Muerte en directo

Rebobinemos una década y un lustro. Llevábamos otro tanto realizando el seguimiento de varias especies de aves rapaces en Bizkaia. Hasta entonces, las cosas habían ido dentro de un margen razonable, aunque ya habíamos publicado artículos sobre el efecto de la meteorología en la reproducción de algunas de las especies que seguíamos, como lechuzas y ratoneros comunes. La vida en esa franja norte de la península, esa que cuando dan los pronósticos del tiempo en la televisión es la excepción del buen tiempo del resto del país, nunca ha sido fácil para especies poco tolerantes a la lluvia, pero era soportable para otras muchas que se habían acostumbrado, al igual que nosotros, al eterno sirimiri. Sin embargo, en 2007 todo empezó a torcerse. Aquella primavera fue azotada por numerosas borrascas, con abundante lluvia, vientos fuertes y descenso anormal de temperaturas. Las consecuencias fueron letales para los anhelos reproductores de muchas de las especies que seguíamos. Tras esa primavera, se sucedió otra igual, y otra, y otra y, aún hoy, estoy esperando a la primavera en la que no haya un fenómeno anormalmente letal.

Todo nos lleva hasta el viernes 18 de junio de 2021 y el nido de águilas pescadoras de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, seguido en vivo por una cámara instalada por el equipo del Urdaibai Bird Center. Esta era la primera pareja que criaba en el norte de la península ibérica. El nido tenía dos pollos de 19 días que eran atendidos con mimo por sus progenitores y era seguido, al segundo, por un atento público que chateaba con asiduidad en los canales asociados. Las semanas previas habíamos tenido tiempo para todos los gustos, desde una galerna, momentos de lluvias intensas, un pico de calor de tres días, etc. Como siempre en estas fechas, yo estaba atento a los pronósticos del tiempo y veía con preocupación como el nido se libraba por los pelos de consecuencias mayores. Eso sí, con una notable atención de la madre hacia sus dos pollitos, a los que tapaba cuando llovía o daba sombra en los momentos de más calor. Pero, la víspera de aquel día todo cambió. Los pronósticos del tiempo mostraban como una DANA (depresión atmosférica aislada en niveles altos) se estaba uniendo a una fuerte depresión atlántica para formar uno de los fenómenos meteorológicos extremos que a base de años he aprendido a temer. Esa noche ya no dormí pensando en las pescadoras, los pollos de alimoche y de otras tantas especies. La experiencia me había enseñado que el momento más crítico es cuando los pollos son medianos, con un tamaño grande como para que la madre los pueda cubrir bien y proteger del frío y la lluvia, y aún pequeños como para haber conseguido la capacidad de termorregular. Así, al día siguiente revisé varias veces la página web para ver cómo se las arreglaba la madre cada vez que llovía para tapar a sus pollos. El día no fue tan malo, pero al anochecer hubo fuertes aguaceros. Aunque la temperatura no bajó de los 16ºC esa noche, al amanecer un pollito ya había muerto. El otro pollito mostraba síntomas de estar mal, con los ojos entrecerrados, la cara pálida y tiritonas. El pollito murió en directo, delante de un montón de gente que se preocupaba por saber qué pasaba. La angustia se apoderó de las redes sociales y, por primera vez, vi que no estaba tragándome yo solo esa congoja de ver como un pollo muere por hipotermia y debilidad.

Sin embargo, en 2007 todo empezó a torcerse. Las consecuencias fueron letales para los anhelos reproductores de muchas de las especies que seguíamos.

Años avisando de los problemas, publicando artículos para demostrarlo, aguantando comentarios insulsos y no había conseguido nada. Me sentía como los científicos que ven cómo, a pesar de avisar una y otra vez, especies como el oso polar estaban sufriendo las graves consecuencias del calentamiento global, sin mayor respuesta que las lágrimas de algunos incondicionales de los documentales. Sí, lo cierto es que edulcorar una noticia con una imagen de una osa con dos ositos rollizos, diciendo que, de seguir así, la especie podría estar condenada, no sirve de nada. En cambio, desgarrar los corazones y las conciencias de la gente mostrando cómo una osa esquelética llora la muerte por inanición de su último cachorro, parece que tiene un efecto notablemente mayor y se queda a fuego en la mente de todo el mundo, al menos unos días, poco más.

Bien, pues volvamos al principio. Cambio climático y calentamiento global. La gente tiene un concepto muy sesgado de lo que es esto y de lo que nos viene encima. Cuando preparaba alguno de los artículos que hemos publicado al respecto, me documenté sobre las predicciones del cambio climático, el comportamiento de los fenómenos meteorológicos extremos, etc. El problema no es solo que vaya a subir la temperatura media del planeta, ¡no! -¡algunos piensan que es un chollo!-, sino que los desajustes climáticos que se derivan de ese aumento de temperatura causan alteraciones en el orden, magnitud y periodicidad de los fenómenos meteorológicos. Así, hasta hace poco más de una década a nadie le sonaba el término de ciclogénesis explosiva, ni de ciclón extratropical y hasta este año nunca se había visto un huracán en Europa. Mucha gente piensa que es cosa de la moda, que antes no se conocía porque la información no llegaba a emplear tales términos. Además, esto no sigue un proceso homogéneo en todo el planeta, sino que, debido a los movimientos atmosféricos y sus presentes y futuras variaciones, habrá zonas en las que se sufran unos fenómenos más que en otras.

Los pollos que consiguieron aguantar ese primer envite, sufren un segundo y un tercero. El resultado es la muerte de prácticamente todos los pollos medianos de la mayoría de los nidos.

Pero, ya puestos, ¿cómo afecta un fenómeno de estos a la fauna? Vamos a sumergirnos en uno de mis seguimientos. Estamos a finales de abril (uno de tantos de los últimos años) y tengo controlados varios nidos de halcón con pollos de distintas edades y algunos aún con huevos. La primavera va como siempre, con tiempo revuelto, ratos de sol, ratos de lluvia y temperaturas suaves, pero se anuncia una ciclogénesis explosiva. Al día siguiente la temperatura se desploma, llueve intermitentemente con mucha fuerza, a veces con granizo, y el viento alcanza rachas de 125 km/h en el cabo Matxitxako. La noche previa no pego ojo por la preocupación que me invade, y esa mañana, pese al tiempo horrible, voy a ver cómo lo llevan algunas de las parejas que tienen los nidos en repisas y oquedades que podrían no tener suficiente refugio. Los halcones que tienen huevos y pollitos pequeños van aguantando, con la hembra y el macho turnándose para cubrirlos y mantenerlos calientes. Los que tienen los pollos grandes, la hembra se pega a ellos y estos resisten estoicamente, empapados hasta los huesos y tiritando. Pero los que tienen esos pollos medianos … La hembra se echa encima de ellos con las alas semiabiertas tratando de abarcarlos, con los ojos cerrados y el plumaje oscuro por el agua que lo humedece. Los pollos se aprietan debajo de su madre, con la mitad del cuerpo expuesto, empapados. La lluvia corre por sus cuerpos desnudos, con el plumón convertido en hilos chorreantes. Los pollos que consiguieron aguantar ese primer envite, sufren un segundo y un tercero, en lo que se convierte en una semana de esas anormalmente fría y lluviosa para las fechas. El resultado es la muerte de prácticamente todos los pollos medianos de la mayoría de los nidos, los huevos y pollos pequeños de los nidos menos protegidos y algunos de los pollos grandes.

Mi angustia no tiene mesura y solo espero que al año siguiente las cosas mejoren un poco, al menos que sea un año como los de antes. Y año tras año mi corazón se encoge viendo morir a todo tipo de pollos por las mismas circunstancias. Este año mucha gente ha compartido esa angustia con los dos pollos de pescadora y sabe de qué va la cosa. Mientras escribo estas líneas, 23 de junio de 2021, apenas alcanzamos 15ºC a media tarde, ha estado lloviendo y llevamos 10 días de fuertes lluvias. Mañana iré a ver cómo están algunos pollos de alimoche, con esa angustia creciendo en mí ante lo que, casi seguro, me voy a encontrar.

Los peregrinos urbanos

Madrid, territorio de caza.

Con unos treinta juveniles volando cada año, las grandes ciudades madrileñas se han convertido en el reservorio del halcón peregrino en el centro peninsular. En la actualidad, son once las parejas -ocho de ellas en la capital- las que añaden un poco de equilibrio natural a la fauna urbana de la Comunidad y procuran alguna que otra alegría a los observadores.

Desviar un río o construir en una rambla lleva asociado, o unas construcciones preventivas enormes, o un buen presupuesto vitalicio para pagar indemnizaciones a damnificados. Lo que es seguro, es que el agua hará todo lo posible por volver a su cauce. Para ello, empleará toda la fuerza necesaria y todas las opciones que la geología, la física y la biología le permitan. La biodiversidad es igual y se abre paso en la ciudad como cuchillo caliente en mantequilla. Basta una primavera para que un diente de león brote entre los adoquines de una acera, un arbusto, para que una oruga de macaón haga su pupa y una ventana atascada para que un colirrojo tizón construya su nido en el interior. Con una cadena trófica esbozándose en cuanto la humanidad se despista, lo normal es que se vayan completando piezas del puzle, tanto en el culmen como en la base de la pirámide. Y ahí entran a jugar los halcones peregrinos urbanos.

De los peregrinos de Nueva York se han hecho varios excelentes documentales; en Londres hay una asociación privada financiada con donativos (http://www.london-peregrine-partnership.org.uk) que vela por la seguridad de la población urbana de aquellos halcones; y en Madrid hay dos biólogos, profesionales de la conservación, que desde hace ocho años, en su tiempo libre, cuidan de los amos del cielo de Madrid. Arantza Leal y Carlos Ponce son la cabeza visible de una red formada por voluntarios y profesionales que hacen posible que la prosperidad de la especie en la capital sea mayor. Un equipo formado por un abanico de personas que va desde los agentes forestales de la CAM y los veterinarios de BRINZAL, hasta los fotógrafos, observadores y vecinos sensibilizados, que vigilan las diferentes parejas, pasando -claro- por la clave de la ecuación: los porteros de las fincas donde anidan, que manejan de manera instantánea información de primera mano sobre los inquilinos alados. Gracias a todos ellos, Leal y Ponce pueden acceder a los nidos para anillar, hacer su mantenimiento y limpieza, estar informados en tiempo real del estado de las nidadas, los desplazamientos, los saltos indeseados de juveniles o conocer, casi al instante, el comienzo de la puesta. Como Alberto -jardinero de profesión en una urbanización de torres de poca altura, en una ciudad de la Comunidad de Madrid- que por su oficio, conocimiento y admiración hacia la fauna, hace de celador particular de una pareja que anida en una jardinera de un 7º piso.

Anillar y comprobar que los pollos están bien requiere la participación y colaboración de distintas personas.

Para lo bueno y para lo malo

Sin embargo, frente a lo que la promesa de emociones venideras podría indicar, los voluntarios forzosos que más ponen para que esto sea posible son los afortunados sufridores anfitriones. Es imposible hablar de este tema sin cierta ambivalencia, ya que la experiencia, sea positiva o negativa, dependerá básicamente del talante y sensibilidad de los hospedadores. Como Maripaz y Pepe, una pareja ya jubilada, con una preciosa casa de gran ventana en el salón que se ven forzados -pero de buen gusto- a tener cerrada y persiana echada la mayor parte del tiempo durante los meses de abril y mayo, y parte de marzo y junio. La consigna es: no molestar, no interferir y no intervenir. La recompensa es, obviamente, presenciar la gloriosa maravilla de la naturaleza en la ventana de su casa. Ellos apoyan un sofá contra la pared de la ventana, dejan unos centímetros de la persiana subida para poder controlar a la vez que entre algo de luz. Sobre el respaldo colocan cojines para impedir que la luz de las lámparas por la noche moleste a los halcones.

El cuidado y seguimiento de la numerosa población de halcones peregrinos madrileños depende de dos biólogos que dedican su tiempo libre sin apoyo económico de nadie.

Pero su caso no es el peor. En otra ocasión, una pareja eligió la ventana del dormitorio en una casa de un solo dormitorio. El anfitrión, por evitar los ruidos de las aves y poder descansar por las noches, se pasó un mes durmiendo en un sofá. ¿O qué ocurre si unos halcones deciden instalarse en la ventana del despacho del presidente de un organismo del Gobierno de España como ha ocurrido este año? ¿Será posible trabajar en esas condiciones? ¿Cómo concentrarse con ese espectáculo -tanto si te interesa como si no- en la ventana? Por no hablar de qué pasaría si en mitad de una reunión de alto nivel aparece un ave de presa con una paloma degollada y tres bolas de algodón con cara de pocos amigos se ponen a chillar. Quizá acabaría con cualquier posibilidad de acuerdo entre las partes. O, quién sabe, el espectáculo serviría de vehículo para desatascar la conversación. La ambivalencia siempre está presente.

Al cuidado de los halcones

Arantza tiene en su móvil la mejor herramienta de seguimiento de los halcones. Mientras espera a conseguir alguna ayuda para poder instalar una mochila de seguimiento GPS en un pollo y así recabar valiosa información sobre la dispersión juvenil, gracias a los grupos de whatsapp obtiene datos continuos de las parejas y sus pollos. En cada uno de estos grupos se reúnen los vecinos, fotógrafos, anfitriones, porteros, trabajadores y aficionados a la ornitología que tienen acceso visual o físico a estas aves: unos once equipos suministrando información continua durante todo el año. Si vienen o van, los nidos que deciden ocupar, rivalidades, dieta, seguimiento monitorizado de todo el proceso reproductivo y situaciones de riesgo, todo, le llega al móvil gracias a la eficacia de esta red.

El trabajo comienza tan pronto como termina la temporada de cría. Hay que limpiar las cajas nido, cornisas y jardineras utilizados para empollar y criar a las proles. Quitar restos de presas, excrementos, plumas y plumón, pero también, en algunos casos, desinfectar para eliminar la posible presencia de parásitos. Ya se dio, hace unos años, la muerte por tricomonas de un ejemplar, aunque la intervención de Leal y Ponce evitó que su hermano tuviese el mismo fin.

Los pequeños halcones crecen con una excelente y copiosa dieta gracias a la nutrida despensa al alcance de los progenitores.

Con el final del invierno, las parejas eligen el nido que utilizarán esa temporada dentro de sus zonas de caza. Estos no son siempre los mismos, aunque exista la tendencia a repetir emplazamiento. Las áreas de reproducción y caza son poco permeables a otros ejemplares y son establecidas y defendidas por las hembras, que permanecerán fieles a un macho… siempre y cuando no aparezca un candidato a padre de mejores características. Estas áreas que toman en propiedad son muy amplias y limitan la cantidad de ejemplares posibles que la ciudad puede albergar. Así, de sur a norte, en la capital se encuentra una pareja en Carabanchel, en la planta 23 de un gran hospital; para encontrar la siguiente área habrá que irse hasta Vallecas. Más al norte, hay una pareja en Torrespaña en ‘El pirulí’ y otra en las cercanías del parque de El Retiro. Esta proximidad de territorios es posible gracias a que los cazaderos de estos ejemplares se encuentran en direcciones opuestas, siendo uno el jardín antes mencionado y, para los otros, el enorme cementerio de la Almudena. La mítica pareja del Bernabéu -que pasó a la historia de la cinematografía ya que retrasó el rodaje de una escena que ocurría en la azotea de Torre Picasso, de la película Abre los ojos (1997) de Alejandro Amenábar, porque se hallaba en periodo reproductivo- cambia de lugar de nidificación con cierta frecuencia, ya que tiene todas las torres del skyline a su disposición. El siguiente coto privado está situado al noreste de este, mientras que en la Torre del Museo de América se sitúa el más norteño de los territorios, accesible para la observación por parte de los aficionados. Allí ocurrió lo que, a juzgar por la gravedad del rostro de Arantza al recordarlo, debió de ser uno de los más amargos tragos en su relación con estos falcónidos. Un ejemplar juvenil saltó del nido y de alguna manera y a mucha velocidad acabó colisionando con un cable. Apareció con una fractura abierta del ala y, a pesar de los cuidados que se le dispensaron, resultó finalmente incompatible con la vida en libertad.

Anillarlos puede ser tan sencilla como abrir la ventana del salón de Maripaz y Pepe o puede suponer que los agentes forestales tengan que escalar hasta el nido para coger los pollos.

Y ese es otro de los momentos fuertes de trabajo para Carlos y Arantza: los saltos de juveniles. Normalmente (como es el caso del primer vuelo que pudimos presenciar hace unos días), el halcón que se hace al aire por primera vez da un primer vuelo más o menos torpe que le lleva a otro punto elevado, siempre bajo la atenta mirada de uno de sus progenitores. En ese primer salto habrá podido probar las alas, comprobar los efectos de las térmicas y tener sus primeras impresiones sobre el control de la dirección, la velocidad y el aterrizaje. Tras descansar y recapacitar, se volverá a echar al cielo en dirección a otro punto elevado, pero quizá dé alguna vuelta más y así, poco a poco, tendrá todo el dominio de sus alas. Pero en ocasiones, más de las deseadas, en ese primerísimo vuelo no encontrará un buen lugar para posarse y el animal terminará con sus alas en el suelo, sin mayores problemas. Lo que en la montaña sería un pequeño esfuerzo hasta encontrar un sitio prominente para retomar el vuelo, en la ciudad supone una situación de mucho riesgo. Gracias, una vez más, a los comandos de observación de whatsapp, pasan pocas horas hasta que Arantza y Carlos consiguen movilizar a los agentes forestales para rescatar al halcón y proceder a su recuperación o reincorporarlo al nido, según convenga.

Protección.

Antes de ese periodo -bastante estresante para Arantza y Carlos, por pasarse dos semanas en un estado de continua alarma- tienen el mejor momento del año, ese que sirve de recompensa emocional a todos los esfuerzos altruistas: el control y revisión sanitaria y anillamiento de todos los pollos accesibles del año. Tras gestionar los permisos y autorizaciones, poniéndose en contacto con los propietarios, inquilinos o instituciones afectadas, coordinan a agentes forestales y veterinarios voluntarios de BRINZAL y fijan las citas para ir a visitar todos los nidos. Los pollos son marcados con anillas tradicionales y también con las de lectura a distancia de PVC. Se toma nota de sexo, peso y estado físico general tras inspección visual. Esta operación puede ser tan sencilla como abrir la ventana del salón de Maripaz y Pepe o puede suponer que los agentes forestales tengan que escalar hasta el nido para coger los pollos.

El resultado.

La ausencia de depredadores, las condiciones ambientales benignas, la intervención veterinaria y los rescates, cuando son necesarios, sumados a la total ausencia de cainismo, hacen que el índice de supervivencia de los pollos sea de prácticamente el 100%. La enorme despensa a disposición de los peregrinos urbanos logra que lo habitual sea la puesta de tres huevos y que el alimento sea abundante y no escasee, ni siquiera los días de mala meteorología. La dieta está basada en la paloma doméstica y complementada con tórtola turca, vencejo y cotorra argentina. Curiosamente, elegir uno u otro complemento va más con los hábitos de la pareja reproductora que con la disponibilidad de esas especies. Parece haber ejemplares que se decantan por los vencejos, como pudo verse hace un par de años a través de las cámaras instaladas en el nido de Alcalá de Henares. Otros prefieren las cotorras, como el duplo ‘carabanchalero’.

En cualquier caso, el resultado es que de los cielos de Madrid salen cada año aproximadamente 30 ejemplares, que se distribuyen en un primer momento por el sur y sureste de la comunidad y partes de Toledo. Existen pocos datos de sus movimientos posteriores y los que se conocen de su dispersión temprana, por desgracia, son debidos a la recuperación de los cadáveres de los juveniles abatidos en la media veda. Bien sea porque vuelen tras los bandos de torcaces y sean “confundidos”, bien porque los halcones no pagan cuota en el coto. El resultado es que desde que se anillan sistemáticamente han sido recuperados cuatro ejemplares tiroteados. Obviamente, esta cifra es solo una mínima parte de la total, ya que encontrar animales heridos o muertos en el monte no es cosa sencilla.

Para el habitante de la ciudad, los peregrinos urbanos pueden ser unos juveniles chillando y ejercitando sus alas en una torre o un adulto en su ventana.

Y para los observadores y fotógrafos.

Por desgracia, la seguridad de los halcones no está garantizada y el expolio de nidos con fines económicos es un fantasma que siempre acecha. Por otro lado, pero en la misma línea, preservar la seguridad y bienestar de los animales es lo principal. Para lograrlo es fundamental que las personas que conviven con los halcones en su día a día, que se ven forzados a mantener inutilizadas ventanas o balcones durante varios meses al año, no tengan otros inconvenientes añadidos. Y tener a media docena de fotógrafos u observadores enfocando su privacidad con potentes telescopios y teleobjetivos puede llegar a ser, no solo un inconveniente, sino un motivo de denuncia. Por esta razón El Vuelo del Grajo mantiene las ubicaciones de los nidos en el anonimato.

La buena noticia es que el nido con mejor visibilidad de todos los existentes, con las zonas circundantes más despejadas, y que permite seguir las evoluciones en vuelo y donde los posaderos son fácilmente localizables, es además perfectamente visitable. El nido es absolutamente inaccesible y nadie vive en varios centenares de metros a la redonda. Nos referimos a la pareja del Museo de América, que dispone de dos cajas nido en la destacada torre del edificio. Si no hay cambios, a partir de marzo de 2022, se podrá disfrutar un año más del espectáculo de los peregrinos urbanos.

El audio de lectura corresponde al anillamiento de tres pollos de peregrino en el salón de una casa.

El vuelo de la graja

El estudio “La Graja en España. Población reproductora en 2011 y método de censo”, cuyo autor es Javier García Fernández, ha sido, junto a los avistamientos recopilados en E-bird, nuestra fuente principal de información para localizar y conocer las colonias. Hemos hablado también con Nicolás López, delegado en Asturias y responsable del Programa de Conservación de Especies de SEO/BirdLife, que nos ha puesto al día sobre la situación de esta especie. En el año de la publicación mencionada existían 16 colonias estudiadas. En nuestro viaje hemos elegido, por ser las más emblemáticas, 9 de ellas. De nuestra experiencia leonesa más personal y “grajeril” sabréis un poquito más adelante, ahora toca informar sobre su situación real.

La graja de la península ibérica proviene de la glaciación que se produjo en el norte de Europa y Asia hace 18.000 años

La población española de graja fue descubierta por primera vez en los años 50 del siglo pasado, aunque su origen según el artículo “Diversidad genética, diferenciación y origen histórico de la población aislada de torres Corvus frugilegus en Iberia data la posible migración de algunos ejemplares hacia la península ibérica buscando zonas más templadas, en la glaciación que se produjo hace 18.000 años en el norte de Europa y Asia. La distribución de grajas por la península era mucho más amplia que actualmente. Los vestigios actuales de esa migración están localizados únicamente en la provincia de León. Además, gracias a estudios realizados sobre el ADN extraído de ejemplares ibéricos, comparado con el proveniente de individuos europeos, se ha concluido que no ha habido comunicación entre ambas poblaciones, incorporando así un altísimo valor genético e histórico a la población española. Desde los primeros censos realizados en León, en la década de 1970, hasta la actualidad, la graja ha tenido diversas variaciones en su crecimiento demográfico, pero la reducción de sus, ya pocos, núcleos localizados de cría es evidente. El último censo, aún sin publicar, hecho en 2020, confirma que existen aproximadamente 1.400 parejas reproductoras, aunque el número de colonias de cría donde sobreviven sigue en declive. La cifra podría parecer elevada, pero hay que tener en cuenta que la naturaleza social y la etología de esta ave hacen que su hábitat sea muy restringido, con lo cual la alerta sobre su situación es muy alta.

El número de colonias de cría sigue en declive

Colonia de Villadangos del Páramo

En 2019, en Villadangos del Páramo, en plena época de cría, se talaron varios de los chopos utilizados por las grajas como lugar de nidificación, lo que provocó la caída de los pollos que estaban dentro de los nidos. Ese mismo año, en un bando publicado por el alcalde se animaba a los vecinos a enviar al ayuntamiento quejas sobre esa misma colonia de grajas. De esta manera, decía, se podrían conseguir las autorizaciones pertinentes para su “traslado” (sic). Para los expertos y no tan expertos esto supondría, evidentemente, la destrucción de ese punto de reproducción. Este hecho puso en alerta a varias personas y organizaciones conservacionistas que intervinieron y lograron la paralización de la tala, la retirada del bando y la publicación de otro en el que el mismo alcalde instaba a la conservación y la importancia de este asentamiento y de la graja en general.

Al observar esta colonia es muy notable el uso, como material de construcción para el nido, de cuerda sintética, empleada habitualmente en agricultura y ganadería. De hecho, existen restos de lo que parece ser un cercado perimetral de la colonia, fabricado con este material. La presencia habitual de este producto en los nidos es la causa frecuente de muerte de los pollos, que quedan enganchados con ellas y finalmente acaban colgados de los nidos. Previamente a nuestra visita, se pudieron localizar los cadáveres de un juvenil y un adulto de la especie, que, por la posición y situación en la que se encontraban, se optó por denunciar, ante la posible comisión de un delito contra la fauna.

La muerte de algunos ejemplares por accidentes, hasta cierto punto comprensivos, derivados de convivencia próxima con los humanos, no debe convertirse en un problema real para la supervivencia de la colonia. Pero la confluencia de factores, así como el frecuente, y más difícil de atajar, atropello de ejemplares en la muy transitada carretera, hacen que sea importante una intervención para su limpieza, así como su cuidado y protección.

La graja tiene que ser protegida

La graja debería catalogarse a nivel legal como especie “en peligro de extinción”, puesto que cumple los criterios de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) como para estar incluida en la categoría de “en peligro”. Las competencias en materia de protección de especies las regulan las Comunidades Autónomas. En el caso de Castilla y León no existe Catálogo de Protección de Especies, junto con Cataluña son las únicas que, a día de hoy, no lo tienen. Aún así, a nivel estatal sí tenemos un Catálogo Español de Especies Amenazadas en el que la graja debería estar incluida y por lo tanto quedaría protegida. En ninguno de los dos catálogos figura. En ninguno. Solo queda la esperanza de que desde instituciones y organizaciones privadas se solicite su inclusión. Y aún así, no se garantizaría su protección, ya que frecuentemente se ve su labor por tierra con las votaciones en negativo por intereses de otra índole, del Ministerio y de las propias Comunidades Autónomas, a pesar de tener a la comunidad científica a su favor. Según nos cuenta Nicolás, después de recabar datos del último censo realizado y de la evolución de su población y distribución, la graja se incluirá en el nuevo Libro Rojo de las Aves de España con la categoría de “en peligro”, gracias a la evaluación del estado de conservación que han hecho los especialistas en la especie Javier García Fernández y Pablo Salinas López. De esa manera, podrán solicitar su inclusión en los catálogos. Veremos si nuestros gobiernos saben responder a este grave problema.

A lo largo de todos estos años, lo que se ha podido comprobar es que el peligro para la supervivencia de las colonias está causado por la tala de los árboles dónde nidifican, el disparo y envenenamiento de ejemplares, el desarrollo urbanístico, los conflictos que se generan al estar ubicadas gran parte de ellas cerca de núcleos urbanos y la creencia de que hacen un gran daño a las cosechas. A todo esto, se suma la herencia de tradiciones que albergan parte de la población con respecto a los córvidos, esos pájaros negros escandalosos de mal agüero. La graja es un ave omnívora, que, efectivamente, come semillas y cereales, pero también se come las especies, animales y vegetales, que perjudican a la agricultura. Los daños que puede causar son mínimos, más quizá en huertos particulares, y, además, como señala Nicolás, podrían estar compensados económicamente por la Consejería de Medio Ambiente de Castilla y León.

Desde El Vuelo del Grajo

Muchos leoneses se sienten orgullosos de la graja por ser su pájaro por excelencia: el pájaro cazurro, como es frecuente leer. Parece que cuando se suma la palabra “nuestro” a patrimonio o a ave, el bicho en sí adquiere más valor, como si se tratara de una posesión. La graja no es de nadie, pero los territorios donde anidan, donde descansan, donde duermen, los compartimos, es por esto, por lo que debemos conocerlos y cuidarlos, ya que somos los que tenemos la capacidad de gestionarlos. Suerte tenéis leoneses de poder disfrutarla y deber de protegerla, ahí radica el orgullo.

Estos días descubríamos la increíble habilidad de vuelo de las grajas y la maravilla de encontrártelas en pleno núcleo urbano; dabas la vuelta a la esquina y ahí estaban con sus llamadas. Nicolás nos dice que ir por las calles y que te vuelen las grajas encima solo ocurre ya en tres sitios del Estado. Esperamos que el vuelo que lleva tu nombre, querida graja, sea testigo y narrador de un futuro en el que tus graznidos y destrezas aéreas sigan viéndose en los cielos leoneses, esos que no son de nadie, pero que nos regalan vida.

Agradecimientos a Luisa Abenza y Nicolás López por su colaboración y generosidad.

Rescate de vencejos: mitos que matan

FOTO
Javier Marquerie

UN AVE NACIDA PARA VOLAR

Hablamos de un ave en el que todo en el universo se ha aliado a lo largo de centenares de millares de años de evolución para desarrollar el ser volador perfecto. Todo en el vencejo está pensado para su eficacia en el cielo. Alas con la forma de un sable con las que corta el aire a la vez que consigue mucho empuje, cabeza y tronco configurados como un bólido celestial para que nada le frene, patas reducidas a la mínima expresión para no ensuciar su aerodinámica y detalles constitucionales en la cara que le permiten volar a 200 km/h, al tiempo que come. Todo ello, le confiere una etología prodigiosa: al saltar del nido es plenamente autónomo y tardará 22 meses en volver a posarse; caza, duerme y copula volando; y jamás se posará en el suelo o en un árbol de manera voluntaria.

FOTO
Javier Marquerie

1er MITO. “Si encuentras un pollo de vencejo, déjalo donde está que sus padres cuidaran de él”.

Error mortal por necesidad. Jamás un vencejo adulto bajará a alimentar a un pollo que haya caído del nido. Si te encuentras un vencejo, siempre -da lo mismo su edad- hay que recogerlo, meterlo en una caja de zapatos con agujeros y dejarlo en un lugar tranquilo mientras te pones en contacto con el CRAS (Centro de Recuperación de Especies Autóctonas) de tu provincia o con SOS Vencejos. Hay que actuar sin demora. Los vencejos al tener las patas tan cortas no pueden separar el cuerpo del suelo, por lo que las ardientes aceras y asfaltos de las ciudades acaban con ellos en muy poco tiempo.

FOTO
Javier Marquerie

2º MITO. “Si encuentras un vencejo en el suelo, lánzalo al aire y echará a volar”.

Error grave, mortal en muchas ocasiones. ¿Si un vencejo jamás se posa voluntariamente en el suelo, cómo es posible encontrar uno y que además se deje coger sin problemas? Para que un vencejo acabe en el suelo es que algo le ha tenido que pasar. Puede estar débil o deshidratado tras la migración, que se trate de pollo, aún no preparado para volar, quizá se haya golpeado contra un cristal, o que tras una pelea con un congénere haya acabado con sus huesos en el suelo. Pueden haberle pasado muchas cosas y ninguna buena.
“Pero es que yo lo he hecho de toda la vida y sale volando”. Sí, puede ser que con el descanso y el impulso que se le da al lanzarlo, el animal logre volar unos minutos y que lo perdamos de vista, pero lo más probable es que pasados unos kilómetros vuelva a caer. O puede que incluso esto ocurra nada más lanzarlo al aire y que con el nuevo impacto el ave sufra una rotura o una lesión y su recuperación, ahora, sea más complicada o imposible. Antes de liberarlo -nunca lanzándolo al aire- un experto tiene que cerciorarse de que el motivo por el cual cayó al suelo ha desaparecido.

FOTO
Javier Marquerie

3er MITO. “Que no, que si está en el suelo es porque un vencejo no puede despegar por sí mismo”.

Falso en gran parte y error grave en la otra. Un vencejo adulto en buena forma y sin problemas puede despegar del suelo… pero un vencejo adulto nunca estará en el suelo si es que no tiene un problema o ha sufrido un accidente que le obligue a ello. Así que, una vez más, o ese ejemplar tiene algún inconveniente o se trata de un pollo no preparado aún para surcar el cielo. Actuaremos como siempre: caja y ponerse en contacto con los expertos de SOS Vencejos o con el CRAS más cercano.

Muchos rescatadores de vencejos, para comprobar que un ejemplar adulto está perfectamente recuperado como para poder ser liberado, dejan al individuo en el suelo de una habitación o pasillo suficientemente amplio para verificar si puede despegar. Sin embargo, los ejemplares jóvenes que aún no han volado no tienen ni la capacidad muscular ni la pericia con sus alas para lograr remontar, aunque sí son capaces de nivelar el vuelo a un par de centímetros del suelo.

FOTO
Javier Marquerie

4º MITO. “Se les puede alimentar con pienso para gatos, carne e incluso con pan mojado en leche o agua”.

Error mortal y en diferido. Los vencejos son insectívoros integrales: no son rapaces que coman carne, no son carnívoros domésticos que coman pienso, no son gallinas a las que les guste el pan, ni mucho menos mamíferos que crezcan con leche materna. Solo comen insectos vivos. Ni tan siquiera se les puede alimentar con gusanos desecados, ni mucho menos con pasta de cría para insectívoros. Alimentados con esos productos citados, los vencejos se desarrollarán con problemas graves en su plumaje, su aparato digestivo estará gravemente dañado y su desarrollo muscular será desastroso. ¿El resultado? un vencejo que aunque pueda volar no podrá llegar a África, debido al plumaje de baja calidad. Cuando se enfrente a la primera tormenta o el primer vuelo en busca de alimento a larga distancia, su plumaje y sus reservas energéticas le impedirán conseguir su objetivo, muriendo sin remisión. Y, por supuesto, no conseguirá esquivar a ningún depredador que se fije en él: la falta de velocidad le convertirán en alimento de halcón. Y en el caso de que todo eso no le ocurriese a ese individuo en particular, cosa realmente difícil, su esperanza de vida, con el digestivo mal tratado y el cuerpo lleno de grasas y elementos difícilmente asimilables, es muy exigua.

FOTO
Javier Marquerie

¿Entonces qué puedo hacer por un vencejo que me encuentre en el suelo?

Recogerlo y meterlo en una caja de zapatos con unos agujeros a la que previamente le habrás puesto un poco de papel de cocina en el fondo. La caja la situarás en un lugar tranquilo y no muy caluroso. Tocarás lo indispensable al animal para meterlo en la caja y hacerle dos fotos en la que en una se vea entero desde arriba y en la otra se le vea el aspecto de la cara. Estas fotografías serán indispensables para que el experto se cerciore de la especie, edad y estado de salud del individuo. Inicialmente, no intentes darle de beber y mucho menos de comer si no sabes cómo se hace. Después ponte en contacto con el CREA de tu provincia.
Por desgracia, no todos los CREA aceptan vencejos y los que sí lo hacen frecuentemente los alimenta de forma incorrecta y además cuando se saturan -cosa que ocurre en mayo y junio- dejan de cogerlos. Así que, la solución más efectiva, con la que podrás asegurar que el vencejo tenga el mejor futuro, es ponerte en contacto con SOS Vencejos a través de su página en Facebook o en Instagram. Con voluntarios por toda España, ellos te indicarán cómo proceder con el animal, te aconsejarán un CRAS, si procede, y te darán instrucciones a seguir.