió de animado “prescriptorio” literario, origen de bastantes carcajadas y potencial agujero en la cartera para más de uno.
Libros, más libros.
A pesar de lo dicho, Letras Verdes fue fiel a su origen y ha continuado siendo el lugar en el que muchos autores han presentado sus libros a sus compañeros de fatigas literarias o ilustrativas.
A los ya citados, de Sandoval, Palacios y Romero, hay que sumar otros títulos. Desde Gredos llegaron Nacho Sevilla y Luis Alfonso Apausa para presentar algo bonito. Si lanzarse al mundo editorial ya es actividad de riesgo, hacerlo especializándose en naturaleza y con un poemario ilustrado con fotografías y dibujos, suena a que los perpetradores son unos maravillosos inconscientes. Pero no es así. El Guardabosques, que así de explícitamente se llama la aventura, nace al calor del buen hacer, de las impecables maneras y gran conocer de personas como Nacho Sevilla, Pipe Nebreda y Javi González y de sus jornadas de divulgación -principalmente por Ávila-, del festival Ornitocyl’ y de desarrollar formatos y conceptos tan interesantes como los ‘Vermús Pajareros” -aperitivos informales en los que expertos profundizan en temas ligados a las aves-. De Luis Alfonso Apausa, en entornos ornitológicos, poco se pueda decir que no sea ya conocido. Es, junto a su compañera Loli, el alma del Hostal Almanzor, epicentro pajarero del norte de Gredos, es “recomendador” de senderos, cronista en verso de su pueblo y autor de los sonetos y las fotografías que componen 30 imágenes y más de mil palabras, primera referencia de la editorial.
De proyectos editoriales con mayor experiencia nos hablaron Mario Ferrer y Rubén Acosta, de Ediciones Remotas. Con 11 años y muchos títulos a sus espaldas, esta empresa de Lanzarote nació con la idea de realizar publicaciones independientes, relacionadas con la fotografía, la historia, el arte, la literatura y el diseño. Y lo hacen con unos patrones de calidad y compromiso impresionantes. Pero, sobre todo, durante su charla se convirtieron en un modelo a tener en cuenta. Sin duda, con trabajo, esfuerzo y echándole mucho cariño, han sacado su proyecto adelante en las condiciones de producción que en una isla se pueden presuponer. Solo hay que pensar en el gasto extra que significa distribuir y producir su catálogo, teniendo en cuenta que la materia prima viene de la península y que para llegar al siguiente punto de venta hay que coger un ferry o un avión.
Otra editorial que presentaba trabajos fue Bichomalo. Por un lado, Construyendo un sueño, de Valerio del Rosario, una autobiografía de un empresario del sector del ecoturismo. Por otro, la primera de una serie de 15 guías desplegables dedicadas a la biodiversidad de la Macaronesia. En este caso, las tortugas eran las protagonistas y Nicolás “Espintapájaros” Ruiz su ilustrador y copresentador, junto a Juanjo Ramos, de este primer ejemplar.
También anduvo muy presente por la Casa de Cultura de El Palmar María Sánchez. Esta veterinaria de profesión, hija y nieta de veterinarios, es poeta –Cuaderno de campo (La Bella Varsovia, 2017)-, es ensayista –Tierra de mujeres(Seix Barral, 2019) y es rescatadora de palabras –Almáciga (Geoplaneta, 2020)-, ya que en su última obra presenta un “un pequeño vivero de palabras del medio rural de las diferentes lenguas de nuestro territorio que sigue vivo y creciendo en formato virtual”. Su trabajo como veterinaria está centrado en el estudio y protección de razas autóctonas de ganado caprino. Colabora en la sección ‘Comer’ del diario La Vanguardia. Y es joven, y es del campo y es feminista. Y fue una intensa presencia en el encuentro, aportando todo lo que lo enumerado anteriormente puede aportar – mucho, diferente y variado- a una cita como es Letras Verdes.
Futuro.
Inevitablemente también se habló de futuro. Sobre el aparente momento dulce por el que pasa la literatura de naturaleza, del interés de editoriales consagradas y del nacimiento de otras, del notorio incremento de lectores y de los intereses temáticos de estos.
Mientras, disfrutábamos de una cata de vinos tinerfeños -guiada por un sorprendente Cesar Javier, que convirtió todo lo que nos metíamos en la boca en palabras precisas- y de los quesos de leche cruda de cabra -ese ahumado, inolvidable- presentados por Alexander López de Quesería Naturteno, todo lo que se veía y se sentía en el ambiente invitaba a la continuidad de la cita. Los talleres de los ilustradores -en los que además de los citados también participaba Fran Torrens– , los participantes en las presentaciones y conversatorios, los asistentes, todos, sabíamos en esos momentos que las cosas bien hechas tienen una inevitable continuación.
Nombrar algo en honor a una persona con su nombre (epónimo) puede ser muy contraproducente. Hay que tenerlas todas consigo para consagrar, por ejemplo, una avenida a la memoria de alguien, ya que sus actos pueden hablar por sí mismos, incluso siglos más tarde. Por algo así es por lo que los cimientos, o al menos algunas de las primeras plantas, de la bien edificada afición pajarera norteamericana se están tambaleando.
Esto es lo que debieron de pensar en la Sociedad Ornitológica Americana (AOS) en 2020 cuando le cambiaron el nombre al escribano de McCown por escribano de pico grueso. Aunque por el momento el Rhynchophanes mccownii mantiene la memoralia en su nombre científico. El pajarito en cuestión cambió oficialmente de apellido en la nomenclatura común angloamericana debido a que el mencionado John P. McCown (1815-1879), además de naturalista aficionado, resultó ser un profundo racista y defensor a ultranza del esclavismo.
Aquello fue solo el principio y ha sido ahora cuando Colleen Handel, presidenta de la AOS, ha anunciado que cerca de un centenar de aves cambiarán sus nombres por razones similares. Handel ha manifestado que «hay poder en un nombre, y algunos nombres de aves en inglés tienen asociaciones con el pasado que siguen siendo excluyentes y dañinas en la actualidad».
Hay que entender que este corte de cabezas afecta a la memoria de auténticos tótems mundiales de la ornitología. Y, efectivamente, salen a la luz detalles execrables que, desde luego, hacen complicado mantener ciertos apellidos ligados a aves. Es el caso de Kirk Townsend (1809-1851) que, además de compartir su nombre con la reinita de Townsend y el solitario de Townsend, se dedicó -tal y como dejó reflejado en sus diarios- a saquear tumbas para conseguir cráneos de indígenas con los que obtener datos antropométricos que demostrasen la superioridad racial blanca.
Más doloroso es el caso de John James Audubon (1785-1851); ese jamaicano de origen francés y naturalizado norteamericano; ese aventurero que recorrió todo Estados Unidos descubriendo su avifauna; ese artista que registró con un gusto exquisito 490 especies y que dio nombre a muchas de ellas; ese propietario de esclavos con los que comerciaba; ese hombre que llamó la atención a la corona británica por abolir la esclavitud. Son tantas y tan graves las demostraciones racistas y esclavistas de este “protornitólogo” que la mismísima Asociación Nacional Audubon -con más de 500 delegaciones esparcidas por el mundo y 118 años de historia- ha sido una de las entidades que ha solicitado el cambio de nombre de las aves que lucen su apellido.
Pero el plan es eliminar todos los nombres de personas y no solo los de aquellos con un pasado deshonroso. Lejos de ampararse en una repelente y nociva equidistancia, la decisión tomada por la Sociedad Ornitológica Americana tiene como razón para cambiar los nombres comunes la utilidad y accesibilidad al conocimiento. .
¿Para qué sirve un epónimo a la hora del reconocimiento de las especies o del aprendizaje de sus nombres comunes? Hablamos sobre todo a niveles iniciáticos, donde el empleo de la terminología debe ser muy clara para una correcta divulgación. ¿Para qué vale aprender apellidos -del ave y de la persona-, acumular ese dato, cuando todo es nuevo y cuando el antropónimo en ocasiones ni siquiera está relacionado directamente con la especie? Sin embargo, la decisión se lleva por delante el más bello de los honores que un biólogo o un filántropo puede obtener por haber dedicado su vida o su economía en pro del conocimiento de la biodiversidad: que una especie luzca su nombre.
La AOS apuesta fuerte por los nombres descriptivos y, curiosamente, una importante mayoría de los pajareros estadounidenses apoyan la medida. Por supuesto, les ha faltado tiempo para encontrar un acrónimo con el que hacer campaña: BN4B, Bird names for birds.
¿Podría la SEO plantearse una pequeña revolución en los nombres comunes?
En España somos muy proclives a enaltecer la vida y obra de prohombres. Les otorgamos con facilidad la nominalidad de calles, hospitales, auditorios y universidades. Y lo hacemos con tanta precipitación que incluso no esperamos a que la honra llegue como homenaje a un finado ilustre, sino que, con valor y poniendo manos en fuego por encima de nuestras posibilidades, invitamos al titular a cortar la cinta de inauguración o a poner primeras piedras.
Esta habilidad para premiar en vida o inmediata postmortem también nos ha brindado la capacidad de rebautizar con bastante facilidad. Por ello, con conocimiento de causa, podemos asegurar que la bicefalia nominal antes citada dura unos pocos años y nada hay que temer a que ese pasito genere confusión en el conocimiento. Los nombres comunes se pueden cambiar.
Temminck, Wilson, Bonaparte… son algunos de los modificadores de los nombres específicos comunes empleados en España. Los tres ejemplos pertenecen a grandes naturalistas y se aplicaron sus apellidos, bien por ser descriptores de la especie, bien, como es el caso del paíño de Wilson, a modo de reconocimiento a su trabajo. Parecen ser científicos éticamente intachables desde la perspectiva actual, pero será cuestión de tiempo ver si corren la misma suerte que en la órbita norteamericana y cambian de nombre las especies.
En cualquier caso, los tres ejemplos -correlimos, paíño y gaviota- son aves que se pueden catalogar como poco frecuentes o cuya observación requiere de un esfuerzo especial. Por lo general, la nomenclatura común empleada en España cumple bien su misión descriptiva o el empleo de nombres singulares, como el jilguero. De hecho, la Lista de aves de España elaborada por SEO, en su columna de nombres comunes, derrocha creatividad lingüística y posee una riqueza terminológica inigualable que se amplía gracias a las distintas lenguas oficiales, localismos y modismo vernáculos.
Sin embargo, hay algunos casos de apelativos que, quizá y desde una inocente perspectiva, deberían revisarse en la ornitología hispana.
Por un lado, está el empleo desmedido del apelativo real y otros “monarquismos” y su sorprendente persistencia en contra de la importancia de algunos endemismos.
(Antes de escribir esto me he asegurado de que “real” no se emplea con la acepción de “verdadero”. Vendría a ser como si el Fringilla montifringilla fuese más pinzón que el Fringilla colebs por alguna característica de indudable valor científico. Armado con el excelente Avetimología de José Manuel Zamorano, he confirmado mis sospechas: real se aplica a las especies que sobresalen por su tamaño o belleza de su plumaje. Una acepción y percepción muy monárquicas, ciertamente).
¿Ya que se trata de gustos estéticos, a ojos de un nuevo aficionado no sería mucho más “real” o incluso “imperial” el impoluto y mayestático fulgor blanco y el considerable tamaño de una garceta blanca, que el anodino gris de la garza real o el confuso maremágnum de colores de la imperial? Sin duda, hablar de garza gris y purpura –tal y como se las conoce internacionalmente- es infinitamente más universal e intuitivo que real e imperial. Parece que al joven aficionado, al futuro científico o al ornitólogo no hispanoparlante se le pondrían las cosas más fáciles y el carácter descriptivo del nombre común cumpliría con su función perfectamente al eliminar del listado los obsoletos modificantes citados.
El paroxismo terminológico llega de la mano de los endemismos, descritos de manera más o menos reciente. Cuando en 1989 se determinó que el águila imperial que habitaba en la península ibérica era una especie diferente del águila imperial (oriental) presente en el resto del mundo antiguo, se la bautizó como Aquila adalberti. Este nombre ya se lo había impuesto en 1861 el ornitólogo alemán Ludwing Brehm, cuando pudo describir la especie por primera vez, gracias a que el almirante prusiano Wilheim Adalbert había financiado sus expediciones por el sur de Europa. Desde que se constató que se trataba de una especie diferente, y dada su exigua área de distribución, la comunidad ornitológica internacional no duda en referirse a ella comúnmente como spanish eagle, aunque “imperial” siga siendo oficial en el nombre común. Mientras tanto, en España, nos aferramos al modificante “imperial”, dejando en un tercer lugar el “ibérica”. Esa nomenclatura (águila imperial ibérica), en una trasposición a la técnica taxonómica establecida de forma científica, relega a la especie a la categoría de subespecie, al menos en un espectro estético-semántico.
Un caso parecido, ya enmendado y que por ello demuestra que se pueden hacer estos pequeños cambios, es el Picus sharpei. The Cornell lab of ornitology aún reconoce que usualmente se la considera conespecífico del Picus viridis. Incluso la última edición de la guía Collins -la popular Svensson– directamente no se hace eco de su existencia, citándolo a modo de subespecie, para indicar que el Picus vaillantii norteafricano es muy similar. Esta escisión taxonómica del pito real (por otro lado, conocido mundialmente de manera mucho más descriptiva como pito verde) se llevó a cabo bajo la designación común de pito real ibérico, no siendo hasta la revisión de la Lista de Aves de España de la Sociedad Ornitológica Española (SEO) de 2022 cuando, por fin, desapareció el vocablo inútil.
En lo referente a lo que podemos llamar asuntos éticos o políticamente incorrectos, posible origen del pequeño incendio ornitológico norteamericano, nosotros también tenemos algunas ascuas ardientes. Tenemos los moros y morunos.
Sin incidir en lo obvio -y sin olvidar que se llama Passer hispaniolensis-, el gorrión moruno bien podría adoptar el modificador “mediterráneo” debido a su distribución, o un mucho más efectivo adjetivo que haga referencia a su oscuro moteado pectoral. Una vez más, sería un cambio útil e intachable.
Respecto al busardo moro, su apellido es a estas alturas, incorrecto. Llamar así a un animal cuya distribución llega a Kazajistán, India, China y Mongolia es, cuando menos, pobre. Y en el aspecto ético podría tildarse de vergonzoso si tenemos en cuenta la acepción despectiva que hoy tiene el vocablo “moro”. Su latinajo, Buteo rufinus, podría ponernos sobre la pista de un busardo rojizo, ya empleado en Cataluña (aligot rogenc), o el inglés long-legged derivar en un “patilargo” de resonancias muy pajareras.
Son solo ejemplos para tener, quizá, en cuenta a la hora de afrontar unos cambios motivados por razones no científicas en la Lista de Aves de España emitida por la Sociedad Ornitológica Española, siguiendo la estela dejada por la homónima norteamericana. Hipotéticos cambios que, en algunos casos, habría que acometer, más proto que tarde, por razones éticas y estéticas y, en otros, podrían considerarse casi secundarios. Sería una iniciativa, teniendo en cuenta la manera en que afecta a tradición y conocimiento -popular y científico- de las aves, difícil de encarar. Estas valoraciones corresponde hacerlas a los que realmente saben del asunto, que no deja de ser una especialidad científica en la que entran en juego múltiples factores.
Handel se manifestó al respecto de la siguiente manera: «Necesitamos un proceso científico mucho más inclusivo y atractivo que centre la atención en las características únicas y la belleza de las propias aves. Todos los que aman y se preocupan por las aves deberían poder disfrutarlas y estudiarlas libremente»
La impresionante colonia reproductora de halcones de Eleonora, situada en el archipiélago Mokador, a pocas millas de Al-Sawaira (Esauira), está sufriendo el impacto directo del cambio de temperaturas, debido a la crisis climática.
La sorprendente etología de los Falco eleonorae los lleva a reproducirse a comienzos del otoño. Esta temporada de cría tan tardía les ha supuesto una ventaja durante miles de años, al estar sincronizado con el paso postnupcial de las aves que van de camino a sus cuarteles de invierno. Disponer de tal cantidad de alimento, con miles de ejemplares en paso o sedimentados temporalmente en la costa continental y, especialmente, en la desembocadura del rio Ikseb, al sur de la ciudad, es una fuente inagotable de presas. El éxito reproductivo de estos falconiformes está fiado a la abundancia, aun con el riesgo de encontrarse con una meteorología menos benigna y contar con menos horas de luz para poder proveer de alimento a sus crías.
Sin embargo, esta fenología adaptada tan exitosa podría suponer ahora un peligro para la especie. El IUCN Moroccan Commitee viene advirtiendo de un serio problema ligado directamente al cambio climático. Durante el censo anual de esta ave en dicha colonia, realizado por expertos de la Universidad Mohamed V durante los días 14 a 17 de septiembre, se ha podido constatar un buen número de parejas reproductoras, superando los 1.400 nidos activos.
Sin embargo, el índice de supervivencia de los pollos ha decrecido alarmantemente. El equipo que ha realizado el censo relaciona directamente este hecho al retraso del flujo migratorio de las aves que regresan de Europa. Con una climatología más cálida, alternada con periodos tormentosos que obligan a las aves migratorias a ralentizar su viaje, los halcones ven reducida su despensa en etapas críticas del crecimiento de los pollos.
También han señalado que las águilas de Bonelli, que aprovechan tanto esa bonanza temporal de alimentos generada por la migración como por la cantidad desmesurada de pollos de Eleonora, están centrando su atención sobre estos últimos.
Naturtajo abrió sus puertas y comenzó su andadura en el cada vez más completo calendario de eventos, con el ecoturismo, la observación de fauna y la conservación, como eje central de su actividad.
La cita fue en el Centro de Interpretación del Parque Natural del Alto Tajo, en el pueblo Corduente, Guadalajara. La propuesta incluyó un buen catálogo de actividades al aire libre, un ciclo de conferencias rápidas y una pequeña feria donde los expositores podían dar a conocer sus servicios y trabajos o vender sus productos. Tres días con una agenda intensa y la promesa recurrente, inevitable y agradable, de encontrarse con un buen número de caras conocidas y algunos buenos amigos. ¿Qué más se puede pedir?
Nada. No hay que pedir nada más, porque eso es lo que quiere el aficionado y el profesional. Un lugar de encuentro donde aprender y conocer. Tener acceso a expertos que comparten sus conocimientos y sus experiencias personales. Saber de las iniciativas que empresas, asociaciones y organismos desarrollan en favor de la conservación. Dar con los guías y organizadores de tours que te ayuden a satisfacer tus expectativas. Artistas y artesanos que te deslumbren con sus trabajos.
Por suerte, el número de este tipo de eventos va sumando nuevas citas año a año. Una excelente noticia, tras las bajas que se produjeron durante el fatídico 2020.
Las hay enormes y apabullantes, como FIO o Delta Birding. Son la referencia y los lugares a los que hay que ir con cierta asiduidad. La duración de estos macro eventos está calculada para que el visitante pueda tener alguna opción de ver todo lo que allí se ofrece. Tal es su desbordante oferta.
Otras, más pequeñas, se organizan en torno a un evento natural. Como auténticos aquelarres, que en lugar de reunir a brujas y sacerdotes por tal o cual solsticio, juntan a cientos -si no miles- de pajareros y pajareras para decirles adiós a las grullas en Gallocanta o “¿hola, qué tal estás? a los vencejos” en Alange o Ávila.
Hay festivales que pretenden deliberadamente cierta intimidad, como Letras Verdes, para que fragüe la conversación de los asistentes como mortero para unir ediciones y levantar formidables parapetos que defiendan la biodiversidad.
Los hay temáticos, organizados por asociaciones no menos temáticas. Eventos ligados a una organización o un gremio, que anualmente se reúnen durante varias jornadas en las que tratar temas relacionados con la naturaleza, desde su prisma particular. La Asociación Española de Fotógrafos de Naturaleza lleva nueve ediciones de su Jornadas para la Conservación, por ejemplo.
Para terminar, están las ferias en toda regla. De tamaño más moderado, con aspiraciones locales o incluso aceptando el reto autonómico, el visitante entra en contacto muy cercano y real con los ponentes de las charlas o los exhibidores en sus carpas. Las ONGs o artesanos presentes suelen ser de la zona y conocer bien el terreno. Los organizadores de viajes de observación ofrecen rutas para acercarse a la biodiversidad de la región. Todo el mundo se conoce entre sí y si eres de fuera puede ser que te baste coincidir con un amigo para que se precipite la cascada de presentaciones que te lleve a terminar la jornada charlando con el ponente que tanto te impresionó. Y todo ello sin perder un ápice de profesionalidad ni de calidad e interés en el programa. Son esas en que la duración se estipula por el ambiente de cordialidad, que invita al asistente a poder dedicar a todo el mundo un periodo de charla adecuado. Periodos cuya duración oscila entre un café y un paseo, pasando por un “comemos juntos” o incluso un “¿cenamos y te cuento?”.
En esta agradable y necesaria categoría, por poner un ejemplo próximo, se encuentra OrnitoCyL.
Y es en el seno de este grupo donde ha nacido Naturtajo.
Cuando se junta el hambre con las ganas de comer.
Detrás de Naturtajo está el parque natural del Alto Tajo y eso es una base muy sólida. Y detrás de este espacio protegido está su director, Ángel Vela, pajarero viajero y muy sensibilizado con la importancia de la comunicación y la promoción de la conservación. Y como persona cabal que es, esta aventura la ha emprendido con Manuel Andrés Moreno, naturalista y ornitólogo de bota puesta y buena pluma, al que le conoceréis por ser cabecilla del añorado MADbird o por sus libros y publicaciones.
Con esta experiencia acumulada en la organización de eventos y la solvencia de instituciones y personas involucradas como cimientos, era difícil que la iniciativa no fuera por buen camino.
Es complicado pensar en un sitio más adecuado que el Centro de Interpretación del parque para organizar algo así. El edificio, precioso en su arquitectura exterior, tiene un salón de actos idóneo. Su interior y bajos abiertos al bosque se prestan a futuras exposiciones estáticas. Las piscinas naturalizadas, rebosantes de vida, conectan con lo que ocurre fuera, que no es sino vida silvestre.
La avenida de la feria, dispuesta en Y, siendo la conexión de los tres extremos la ubicación de las zonas de avituallamiento y encuentro para los visitantes. Este espacio se amplía a una campa de fresca hierba, salpicada de árboles, con bancos y mesas de piedra donde almorzar o descansar.
Todo ello, bendición, bajo la cubierta de árboles de gran porte que ofrecen sombra y frescor (agradable novedad en el panorama de las ferias y festivales). Bajo ella, se disponen las carpas de exhibición. Un elenco de organizaciones, empresas y personas ligadas a la naturaleza con la característica imperante de ser locales, en su mayoría.
Esto hace del evento una excelente herramienta para el desarrollo y promoción de la comarca y región y las iniciativas turísticas, conservativas y sostenibles de sus gentes.
En el interior del edificio se sucedían a buen ritmo y en formato equilibrado y rápido de 45 minutos, las ponencias y presentaciones. La programación, variada en campos y temáticas, fue de primer orden. Merece la pena visitar la página de la organizaciónla página de la organización para tener una visión general de lo que allí se habló.
Una vez más y con buen juicio, un buen número de las ponencias se centraban en estudios y bondades del Parque, aunque no faltaron presentaciones de libros o exposiciones de temáticas más globales.
El buen ambiente, la cordialidad y los pinzones, cantando a rabiar tras semanas de lluvia, hicieron el resto.
Un debut excelente para una feria que, por situación geográfica y buen hacer del equipo de organización, está llamada a convertirse en un fijo de la agenda de muchos aficionados a la observación de fauna y ecoturistas activos.
Muchos españoles y españolas tenemos una cita en los colegios electorales el día 28 de mayo. De esta votación saldrán elegidos los Gobiernos de un buen número de autonomías, que son los responsables de la gestión del medioambiente, los ecosistemas y la vida silvestre.
Unos más y otros menos, incluso los indecisos, todos tenemos nuestras preferencias políticas más o menos definidas. Tenemos nuestra concepción de cómo queremos que se gaste el dinero de nuestros impuestos, tenemos nuestros intereses y sabemos perfectamente cómo nos gusta que nos seduzcan los políticos. Por mucha diversidad informativa que tengamos, sabemos lo que hacen unos y otros. Y en base a todo eso, más el importante factor de la educación, decidimos el color de nuestro voto.
¿Pero qué pasaría si todos aquellos que estamos preocupados por el estado de la biodiversidad, la amenaza galopante de la sexta extinción masiva y la degradación del medioambiente decidiésemos votar con estos asuntos entre nuestras prioridades, con una visión que fuese más allá de los intereses humanos y de nuestra economía? Obviando la cada vez más frecuente concepción de lo animal que se limita a mascotas o a ganado, olvidándose de la fauna silvestre, y, por supuesto, sin caer en el canto de sirena que supone pensar que medioambiente y energías renovables son lo mismo: ¿Cuáles son las propuestas específicas para la protección de espacios y especies? ¿Existe algún partido que piense en el ecoturismo, la cada vez más frecuente afición a la observación de fauna o que se plantee la existencia de un medio natural que nada tiene que ver con el medio urbano o el medio rural?
Si el votante concienciado con estos temas hiciese suya la máxima de “por sus actos los conoceréis”, emplearía la jornada electoral para ir a ver de cerca la reproducción del chorlito carambolo en la mancha húmeda.
A nivel de administraciones autonómicas, la gestión del medio natural es una receta gastronómica donde los ingredientes principales son la captación de votos y las cuestiones económicas de índole humana, quedando la conservación en el estrato de las llamativas guarniciones y los sofisticados postres del menú. Y eso a pesar de que la dirección de los espacios naturales –desde modestas ZEPAS hasta los grandes Parques Nacionales- recae directamente sobre sus hombros. De hecho, si no fuera por la Unión Europea, vía recibos en periodo voluntario de pago, y el control que ejercen los sucesivos Gobiernos centrales del Estado (independientemente de su signo político), la biodiversidad ibérica estaría francamente en peor estado.
La tradición sobre la alternancia política en las autonomías consiste en agarrarse a los sillones pasando, incluso, por encima de los designios del partido. Para ello, basta observar el clientelismo del Gobierno de Asturias (PSOE) manifestando su oposición frontal a la protección del lobo ibérico estipulada por el Gobierno central del PSOE. Esta declaración en rebeldía fue más allá y la hicieron suya los Gobiernos de otros colores, como el Regionalista de Cantabria o el Partido Popular en Galicia y en Castilla y León y que sentían la presión en sus cogotes de los votantes ganaderos y cazadores.
Desde que los Trump y Bolsonaro demostraron que todo vale en mentiras medioambientales para llegar al poder, el votante preocupado por la conservación lo tiene mas fácil. Antes, aunque solo fuera por cubrir el expediente, los candidatos, al menos, disimulaban a la hora de agredir a la biodiversidad. Con el populismo y la dispersión de bulos cabalgando a galope tendido y allanando el camino para que políticos de poco calado moral puedan soltar sus peligrosas mentiras, ahora hacen campaña de los desastres que pretenden perpetrar..
Así, por ejemplo, Paco Núñez, candidato del PP para la Presidencia de Castilla La Mancha, aseguraba que la política de legalización de riegos que se quería llevar a cabo en Doñana era el modelo a seguir también en su Comunidad. Y los que pensaban que lo de los pozos de Doñana estaba justificado porque se daba de comer a los agricultores (ladrones de agua) de la fresa se han despertado esta semana con el visto bueno del Gobierno de Bonilla (PP) para levantar un complejo urbanístico de lujo con campo de golf en el mismo entorno.
Y es imposible hablando de agua, del Partido Popular y del precio de los votos, no hacer referencia al desastre medioambiental del Mar Menor.
En Madrid, la locura populista va más allá y la misma presidenta Isabel Díaz Ayuso, que en sede parlamentaria negaba el cambio climático, se atrevió a decir en debate electoral televisado que su propuesta para solucionar la crisis climática era “poner una maceta en cada balcón de la ciudad”. Claro, que unas semanas antes no dudó en proclamar que volvería a autorizar la apertura de la estación de esquí de Navacerrada
-situada en el Parque Nacional de Guadarrama e inviable económicamente por la ausencia de nieve, clausurada por ella misma tiempo atrás- porque es cuna de grandes deportistas.
VOX, la factoría de bulos medioambientales -que ha conseguido reunir en su entorno a una sorprendente cantidad de abonados a la creencia de los chemtrails, negacionistas del cambio climático y de la pandemia, así como a propagadores de ideas peregrinas sobre vacunas y microchips– ha logrado asentarse con fuerza en el sector cinegético. Aun con su limitada libertad de acción, este caladero de votos ha empujado a la formación, allá donde tiene cuota de poder en los Gobiernos autónomos, a proponer todo tipo de medidas para mayor gloria de la caza. Y ahí termina su vinculación con la vida salvaje. Bueno, con eso y con que ha transcendido que su presidente, Abascal, es abonado de la Sociedad Española de Ornitología.
Dejamos para el final de este breve repaso de los destacados más mediáticos a los partidos que participan del Gobierno de la nación. Dentro de su cupo de poder limitado, Unidas Podemos, desde el Ministerio de Derechos Sociales, ha elaborado la llamada ley de Bienestar Animal que, aun siendo claramente necesaria, ha dejado mucho que desear en contenido y redacción, afectando -toda vez que los animales ganaderos y los de trabajo, así como los perros de caza quedaron fuera- solo a animales de compañía y mascotas.
Por su parte, el PSOE, esta vez sí se ha movido bien en los campos que aquí estamos tratando. Terminó con la moratoria que permitía cazar en los Parques Nacionales, puso en juego muchos votos en contra con la protección total del lobo y se movió para conseguir el “cupo 0” en la caza de la tórtola europea. Y, recientemente, mostró su garra para impedir la locura de los pozos en Doñana y la urbanización de lujo en ese mismo entorno.
Eso es el pasado, pensemos en el futuro: los programas electorales.
La primera sorpresa es que una gran parte de los partidos no elaboran un programa político de carácter autonómico. Producen un escrito llamado “programa marco” lleno de proclamas, esbozan ideas generales y componen una serie de argumentos rimbombantes que, curiosamente, luego escuchamos a los candidatos cuando les ponen un micro delante. Debe de ser por esto que, por lo general, da igual escuchar a cualquiera de los diferentes líderes autonómicos de un partido, porque dicen exactamente lo mismo.
Aun así, la vocación informativa de este medio ha hecho que buscásemos las propuestas que los diferentes partidos hacen de cara a las elecciones del 28M en referencia a los temas centrales que toca El Vuelo del Grajo: observación, conservación y vida silvestre. Ojo, la cosa está ordenada de menos a más.
Unidas Podemos es de los partidos que se ha limitado a elaborar un programa marco para las elecciones autonómicas de mayo. En él podemos encontrar un amplísimo abanico de propuestas sociales, económicas y de igualdad, pero nada, absolutamente nada, sobre políticas de conservación y biodiversidad o preocupación sobre el medio natural.
Cruzando de extremo a extremo, en el minimalista programa marco de VOX de 603 palabras -los artículos de El Vuelo del Grajo suelen contar con entre 1.500 y 3.000- y que han adaptado para cada provincia, que no comunidad autónoma, cambiando el título, pero dejando el resto igual. Se reconocen protectores radicales del mundo rural y abogan por la “defensa de la caza y su contribución al equilibrio del ecosistema”. El entrecomillado marca el total de palabras relativas a los temas tratados.
El programa genérico del Partido Popular no incluye nada. Ni tan siquiera un capítulo, un punto o alguna referencia a algo vinculado con la naturaleza. Solo hemos encontrado dos párrafos ligados al rural y que no estén relacionados con industria, energía o explotaciones económicas. En el primero proponen facilitar la normativa para cazar “con objeto de controles poblacionales y luchar contra el furtivismo”, así las dos cosas, sin comas o puntos que subrayen su importancia. En la segunda propuesta “exigiremos la exclusión del lobo en el listado de especies silvestres en régimen de protección especial”. Y eso es todo.
El Partido Socialista Obrero Español sí ha confeccionado programas electorales para cada autonomía, pero solo hemos logrado encontrar -y buscar hemos buscado- las versiones editadas según las pautas de lectura fácil de Inclusion Europe y la norma UNE 153101 EX por Adapta Plena Inclusión Madrid. El texto resultante, libre de palabrería grandilocuente, pone de manifiesto la terrible sensación de que, para este partido, en la Comunidad de Madrid, por ejemplo, la naturaleza se limita a “emplear bien el agua, regando parques y jardines”, “cuidarán de los bosques para que no haya incendios” y que “terminarán con los vertidos en el río Jarama”. Y ya.
Según nos alejamos de las formaciones políticas de ámbito estatal y nos aproximamos a las que mantienen sus intereses en zonas más concretas, la cosa va cambiando. Los compendios de propuestas políticas pasan a manejar palabras como riqueza medioambiental, patrimonio natural, valor paisajístico o nuestra biodiversidad. ¿Será que la proximidad al terruño hace que los candidatos aprecien más los verdaderos valores de su tierra?
El primero de los partidos cuyo programa electoral incorpora planes respecto a la fauna silvestre que no sea cazarla, es el Partido Nacionalista Vasco en su campaña para las elecciones forales. Además de las obligadas referencias a la economía circular, implementación de energías renovables y una mejora de la gestión de agua -temas recurrentes en casi todas las formaciones-, los nacionalistas vascos, en el epígrafe titulado ‘Sostenibles y saludables’, incluyen este bonito párrafo: “Impulsaremos también actuaciones de protección del patrimonio natural, con el objetivo de su conservación, integrando los requisitos de conservación, uso sostenible, mejora y restauración del patrimonio natural y de la biodiversidad en todas nuestras políticas”.
Y si de amor a su tierra se trata, el siguiente partido que nos vemos obligados a reseñar es la alianza Aragón Existe –Teruel Existe, que demuestra que las opciones políticas territoriales, con mayor conocimiento y vinculación real a las demarcaciones que defienden, proponen medidas mucho más interesantes y detalladas en relación con la conservación, la observación de fauna y el ecoturismo. Merece la pena reproducir varios de los puntos del capítulo titulado de manera muy significativa: “Medioambiente, biodiversidad y paisaje”.
Podemos es de los partidos que se ha limitado a elaborar un programa marco para las elecciones autonómicas de mayo. En él podemos encontrar un amplísimo abanico de propuestas sociales, económicas y de igualdad, pero nada, absolutamente nada, sobre políticas de conservación y biodiversidad o preocupación sobre el medio natural.
1. Crearemos un departamento de Clima, Energía y Medio Ambiente con competencias adecuadas sobre medio ambiente y diferenciado de la actual Consejería de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente.
16. Integraremos la política de paisaje en la ordenación del territorio, en el urbanismo y la vivienda, y en los diferentes usos del suelo.
17. Potenciaremos los itinerarios paisajísticos, los miradores y la protección del paisaje en las distintas comarcas.
18. Propondremos nuevas reservas de caza y replantearemos las actuales para dotarlas de protección legal.
19. Mantendremos la financiación para los centros de recuperación de fauna salvaje.
20. Protegeremos y promocionaremos el patrimonio natural y cultural con las figuras jurídicas adecuadas y con los medios apropiados.
21. Impulsaremos el desarrollo del turismo cultural y de naturaleza, con más ambición y recursos en los Parques Naturales, en los Lugares de Interés Geológico (LIG), Lugares de Importancia Comunitaria (LIC/ZEC), Zonas de Especial Protección de las Aves (ZEPA), y demás figuras integradas en la red Natura 2000.
22. Ampliaremos el número y extensión de los espacios protegidos Red Natura 2000 hasta llegar a una superficie del 30%, garantizando y preservando su protección.
23. Generaremos, sobre estas figuras de protección, proyectos de dinamización, inversión y promoción generando un producto turístico competitivo.
Y, para terminar, nos encontramos con el partido que ha desarrollado un programa electoral más detallado, con conocimiento del territorio y sus requerimientos. Dejando de lado las generalidades y obviedades y sin miedo a que alguna propuesta pudiese suponer la pérdida de votos, Más Madrid, sin duda gracias a su alianza con Los Verdes y EQUO sí incluye en su programa una buena colección de las palabras mágicas: observación, conservación, ciencia, protección, biodiversidad…. En un capítulo titulado ‘Una comunidad Más Verde’, el partido divide los contenidos en tres epígrafes, siendo el tercero titulado ‘Biodiversidad y Medioambiente’. Contiene 20 puntos que encaran el problema de frente y sin ambages. Nada más empezar su lectura nos encontramos con un explícito: “Actualizaremos el catálogo de especies amenazadas de la Comunidad de Madrid, para adecuarlo a la normativa estatal y europea, y elaboraremos los planes de gestión de las especies en peligro y/o vulnerables”. Poco después podemos leer: “Iniciaremos los trámites necesarios para que el Monte de El Pardo sea el segundo Parque Nacional que tenemos en Madrid”, que se complementa con lo expuesto en el siguiente punto y que hace referencia a la ya mencionada estación de esquí de Navacerrada y al Parque Nacional de Guadarrama, dejando claro que existen opciones al populismo cortoplacista y demagógico. El texto mencionado es el siguiente: “Impulsaremos el Plan SOS Navacerrada para la restauración integral del Puerto de Navacerrada de acuerdo con el Organismo Autónomo Parques Nacionales, incluyendo la ampliación del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, para incorporar zonas de excepcional valor científico y conservacionista, con el objetivo de crear nuevos empleos verdes ligados a la educación ambiental, el disfrute y la observación del medio natural del Parque”.
Otras medidas que proponen: una nueva Ley de evaluación de impacto ambiental (el PP derogó la ante¬¬rior en 2015); revisar el actual plan de gestión de Parques Regionales; continuar con la renaturalización del Río Manzanares; renovar el plan de gestión de humedales y RED NATURA 2000; o una nueva ley de caza que sustituya a la vigente, que data de 1970. En esta última propuesta se puede leer “con criterios de sostenibilidad ambiental, conservación y recuperación de la biodiversidad y compatibilidad del uso de los espacios naturales por quienes no practican la caza”.
Respecto a la caza, afirman que prohibirán tanto la captura de aves fringílidas para mantenerlas, como aves de canto en cautividad, como la práctica del tiro al pichón.
No deja de sorprender la preocupación y conocimiento a la hora de elaborar la lista de propuestas, que se incluya algo tan demandado como es “Estableceremos una red de corredores ecológicos con especial atención a la protección del corredor ecológico Meaques- Retamares-Río Guadarrama” o una batería de medidas preventivas ante los daños que genera el lobo. Preventivos, que no paliativos.
Terminar sabiendo que existe gente cabal en algunas comunidades, que dedican tiempo y esfuerzo -al menos- a elaborar planes para que la cuesta abajo en la que hemos metido al planeta no sea tan inclinada, permite tener algo de esperanza. Pero saber que casi el 40% de los políticos suscriben políticas que en términos conservacionistas podrían exponerse bajo el epígrafe “Para lo que nos queda en el convento…” da miedo. Mucho miedo.
Esta frase y otras similares son frecuentes en declaraciones de sindicatos agropecuarios, federaciones de caza y medios de comunicación afines a estos sectores. Dan la sensación de vivir atenazados por el miedo y generan, a su vez, una sensación de inseguridad muy alta al resto de la población.
Pero, ¿es la fauna salvaje un peligro real para los humanos? Veamos qué dicen los datos:
Algunos titulares de noticias que señalan a los peligros reales.
Hay que partir del hecho de que no se conocen casos fiables de ataques mortales de osos o lobos a personas en la península. Recientemente hubo un encontronazo de una señora con un oso, del susto, la mujer cayó al suelo y resultó herida. Inmediatamente fue considerado como un ataque en toda regla por la prensa antifauna. La investigación posterior e, incluso, las declaraciones de la damnificada, no dejaban lugar a dudas de que el asunto no había pasado de encontronazo, muy poco afortunado. A nadie, ni propios ni ajenos, se le escapa que si el plantígrado, como los mismos sectores acusadores no dejan de repetir, es capaz de poner en peligro la ganadería vacuna ¿cómo es posible que una señora mayor salga casi indemne de un ataque de semejante animal?
Los ataques de jabalíes son más frecuentes. También es cierto que la mayoría de estos ataques los sufren los mismos cazadores durante la práctica de la afición cinegética. La fauna ibérica no es un peligro para las personas, pero tampoco son los animales de las películas de Disney que muchos creen. Son animales salvajes y, si los molestas, persigues o acosas, es muy probable que se defiendan. Pero eso no es un ataque, es un comportamiento de defensa y como tal ha de ser considerado.
Si tenemos en cuenta el número de animales salvajes potencialmente peligrosos y lo comparamos con el número de ataques graves o mortales que se producen, vemos que no es, al menos, uno de los principales peligros por los que tengamos que tomar medidas urgentes.
Pero eso no quiere decir que pasear por el campo no pueda tener riesgos. A diferencia de los animales salvajes, la caza sí es un peligro real para las personas. Existen muchas informaciones falsas y datos tergiversados. Los medios de comunicación, según sea su posición con respecto a la caza, “cocinan” las cifras recopilatorias en un sentido u otro. Evitando estas publicaciones más tendenciosas y centrándose en medios solventes, basta con una simple búsqueda en internet para hacerse una idea de la gran cantidad de muertes que provoca la caza al año. Sin alejarse mucho en el tiempo, entre noviembre y diciembre de 2022, murieron cinco personas en los montes de España a causa de accidentes cinegéticos.
A pesar del peligro real y demostrado de la práctica de la caza, no parece que se haga nada para poner remedio y proteger a la población. La aversión del sector a la implementación de medidas que hagan de su afición una práctica segura y menos dañina para el medioambiente es rotunda. Es una negativa férrea a cualquier modificación de sus leyes, rituales y tradiciones.
Hace unas semanas, el colectivo cinegético se quejaba públicamente porque las fuerzas del orden habían interrumpido una batida para realizar una prueba de alcoholemia a los que portaban armas. Es bien sabido que los desayunos y almuerzos en las monterías y batidas no son precisamente ligeros y las bebidas alcohólicas son parte de la tradición del llamado ”taco”. Una medida eficaz y coherente, que debería haber sido aplaudida, como es que se controle el estado de embriaguez de gente armada para evitar precisamente estas desgracias, fue recibida como un ataque.
Pero hay más peligros. Los animales silvestres, por lo general, temen al humano, por lo que ante nuestra presencia suelen huir. El enfrentamiento, de darse, será con carácter defensivo ante el acoso o la persecución. Así, por ejemplo, una manada de lobos en el campo no es un peligro para el hombre, como demuestra que no exista ni un solo caso confirmado de agresión en los últimos siglos. En cambio, una rehala de perros de razas seleccionadas genéticamente para cazar no teme a los seres humanos. Esto hace que, sí, puedan llegar a ser muy peligrosos para las personas, como en el caso de la joven embarazada que fue devorada por los perros de unos cazadores que se encontraban en la zona, en el sur de Francia, cerca de la frontera con España.
Al igual que los perros, el ganado doméstico tampoco suele tener miedo al humano. Ello le convierte en un peligro potencial para los habitantes y visitantes de estos lugares. El ejemplo de los escapes recurrentes en Brieva (Segovia), donde un grupo de toros bravos llegó a embestir a varias personas, obligó a sus habitantes a quedarse encerrados en sus casas por seguridad. En este caso, las autoridades parece que no fueron excesivamente tajantes, a juzgar por el retraso en reparar y reforzar el vallado. Estas desgracias se producen de forma cotidiana sin que nadie haga nada.
En este artículo se ha hecho referencia principalmente a hechos con consecuencias fatales, pero el número de heridos es muy elevado.
Urge bastante más acabar con las desgracias mortales que ocurren diariamente en nuestro mundo rural que preocuparse por peligros hipotéticos, basados en miedos y leyendas. Todo esto, suponiendo que la caza deportiva pueda ser considerada un modo fiable de evitar supuestos ataques. En el caso del jabalí, hasta el momento, la gestión cinegética deportiva tradicional se ha mostrado absolutamente inútil.
La realidad es que todos los años se producen muertes y accidentes muy graves en el mundo rural, causados por los peligros comentados anteriormente y nadie hace nada. ¿Parece coherente tener miedo a los ataques de lobos, que nunca han ocurrido, mientras se obvian las escopetas o el ganado doméstico, que han demostrado un peligro mortal real? A mí no.