Una pradera inabarcable tapizada de tussoks1 y amplias zonas empantanadas llenas de larvas de mosquitos y reznos; caribús, osos, zorros, lobos, carneros de Dall, bueyes almizcleros, glotones, ardillas terrestres; ni un solo camino, ni una sola pista de que Homo sapiens existe y domina el mundo. En sus entrañas, la tunda ártica esconde restos de mamuts y otros animales prehistóricos; también de civilizaciones pasadas que no pudieron adaptarse a los tiempos modernos. Aquellos antiguos habitantes del Ártico medraban gracias a lo que obtenían de la tierra. Vivían en un entorno severo e implacable, y se servían de habilidades aprendidas de generación en generación para sobrevivir. Eran indígenas para los conquistadores, aunque ellos se identificaban simplemente como personas. En la distancia solo se distinguen montañas, ríos cubiertos de aufeis2s, valles, acantilados…

Cantos y bailes tradicionales del pueblo gwitch’in. Fotografía: Tato Roses.
Para muchas personas esta somera descripción del ecosistema ártico no resulta especialmente atractiva. Poca gente estaría dispuesta a explorar un lugar así durante varias semanas en total autonomía y sin ninguna comodidad, exponiéndose a elevadas dosis de riesgo e incertidumbre. Nosotros lo vamos a hacer. Será nuestra tercera ruta por Alaska, quizá la más ambiciosa.
A lo largo de casi 400 km recorreremos a pie y en packraft3 una de las zonas más prístinas de Alaska y de la Tierra, actualmente amenazada por la avaricia del ser humano. Nuestra ruta discurre por uno de esos escasos y preciados lugares que todavía se pueden calificar como verdaderamente remotos. En inglés existe un término para ese conjunto de virtudes que describen la naturaleza salvaje: wilderness. Nuestro propósito es realizar un documental de aventura centrado en la conservación de la naturaleza para enfatizar y transmitir la importancia de conservar las últimas zonas sin humanizar que quedan en la Tierra.
Debajo de la superficie de la tundra se extiende una capa helada de varios cientos de metros de espesor llamada permafrost y que alberga ingentes cantidades de carbono y metano procedentes de épocas pasadas. Más allá de esta capa helada, a varios kilómetros de profundidad, la Tierra esconde energía solar empaquetada desde hace millones de años en forma de hidrocarburos: una mezcla de átomos de carbono e hidrógeno que sustenta a la sociedad moderna, que con más de 8200 millones de personas somete de forma abrumadora al resto de especies. El origen de ese “sol concentrado” se remonta al Carbonífero y a la era mesozoica, cuando el Ártico de Alaska era muy diferente y estaba poblado por enormes bosques inundados. Con el paso del tiempo, la materia vegetal y los microorganismos enterrados dieron lugar a gigantescos depósitos de hidrocarburos, que permanecieron ocultos hasta que el ser humano descubrió su enorme potencial energético.

Dos caribús se aproximaron prestándonos atención. Fotografía: Tato Roses.
“Petróleo” es una palabra mágica que despierta en muchas personas un renovado interés por el Ártico basado en el dinero y el poder. El nuevo gobierno de Estados Unidos, liderado por el iracundo e ignorante Donald Trump, ha dado luz verde a la explotación de hidrocarburos en el Ártico de Alaska, aduciendo la necesidad imperiosa de expoliar extensas zonas antaño reservadas a la naturaleza por su extraordinario valor estratégico, tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo.
Si no conoces este lugar quizá te resulten convincentes los argumentos a favor de su explotación: “Es una zona inmensa, y solo vamos a perforar en una parte muy pequeña, donde no hay prácticamente nada salvo hierba, turba y mosquitos”; “los nuevos y modernos sistemas de prospección, perforación y extracción apenas dañan el medio ambiente”; los caribús y los osos polares tienen terreno de sobra para hacer lo que quieran”; “la nueva América necesita petróleo y gas para no depender de mercados extranjeros que podrían poner en riesgo nuestra hegemonía”; “es nuestra tierra y los recursos están ahí para que los podamos aprovechar en beneficio de todos”.
“Petróleo” es una palabra mágica que despierta en muchas personas un renovado interés por el Ártico basado en el dinero y el poder. El nuevo gobierno de Estados Unidos, liderado por el iracundo e ignorante Donald Trump, ha dado luz verde a la explotación de hidrocarburos en el Ártico de Alaska
Pero cuando has recorrido a pie este prístino ecosistema sin rastro de artificialidad y has visto de cerca cómo se entrelaza la existencia de los innumerables seres vivos que lo habitan, ya sean vegetales o animales, entonces las palabras de esas personas distantes, poderosas y bien vestidas, sin tierra en sus zapatos, son como un puñetazo en la cara, un insulto despreciable e ignorante hacia el valor intrínseco de la naturaleza

La sombra de nuestra avioneta se proyecta sobre el mar de Beaufort, en el océano Ártico. Fotografía: Marta Bretó.
Vamos a retroceder un poco en nuestro relato, porque creemos que conviene explicar por qué la explotación de hidrocarburos en el Ártico de Alaska es especialmente dañina.
En esta vasta extensión de tierra, decenas de miles de caribús (Ranfiger tarandus) migran anualmente desde las zonas de invernada en Canadá hasta las zonas de cría en la llanura costera de Alaska, donde se encuentran más seguros frente a los depredadores, los mosquitos y los reznos.
Para el pueblo gwich’in, el lugar donde los caribús dan a luz es tierra sagrada. Esta gente, que habita Alaska desde mucho antes de la llegada del hombre blanco, ha dependido tradicionalmente de la migración del caribú. Cuando eran nómadas seguían constantemente los movimientos de este animal, y hoy en día el caribú sigue siendo el símbolo de su existencia. No en vano se hacen llamar “el pueblo del caribú”.
Lamentablemente, las perforaciones para extraer petróleo, de llevarse a cabo, se ubicarían exactamente en este terreno sagrado, modificando las rutas migratorias anuales del caribú, y la vida y la identidad de los gwich’in se vería trastocada para siempre. Es probable que con el paso de los años acabaran siendo asimilados por el mundo moderno, o borrados del mapa de la humanidad.
Algo similar sucede con los inupiaq, situados más al norte, junto al océano Ártico. Este pueblo vive principalmente de la caza de ballenas, que realizan de forma artesanal desde hace siglos. Sin embargo, el ruido y las vibraciones de las plataformas de perforación, tanto en tierra como mar adentro, interferirían con el sistema de comunicación de los cetáceos, que se alejarían para siempre de la costa ártica. Como consecuencia, los inupiaq perderían su fuente tradicional de alimento, y con ella su identidad.

Un lobo de la tundra nos observa con curiosidad antes de continuar su camino. Fotografía: Marta Bret
Además de multitud de aves, la costa es el hogar de una de las especies que más sufren las consecuencias de la crisis climática: el oso polar. Este superdepredador hiberna bajo la tundra y es muy sensible a las perturbaciones de su hábitat, por lo que sin duda su existencia se vería amenazada por la presencia de los pozos de petróleo y las infraestructuras asociadas: carreteras, vehículos de gran tonelaje, viviendas, oleoductos…
En 2022 documentamos el Ártico de Alaska por primera vez. El Arctic National Wildlife Refuge, en el noroeste de Alaska, llevaba años en el punto de mira de muchos políticos. Durante su primer mandato, la administración de Donald Trump apoyaba vehementemente la idea de perforar el Ártico, argumentando que esa zona remota era un lugar desértico y sin ningún interés.
Tres años más tarde nos proponemos documentar otra zona de alto riesgo para el medioambiente. Reserva Nacional de Petróleo en Alaska es sin duda un nombre poco atractivo, pero su significado es engañoso, pues se trata de un lugar más extenso que Andalucía totalmente virgen, sin domesticar por humanidad.
Nosotros no esperábamos documentar un contraste tan brutal con dichas palabras: jamás hemos visto tanta vida salvaje. Durante los 18 días que pasamos recorriendo el ANWR vimos miles de caribús, tres osos grizzly, un lobo de la tundra, decenas de ardillas terrestres del ártico, centenares de carneros de Dall, puercoespines, perdices nivales, águilas calvas y otras rapaces, sin contar la presencia a través de sus rastros de otras especies como el zorro rojo, el zorro ártico y el alce.

Un grupo de carneros de Dall juguetean de madrugada, bajo la suave luz del sol de medianoche. Tato Roses.
El resultado de ese proyecto documental fue Los caminos del Caribú. Una película creada con un presupuesto mínimo en la que no había más participantes que nosotros dos: protagonistas, directores, guionistas, cámaras, editores y todo lo que podáis imaginar. Este filme participó y continúa participando en festivales internacionales, ha recibido algunas menciones de honor y actualmente se proyecta en los consulados de Argentina, Honduras, Paraguay, Bolivia, Perú, Uruguay, México, Costa Rica, El Salvador, Chile, República Dominicana, Guinea Ecuatorial, Guatemala, Nicaragua, Panamá y las embajadas de Colombia, Cuba, Ecuador y Venezuela. Todo esto contribuye a difundir el mensaje de conservación que queremos transmitir, pero no vamos a detenernos aquí.
Tres años más tarde nos proponemos documentar otra zona de alto riesgo para el medioambiente. Reserva Nacional de Petróleo en Alaska (National Petroleum Reserve in Alaska) es sin duda un nombre poco atractivo, pero su significado es engañoso, pues se trata de un lugar más extenso que Andalucía totalmente virgen, sin domesticar por humanidad. Esta zona remota, situada en el noroeste de Alaska, está permanentemente desprotegida de la explotación de hidrocarburos y su futuro depende del hambre energética del mundo, del gobierno de Estados Unidos y de la voluntad del pueblo.
Este inmenso territorio, de algo más de 93.000 km2, fue designado en 1923 por el presidente Warren Harding como suministro de emergencia de hidrocarburos para uso militar. Alberga hábitats de extraordinario valor ecológico en los que medran especies como el oso polar y el grizzly, el lobo de la tundra, el glotón, el buey almizclero, el zorro ártico y el rojo, diversas rapaces, el colimbo, el éider y otras aves acuáticas.
En esta valiosa reserva se encuentra la zona de cría de una de las mayores manadas de caribús del país (164.000 ejemplares en 2023). Aquí crían millones de aves de los seis continentes y de la mayoría de los océanos del mundo. Es la tierra ancestral de los primeros pobladores de Alaska desde hace más de 10.000 años. Aquí se encuentra el yacimiento de Liscomb Bonehead, el depósito más prolífico de huesos de dinosaurio de todas las regiones polares de la Tierra. El porcentaje de protección permanente frente a la explotación de hidrocarburos es del 0 %.
Nuestro destino es la zona especial de Utukok River Uplands, el mayor ecosistema intacto de praderas que queda en Estados Unidos. Tenemos la intención de recorrer los casi 300 kilómetros del río Utukok desde las proximidades de su nacimiento en las montañas Delong, en las estribaciones de la Sierra de Brooks, hasta su desembocadura en Kasegaluk Lagoon y el mar de Chukchi, en el océano Glacial Ártico. Hasta la fecha, solo un puñado de personas han visitado este lugar.

Chorlito dorado americano. Fotografía: Marta Bretó.
El siglo IX fue el siglo de oro de la exploración: hollar la cima del Everest, encontrar el paso del Noroeste, circunnavegar el planeta, alcanzar el polo Sur… Fueron grandes hazañas y sus protagonistas encontraban patrocinio en la realeza, en grandes empresas y en los bolsillos de adinerados comerciantes y filántropos. Asimismo, las conferencias que impartían los exploradores tras sus extraordinarios viajes les proporcionaban pingües beneficios.
Esa época dorada de la exploración y el descubrimiento hace tiempo que quedó atrás. Hoy se persigue la rapidez y la dificultad; la integridad de la naturaleza está en un segundo plano.
En INDOMITUS queremos formar parte de la naturaleza de un modo intenso y contagiar el espíritu de la aventura, la ecología y la protección del mundo natural. Para ello tenemos herramientas muy potentes: determinación, creatividad y espíritu aventurero. Fatalmente, el tema económico, un pilar que por desgracia es importante, no lo llevamos tan bien. Una sola persona no cambia el mundo, pero puede añadir su voz para crear una revolución. Nosotros queremos sumar nuestro documental a un mar de propuestas e iniciativas que defienden la protección de la naturaleza por su valor intrínseco. Si piensas así, puedes aportar tu granito de arena colaborando en nuestra campaña de micromecenazgo en Verkami.
Los jefes indios Noah Sealth y Toro Sentado resumieron de forma simple y efectiva la importancia de frenar la depredación del ser humano: “Solo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado y el último animal muerto, nos daremos cuenta de que el dinero no se puede comer”.

Nuestras sombras se proyectan sobre el paisaje. Fotografía: Marta Bretó.
- Tussocks: Grupo de especies de gramíneas de la familia Poaceae. Suelen crecer en matas formando montículos de hasta casi un metro de altura, cubriendo grandes extensiones en praderas y pastizales. Las raíces pueden alcanzar dos metros o más de profundidad, lo que contribuye a la estabilización de taludes, al control de la erosión y a la porosidad del suelo, facilitando la absorción del agua. Los tussoks son muy resistentes al fuego y proporcionan hábitat y alimento a insectos, aves y roedores. Son un incordio para caminar, pero sin ellos las praderas árticas no existirían tal como las conocemos. ↩︎
- Aufeiss: Cuando llega el invierno y los ríos comienzan a congelarse, se forma una capa superficial de hielo que va aumentando de grosor a medida que baja la temperatura, que en el ártico puede alcanzar los 40 ºC negativos. El agua que circula por debajo sale a la superficie a través de grietas y se congela rápidamente. El canal por el que fluye el agua se estrecha, lo cual incrementa la presión, provocando nuevamente el flujo del agua hacia el exterior, que se congela. La acumulación sucesiva de láminas de hielo forma el aufeiss u overflow ice (hielo desbordante), que en algunos ríos llega a alcanzar más de dos metros de grosor y cubrir grandes extensiones. ↩︎
- Packraft: Se trata de una embarcación hinchable, portátil y resistente parecida a un kayak pero más ancha y estable. Los modelos diseñados para realizar viajes de larga duración suelen rondar los 3 kg de peso. ↩︎