El guardián del puente de Valsordo

Nacho Sevilla, ilustrador científico.

Hace unos años tuve un cumpleaños muy especial y Nacho Sevilla tiene mucho que ver en eso. Desde hace tiempo, tengo fascinación por los córvidos, por todos ellos, y Javier decidió regalarme cuatro láminas a tinta de cuatro de ellos, dibujadas por Nacho: cuervo (Corvus corax), chova piquiroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax), grajilla (Coloeus monedula) y corneja (Corvus corone). La precisión del dibujo del plumaje y la elección del uso de la tinta para dibujar a estas aves son verdaderos aciertos. Hay una pared de nuestro salón solo para esos cuatro sobrios dibujos. Lógicamente, la primera portada de nuestra revista estaría protagonizada por una graja y quién mejor que él para realizarla.

El primer encuentro que los grajos tuvimos con Nacho, hasta entonces solo nos conocíamos virtualmente, fue inesperado y cómico. Javier se encontraba cubriendo el ‘NatureWach Villafáfila 2021’ y estaba contándole a Pipe Nebreda, director técnico de Ornitocyl, los detalles de nuestra web, en compañía de una tercera persona. Cuando Javier estaba explicando que las portadas no iban a llevar fotografías, sino que íbamos a contar con artistas plásticos, el desconocido interrumpió con un “la primera portada la he hecho yo”, levantando el dedo y con los ojos enseñando una sonrisa oculta por las normas de seguridad. La situación pudo darse por dos razones: la omnipresente mascarilla y que Nacho, además de con la plumilla, es preciso con los tiempos y la palabra.

Su último trabajo -junto con Felipe Nebreda Mariscal y Ángel Pérez Menchero- es la ilustración, autoría y coordinación de la Guía de las aves de Ávila. Pena que el dibujo impreso en el papel no haga justicia a los originales. La mayoría de sus pinturas son aves, pero su acercamiento a la naturaleza es tan amplio que tiene un gran abanico de especies guardadas en sus valiosos y delicados cuadernos de campo y en sus láminas.

Algo que es muy obvio cuando hablas con él es su amor por la divulgación y, sobre todo, por la educación. Hace seis años que ya no vive de trabajar en educación medioambiental, pero la pedagogía se lleva por dentro y esto es perfectamente claro; empatía, templanza, amor y generosidad. Tiene la mezcla perfecta entre la implicación y la desafección, para amar su trabajo y seguir luchando sin caer en la decepción. Lo dicho, esa templanza que tanto se echa en falta en estos tiempos. Aunque su profesión se centre en la actualidad en la ilustración, realiza una labor continua con talleres, charlas, jornadas, cursos, rutas ornitológicas, etc.

Ala de pájaro, de Alberto Durero

Cuando llegamos a El Tiemblo, Nacho nos recibe en su casa con toda su hospitalidad. Decidimos salir a dar un paseo, quiere llevarnos a un sitio muy especial, el lugar que le susurró: “aquí tienes que quedarte”. La primera parada es en el Puente de Valsordo, de origen romano, que fue sobre todo usado para la trashumancia de ganado, ya que formaba parte de la cañada leonesa. Además del gran valor histórico del puente, existe una interesante inscripción labrada en un gran bloque granítico sobre el cobro del paso del ganado.

Mientras estuvimos sobre el puente nos acompañaron los trinos del carricero tordal y el trajín de una sorprendentemente numerosa población de oropéndolas. Cogimos un camino paralelo al río, donde los colores de las flores llamaban la atención de plantas preciosas y simples. Nacho no solo sabía perfectamente cual era cada una, sino que, además, te contaba anécdotas como el uso del gordolobo como papel higiénico. «Esta planta, cuyo nombre científico es verbascum -nos dice- se utilizaba también para enverbascar las aguas y así, obligar a los peces a salir a flote y poder pescarlos». Todo esto lo contaba mientras apartaba con delicadeza los caracoles del camino.

Volvimos sobre nuestros pasos y remontamos el río hasta una antigua central eléctrica en ruinas. Al llegar, un búho real levantó el vuelo un tanto airado, pero yo no alcancé a verlo, porque iba mirando las pequeñas manchas violetas de la flor del ajo. La vegetación había devorado los muros de la construcción.

Nacho ha recorrido este paisaje durante más de 20 años. Conoce su flora y su fauna al dedillo y lo ha visto respirar y transformarse. Nos cuenta, desde el puente, todas las huellas del tiempo sobre el río. Es precioso escuchar cómo habla de esa vivencia y pensar cómo debe afectar eso a su día a día. Este paisaje es su sitio de referencia. En él pinta, escucha y observa las aves, guía a grupos organizados, disfruta con su pareja y con sus hijos, aprende. Cuando un lugar te regala todo esto, debes devolverle algo. Nacho cuida este lugar, lo respeta, lo comparte con cariño y lo ama. Estaba tan integrado ahí con el paisaje como luego en su casa con su mandil, cocinando para nosotros unas alubias con verduras

Nacho es un tipo tranquilo que habla de la gente con afecto. Tiene un aura de vulnerabilidad que define su sensibilidad, aplicada, no solo al dibujo, sino a todo lo que observa y luego comparte sin reserva. Su biblioteca está repleta de guías, tratados, literatura, ensayos, etc., referentes al mundo de la biodiversidad.  Aprendió de su abuelo todo lo que pudo, que además de pintor era cazador, y habla de él con un inmenso respeto. En su estudio tiene una reproducción en papel del Ala de pájaro de Durero y nos cuenta que es la máxima perfección del ala de una carraca. Albrecht Durer dijo: “cuánto más fiel sea tu obra a la figura viviente, tanto mejor será”. Yo creo que ambos siguen la misma máxima dibujando y viviendo.

Gracias Nacho por acompañarnos en nuestra primera portada, por dotar al grajo de esa fiel realidad que necesitábamos, por dar imagen a ese primer vuelo.

IV Festival de los Vencejos en Alange.

Ponentes de las jornadas técnicas junto a la alcaldesa y el teniente alcalde

Han vuelto los vencejos,
como ellos vuelven…¡siempre!:
con su alegre chillar el aire agitan
y el cielo, con su raudo ir y volverse,
al caer de la tarde cobrar vida parece.
Miguel de Unamuno

Alange es probablemente el único lugar de la Península Ibérica donde se pueden observar a cinco especies de vencejos. Cuatro de ellos, el común, el real, el cafre y el pálido, crían allí y, el quinto, el vencejo moro, ha sido citado en varias ocasiones. Un pueblo que adelanta la apertura del lavadero municipal -preciosa arquitectura popular de principios del siglo XX- para recibir a los participantes del IV Festival de Vencejos, es un pueblo que da pistas muy claras sobre su hospitalidad e importancia para con estas aves. Es un ejemplo de lo que debería ser la normalidad, el respeto a la naturaleza y nuestra implicación en su cuidado. Para muestra un botón: en el vídeo de promoción del Festival colaboran vecinos y vecinas de Alange y, además, está realizado por un joven ponente de la mesa redonda, también próximo a esta localidad. A esto se suma la presencia en la inauguración de la alcaldesa Julia Gutiérrez Dios.  El Festival se celebró durante los días 28 y 29 de mayo con diversas actividades como jornadas técnicas, rutas ornitológicas y talleres

El agua en general y el embalse en particular está muy presente en Alange.

El leitmotiv de este año ha sido la importancia del mundo rural como desarrollo de lo sostenible. En el mes de mayo, en Fitur, se otorgaron los premios de Turismo Sostenible y el balneario de Alange lo recibió en la categoría a la innovación en la cooperación público-privada. Es en el hotel de este balneario donde se han realizado las Jornadas Técnicas de esta edición. Un espacio lleno de vida en el que las hortensias te reciben en pleno apogeo y visten los pies de los plátanos de sombra que dan cobijo a jilgueros, pinzones, gorriones y varias parejas de oropéndolas, que acompañaron durante toda la mañana con sus saltos, vuelos y cantos. Algo a destacar de estas jornadas fue su amplio rango de aspectos tratados:lo científico, lo divulgativo, el asociacionismo voluntario, el modelo educativo práctico y el sector de turismo de naturaleza y desarrollo sostenible, dando como resultado una visión muy completa del estado de conservación de la especie y las opciones de protección directa que se pueden acometer. La nota más vital y alentadora la dieron los ponentes más jóvenes de la mañana. Aroa Domínguez, profesora del colegio de las Carmelitas de Cáceres, que habló del proyecto educativo “Vedruna. Amigos de los vencejos” y Luca García, joven artista, que resolvió de una manera sencilla y real una pregunta esencial: “¿Para qué valorar la naturaleza? Para disfrutarla, para compartirla en lugar de competir”. Por lo que se ve, para mirar al futuro de nuestras aves tenemos que mirar al futuro de nuestra especie. Es por eso que parte del público indispensable al que va dirigido el evento son los jóvenes y los más pequeños, que pudieron trabajar su creatividad y aprendizaje sobre las aves a través de los talleres, de una excursión rural pajarera y de los cuentacuentos que se realizaron.

La iglesia de Alange tiene una colonia de vencejo pálido y como vecinos varias parejas de grajillas y una de cernícalo común. Al atardecer, la atención se la llevó un ejemplar de nutria en el rio.

Al mismo tiempo que se desarrollaban las ponencias el día 28, una ruta ornitológica te llevaba a conocer a los cerca de 1.000 vencejos reales que nidifican en la presa y a todas las especies características del Cerro de la Culebra y del Embalse de Alange, que pertenecen a la ZEPA “Sierras Centrales y Embalse de Alange”. De los más característicos que se pudieron observar estaban el alimoche, el roquero solitario y la collalba negra, bajo el calor que ya iba avisando de la entrada del verano extremeño. Otras dos rutas conformaban el programa. La de la tarde del primer día, que ampliaba la visita a la ZEPA, en la que también se describió el paisaje característico que la compone y cuyo paseo acababa en la presa donde retozaba y disfrutaba del atardecer una pequeña nutria que quitó protagonismo a sus reales vecinos, que no paraban de chillar y demostrar sus capacidades acrobáticas. La otra, cerraba el Festival y visitaba la ribera del río Matachel en su tramo final, al encuentro con el Guadiana. No nos olvidamos del interesante curso de fotografía “Duelos con vencejos” en el que pudieron participar desde profesionales, amateurs, niños, jóvenes y público en general y que más de una edición ha dado alguna que otra sorpresa.

*Audio de lectura. Grabado en el parque público de Alange al amanecer. Tres oropéndolas dialogan por encima del estruendo de gorriones y jilgueros. De fondo, unos gallos nos recuerdan que Alange sigue teniendo sabor a pueblo.

Porvenir: basada en futuros hechos reales

Miniserie de Movistar+ que mezcla los géneros documental y ficción para adentrarse, de manera contundente, en el tremendo futuro que el cambio climático nos traerá, entre otros temas.

Traemos a esta página este producto audiovisual que nada tiene que ver con la observación de fauna o el ecoturismo y al tiempo lo tiene todo, que parece que no acabamos de entender, aceptar y comprender, lo que significa que el clima se vaya al garete. De la mano del periodista Iñaki Gabilondo, la miniserie de tres capítulos deambula entre un documental que nos muestra la realidad del cambio climático hoy en día, una larga conversación con tres científicos sobre lo que se ha hecho y lo que se debería hacer al respecto y una historia de ficción que transcurre en el seno de una familia, durante los primeros días de la pandemia. Al final, las tres líneas desarrolladas arrojan una visión muy amplia de la problemática, con un tipo de narración que atrapa al espectador, convirtiendo una producción de marcado carácter científico en un audiovisual para un amplio público.

Iñaki Gabilondo hace las funciones de narrador e introductor de las partes de no ficción.

Repartos de ficción y documental de lujo

Se agradece, y mucho, que desde el principio se exilie cualquier contacto con el negacionismo. Todo en Porvenir se compone desde la premisa -real y ampliamente contrastada- de que el cambio climático esta aquí, afecta de manera más rápida y dura de lo previsto y sus consecuencias nos atañen y atañerán a todos, de tal manera que van desde notablemente mal hasta mortal. Pero en esta miniserie no todo es cambio climático. También está la contaminación, el uso irracional de los recursos, la producción de alimentos, el consumo y, ¡anda!, como todo ello, nos lleva de nuevo al cambio climático. Todos estos agentes se tratan como elementos que, de ser gestionados adecuadamente, pasarían de ser causas a ser soluciones. Las imágenes contundentes y el diálogo de las muy contrastadas voces de Fernando Valladares (director del grupo de Ecología y Cambio Global en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y profesor del CSIC), María José Sanz (directora del Centro Vasco de Cambio Climático) y Pedro Jordano (profesor de investigación del CSIC en la Estación Biológica de Doñana y Premio Nacional de Investigación en el área de Ciencias y Tecnologías de los Recursos Naturales 2018) aporta toda la rigurosidad posible a un discurso que, sin abandonar la emergencia, discurre en términos positivos y constructivos .

“Hemos de poner a la naturaleza en el centro de nuestras decisiones”, dice Gabilondo.

Tres capítulos, tres lugares, tres temas.

En cada uno de los tres capítulos, titulados Tierra, Mar y Aire, se visitan lugares emblemáticos del medioambiente y el conservacionismo en España. Doñana se seca y el glaciar del Monte Perdido se deshace, daños medioambientales que difícilmente se podrán solucionar y que desgraciadamente son irreparables. ¿Si esos sitios son Parques Nacionales y teniendo el máximo grado de protección están así, cómo no estarán los territorios en los que habitamos o en los que cultivamos nuestros alimentos? “Hemos de poner a la naturaleza en el centro de nuestras decisiones”, dice Gabilondo. Y respondiendo a esa llamada, el documental también visita a personas qué, con sus iniciativas personales, apoyadas o no por instituciones, han puesto en práctica medidas que van en el buen camino para la recuperación de tierras y su posterior cultivo o la obtención de energía realmente verde, como en la isla del Hierro. La cruda realidad, la toma de conciencia del estado lamentable del planeta y la necesidad de emprender las acciones listadas de manera muy positiva por parte de los tres científicos, se suavizan con las partes de ficción. Y no es que los personajes interpretados por Roberto Álamo, Marian Álvarez, Víctor Clavijo y Stephanie Gil lleven a la pantalla una sitcom desternillante, precisamente. Tres hermanos y la hija de uno de ellos pierden a su madre a causa del covid. Esto desemboca en un viaje en el que tendrán que enfrentarse a sus fantasmas y vidas frustradas, para finalmente salir a flote en un proceso en el que la sostenibilidad es el salvavidas. Un cuento dramático donde el slowfood y la slowlife triunfan. El ritmo de la narración, la alternancia entre las tres líneas y la sabia guía de Gabilondo, apoyado todo ello en un innovador y bravo guion, hacen que Porvenir pueda ser consumido como cualquier otra serie de ficción. Esto es, empiezas por el primer capítulo y no te despegas hasta el punto final.

El vuelo de la graja

El estudio “La Graja en España. Población reproductora en 2011 y método de censo”, cuyo autor es Javier García Fernández, ha sido, junto a los avistamientos recopilados en E-bird, nuestra fuente principal de información para localizar y conocer las colonias. Hemos hablado también con Nicolás López, delegado en Asturias y responsable del Programa de Conservación de Especies de SEO/BirdLife, que nos ha puesto al día sobre la situación de esta especie. En el año de la publicación mencionada existían 16 colonias estudiadas. En nuestro viaje hemos elegido, por ser las más emblemáticas, 9 de ellas. De nuestra experiencia leonesa más personal y “grajeril” sabréis un poquito más adelante, ahora toca informar sobre su situación real.

La graja de la península ibérica proviene de la glaciación que se produjo en el norte de Europa y Asia hace 18.000 años

La población española de graja fue descubierta por primera vez en los años 50 del siglo pasado, aunque su origen según el artículo “Diversidad genética, diferenciación y origen histórico de la población aislada de torres Corvus frugilegus en Iberia data la posible migración de algunos ejemplares hacia la península ibérica buscando zonas más templadas, en la glaciación que se produjo hace 18.000 años en el norte de Europa y Asia. La distribución de grajas por la península era mucho más amplia que actualmente. Los vestigios actuales de esa migración están localizados únicamente en la provincia de León. Además, gracias a estudios realizados sobre el ADN extraído de ejemplares ibéricos, comparado con el proveniente de individuos europeos, se ha concluido que no ha habido comunicación entre ambas poblaciones, incorporando así un altísimo valor genético e histórico a la población española. Desde los primeros censos realizados en León, en la década de 1970, hasta la actualidad, la graja ha tenido diversas variaciones en su crecimiento demográfico, pero la reducción de sus, ya pocos, núcleos localizados de cría es evidente. El último censo, aún sin publicar, hecho en 2020, confirma que existen aproximadamente 1.400 parejas reproductoras, aunque el número de colonias de cría donde sobreviven sigue en declive. La cifra podría parecer elevada, pero hay que tener en cuenta que la naturaleza social y la etología de esta ave hacen que su hábitat sea muy restringido, con lo cual la alerta sobre su situación es muy alta.

El número de colonias de cría sigue en declive

Colonia de Villadangos del Páramo

En 2019, en Villadangos del Páramo, en plena época de cría, se talaron varios de los chopos utilizados por las grajas como lugar de nidificación, lo que provocó la caída de los pollos que estaban dentro de los nidos. Ese mismo año, en un bando publicado por el alcalde se animaba a los vecinos a enviar al ayuntamiento quejas sobre esa misma colonia de grajas. De esta manera, decía, se podrían conseguir las autorizaciones pertinentes para su “traslado” (sic). Para los expertos y no tan expertos esto supondría, evidentemente, la destrucción de ese punto de reproducción. Este hecho puso en alerta a varias personas y organizaciones conservacionistas que intervinieron y lograron la paralización de la tala, la retirada del bando y la publicación de otro en el que el mismo alcalde instaba a la conservación y la importancia de este asentamiento y de la graja en general.

Al observar esta colonia es muy notable el uso, como material de construcción para el nido, de cuerda sintética, empleada habitualmente en agricultura y ganadería. De hecho, existen restos de lo que parece ser un cercado perimetral de la colonia, fabricado con este material. La presencia habitual de este producto en los nidos es la causa frecuente de muerte de los pollos, que quedan enganchados con ellas y finalmente acaban colgados de los nidos. Previamente a nuestra visita, se pudieron localizar los cadáveres de un juvenil y un adulto de la especie, que, por la posición y situación en la que se encontraban, se optó por denunciar, ante la posible comisión de un delito contra la fauna.

La muerte de algunos ejemplares por accidentes, hasta cierto punto comprensivos, derivados de convivencia próxima con los humanos, no debe convertirse en un problema real para la supervivencia de la colonia. Pero la confluencia de factores, así como el frecuente, y más difícil de atajar, atropello de ejemplares en la muy transitada carretera, hacen que sea importante una intervención para su limpieza, así como su cuidado y protección.

La graja tiene que ser protegida

La graja debería catalogarse a nivel legal como especie “en peligro de extinción”, puesto que cumple los criterios de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) como para estar incluida en la categoría de “en peligro”. Las competencias en materia de protección de especies las regulan las Comunidades Autónomas. En el caso de Castilla y León no existe Catálogo de Protección de Especies, junto con Cataluña son las únicas que, a día de hoy, no lo tienen. Aún así, a nivel estatal sí tenemos un Catálogo Español de Especies Amenazadas en el que la graja debería estar incluida y por lo tanto quedaría protegida. En ninguno de los dos catálogos figura. En ninguno. Solo queda la esperanza de que desde instituciones y organizaciones privadas se solicite su inclusión. Y aún así, no se garantizaría su protección, ya que frecuentemente se ve su labor por tierra con las votaciones en negativo por intereses de otra índole, del Ministerio y de las propias Comunidades Autónomas, a pesar de tener a la comunidad científica a su favor. Según nos cuenta Nicolás, después de recabar datos del último censo realizado y de la evolución de su población y distribución, la graja se incluirá en el nuevo Libro Rojo de las Aves de España con la categoría de “en peligro”, gracias a la evaluación del estado de conservación que han hecho los especialistas en la especie Javier García Fernández y Pablo Salinas López. De esa manera, podrán solicitar su inclusión en los catálogos. Veremos si nuestros gobiernos saben responder a este grave problema.

A lo largo de todos estos años, lo que se ha podido comprobar es que el peligro para la supervivencia de las colonias está causado por la tala de los árboles dónde nidifican, el disparo y envenenamiento de ejemplares, el desarrollo urbanístico, los conflictos que se generan al estar ubicadas gran parte de ellas cerca de núcleos urbanos y la creencia de que hacen un gran daño a las cosechas. A todo esto, se suma la herencia de tradiciones que albergan parte de la población con respecto a los córvidos, esos pájaros negros escandalosos de mal agüero. La graja es un ave omnívora, que, efectivamente, come semillas y cereales, pero también se come las especies, animales y vegetales, que perjudican a la agricultura. Los daños que puede causar son mínimos, más quizá en huertos particulares, y, además, como señala Nicolás, podrían estar compensados económicamente por la Consejería de Medio Ambiente de Castilla y León.

Desde El Vuelo del Grajo

Muchos leoneses se sienten orgullosos de la graja por ser su pájaro por excelencia: el pájaro cazurro, como es frecuente leer. Parece que cuando se suma la palabra “nuestro” a patrimonio o a ave, el bicho en sí adquiere más valor, como si se tratara de una posesión. La graja no es de nadie, pero los territorios donde anidan, donde descansan, donde duermen, los compartimos, es por esto, por lo que debemos conocerlos y cuidarlos, ya que somos los que tenemos la capacidad de gestionarlos. Suerte tenéis leoneses de poder disfrutarla y deber de protegerla, ahí radica el orgullo.

Estos días descubríamos la increíble habilidad de vuelo de las grajas y la maravilla de encontrártelas en pleno núcleo urbano; dabas la vuelta a la esquina y ahí estaban con sus llamadas. Nicolás nos dice que ir por las calles y que te vuelen las grajas encima solo ocurre ya en tres sitios del Estado. Esperamos que el vuelo que lleva tu nombre, querida graja, sea testigo y narrador de un futuro en el que tus graznidos y destrezas aéreas sigan viéndose en los cielos leoneses, esos que no son de nadie, pero que nos regalan vida.

Agradecimientos a Luisa Abenza y Nicolás López por su colaboración y generosidad.

De aguiluchos y nocturnas

A primeros de mayo todavía estábamos bajo las estrictas normas de seguridad con respecto a la enfermedad y en Castilla y León a las diez de la noche se acababa la verbena, en todos lados. A mí me había caído el tiempo encima y las hijas de Jesús habían echado el cierre al mesón El Palomar. Así que recurrí a la cocinita que llevamos en La Grajilla para hacer unos espárragos a la plancha en la zona de caravanas del pueblo. Villafáfila no se caracteriza precisamente por la densidad de su arbolado, por eso fue toda una sorpresa escuchar a mi derecha a un autillo emitir, desde la chopera y con claridad, su reclamo. Prácticamente al mismo tiempo, vi pasar fulgurante una lechuza común -lechuza cuya voz se convertiría en una alegre constante el resto de noches en la población zamorana- bajo la primera de las farolas del pueblo. La banda sonora la completaba un chotacabras europeo, con ese soniquete de película exterior/noche/selva que tiene, y un macho de ruiseñor bastardo diciendo “aquí estoy yo”.

Por desgracia, el primer contacto del día con las nocturnas de la comarca, tuvo lugar once horas antes. Casi llegando a Villalpando vi un búho real atropellado. Al haber ido a parar al arcén y estar fuera de la acción desmenuzadora de los neumáticos, el ahora suculento trozo de carroña podría convertirse en una trampa mortal para algún otro animal, así que aprovechando un desvío próximo y que era posible andar detrás del guardarraíl, lo saqué del asfalto (posiblemente rompiendo media docena de normas de tráfico). En los 250 kilómetros del trayecto, fue el único animal silvestre atropellado que pude ver. Claro está, sin contar con los insectos que se estampaban contra el parabrisas.

¿Si en tan pocas horas diurnas este era el programa, qué no sería pasar unas horas más tarde con la vista, olfato y oído de cualquier animal nocturno?

Esa misma mañana, nada más llegar, vi un mochuelo a plena luz de mediodía en Otero. Se trataba de un viejo amigo, descarado y figurón, que parece estar siempre visible para quien lo quiera ver. Un poco más tarde, un pollo de búho chico en La casa del Parque y rematé jornada -antes de los espárragos plancha- con un búho campestre, a mucha distancia, con sus acrobáticos vuelos de caza a baja altura.

¿Si en tan pocas horas, sin entrar en la noche y con los mediocres sentidos de un humano, este era el programa, qué no sería unas horas más tarde con la vista, olfato y oído de cualquier animal con ese horario vital? Aquel día yo estaba absolutamente satisfecho, pero…

La gran familia Circus

La combinación de estepa cerealista más o menos bien conservada y cierta disponibilidad regular de agua obra la maravilla: vida a espuertas. Pero que no lo llamen milagro, que es conservación. Así debían ser muchos lugares de iberia hace setenta años, antes de que se desecasen humedales, se empezase a emponzoñar la tierra con venenos y herbicidas y de que matar cualquier “alimaña” tuviese cien años de perdón y un par de duros en el ayuntamiento de turno para el cazador. La comarca de las Lagunas de Villafáfila mantiene ciertos usos agrarios y agrícolas tradicionales: ganado ovino en extensivo, de rebaños medianos; se conservan lindes y barbechos sin roturar. Las buenas hierbas no han sido exterminadas del todo con los agentes químicos y el mosaico de cultivos exhibe variedad de plantaciones. El resultado de todo ello, de que exista lo bueno con lo menos bueno pero excluyendo casi todo lo malo, es que allí se conserva el ecosistema seudoestepario en buenas condiciones. Las consecuencias son esos parabrisas llenos de insectos que, paradójicamente, alegran la mente ante la tristeza -cada vez más habitual- de los cristales impolutos; caminos por los que ves algún roedor pasar; poblaciones sanas de conejo y liebre y ofidios y anfibios, en cantidades aparentemente aceptables. Una cosa lleva a la otra y con suerte y atención puedes cruzarte con una comadreja, un zorro e incluso con algún lobo. Con buenos cimientos se hacen buenas pirámides tróficas.

Con este equilibrio tan estable reafirmado, la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila es un lugar muy adecuado para la observación de rapaces diurnas. Tal y como pasa con las nocturnas, el catálogo de posibles avistamientos de aves de presa es muy amplio tendiendo a pleno. El paraje es especialmente querido para la familia Falco y, de manera muy destacada, para la Circus, siendo relativamente fácil ver ejemplares reproductores de aguilucho lagunero, cenizo y pálido. Si la suerte va a favor, aparecerá algún ejemplar melánico. De manera excepcional -hay un par de registros en el ultimo decenio- se dejará ver un papialbo.

En Villafáfila hay vida a espuertas, pero que no lo llamen milagro, que es conservación.

Lo realmente excepcional de Villafáfila es que las observaciones sobre estos aguiluchos son perfectas. La suave ondulación del terreno permite poder mantener a las aves durante mucho tiempo a la vista y así poder ver la evolución de sus infinitas cacerías, las rivalidades y pequeñas disputas entre ejemplares de la misma o distintas especies, y volverse loco con sus maravillosas técnicas de vuelo. Si además se da la coincidencia de que sople brisa de oeste al atardecer, puede ser que atiendas al espectáculo de verlos volar sin desplazarse, manteniéndose sobre un área muy pequeña y a una altura muy próxima a la de nuestra mirada, todo ello con la luz dorada del ocaso.

Y así es la primavera en Villafáfila.

Sin elevaciones que aceleren la caída del sol con oscuras sombras y con los rayos dorados haciendo brillar las lagunas, el día termina en Villafáfila. Y lo hace como empezó, con necesidad de ir añadiendo prendas de abrigo que durante el día sobraron. Son paisajes inmensos donde la soledad del árbol destacado en la loma subraya su belleza. Las últimas avutardas levantan perezosamente el vuelo y en la pequeña chopera del Camino del Trancalón, la cigüeña que está echada en el nido castañetea con su pico para recibir a su compañera -alegría, cortesía o, quizá, sencillamente amor-, ya casi en penumbra.

Disfruto de la amabilidad parca de palabras, tan castellana, de la regenta del económico hostal Los Ángeles y de la simpatía punzante de Jesús y sus hijas dándote charla en el mesón El Palomar mientras me tomo esa merecida cerveza con una croqueta. Y pienso, como tantas veces he hecho antes, en qué acertado fue Aitor Galán cuando años atrás me dijo: “Villafáfila nunca defrauda”.

La 139, ¿ZEPA o parque periurbano?

V.G: La Zona de Especial Protección para las Aves “Estepas cerealistas de los ríos Jarama y Henares” (ZEPA 139) de la Comunidad de Madrid, está comprendida entre los cauces de los ríos Jarama (al oeste) y el Henares (al sur) y atravesada por el río Torote. Además de albergar aves esteparias, importantes por su grado de vulnerabilidad, los humedales asociados al río Torote acogen a muchas invernantes.

Después de una comida liviana de plena primavera (costillas con patatas) nos fuimos a buscar un lugar que Aitor conoce muy bien y que trae al presente las vivencias de tantos años estudiando este territorio.

Aitor: “Aquí llegamos a contar hace muchos años siete especies de anfibios criados en estas charcas, ahora hay tres”.

V.G: Estamos sentados mirando esa pequeña charca que pertenece a las llamadas formaciones palustres presentes en la ZEPA. Me cuenta que estos pequeños humedales nunca llegan a estar totalmente secos, pero dice, con cierto enfado, que cada vez hay menos por la enorme captación de aguas que suponen los chalets que la rodean.

La ZEPA 139, además de albergar aves esteparias, importantes por su grado de vulnerabilidad, acoge a muchas invernantes gracias a sus humedales asociados al río Torote

V.G: Las avutardas son su pasión, los planes de gestión y conservación empiezan a ser campo de batalla. A partir del 2007, con la nueva Ley de biodiversidad la Red de Espacios Naturales de España incluye la Red Natura, a la que pertenecen las ZEPAS, y tienen que aplicarse a ambos los mismos principios, me dice.

Aitor: “Una de las primeras luchas a la que deberíamos dedicarnos es que, debido a que tanto la Red Natura como los Espacios Naturales no ocupan ni un 30% del territorio nacional, deje de cazarse en ellos. Por probar…,igual de repente las cosas se recuperan“.

V.G.: Después del sarcasmo compartido, un poquito más para ir calentando. ¿Existe en la ZEPA 139 algún proyecto específico de conservación?

A: “No hay un plan de conservación, no hay un plan de uso y gestión… Realmente es una puñetera protección sobre papel; mira, ahí tienes un vertido de escombros. Antes has visto un vertido de basuras, un tipo volando un dron, gente soltando perros para que corran, los cetreros que entrenan los halcones aquí libremente… En fin, todas esas cosas no deberían ocurrir ni siquiera en el campo, entonces no te quiero contar en un espacio protegido. La guardia civil no puede estar en todo, pero tampoco hay guardas forestales. Existen planes y proyectos que están normalmente asociados a cuestiones oficiales, por ejemplo, un poco más allá de esas zonas de reserva por las que hemos pasado, que tienen unos barbechos permanentes ya, hay una cantera totalmente ilegal que se abrió y se actuó en ella cuando esto estaba ya protegido. Entonces les cerraron y les obligaron a restaurar y ceder esos terrenos. También hubo un vertido de lodos… La rehabilitación de la cantera tiene cuatro charcas que en verano se ponen muy interesantes para ir a ver bichos allí”.

V.G.: ¿Qué particularidades tiene esta ZEPA?

A:“Para mí, lo más relevante es que hay especies euroasiáticas que son muy raras en el resto de la comunidad y que, aquí, tienen su lugar de cría, como el aguilucho pálido o el avefría. Como zona de invernada es súper importante, porque es una zona de paso de migración y además es la mejor conservada, donde existe la concentración máxima de leks de avutardas y la mejor población de sisón. Antes se podía ver bien al aguilucho cenizo, ahora su número ha caído muchísimo. Parece que el lagunero aumenta y el cenizo cae. En cuanto a rapaces es una gozada. Yo he visto una escena de un águila real cazando avutardas, es que ni ‘El hombre y la tierra’ ¿sabes? Jejeje…”

V.G.: Efectivamente, una de las cosas que más me ha impresionado de estos parajes es el número de rapaces diferentes que he llegado a observar, yo que no soy muy de “ojo avizor” ni de coleccionar avistamientos, con mirar me basta, pero esta vez las he tenido que contar: once en unas pocas horas.

Lo más relevante es que hay especies euroasiáticas que son muy raras en el resto de la comunidad y que aquí tienen su lugar de cría, como el aguilucho pálido o el avefría.

A: “Otro de los problemas es que la ZEPA acaba ahí en la raya del límite de la comunidad. Inmediatamente después de ese límite están urbanizando y no hay un espacio de buffer, que se tiene que respetar; se está construyendo en el borde, con lo cual la ZEPA pasa a ser un parque periurbano donde la gente va a montar en bicicleta por unos paisajes muy bonitos, con unos fondos escénicos muy bonitos, cada vez más destrozado y machacado”.

V.G.: ¿Qué propuestas lanzarías para la protección real de estas estepas?

A:“La regulación de los cambios de uso del territorio. No puedes cambiar de cultivo de secano tradicional a regadío o espaldera. Eso es fundamental. Por supuesto, no se puedan instalar parques solares fotovoltaicos, parques eólicos, refinerías de petróleo, etc. Hace falta vigilancia, pero sobre todo hace falta que hagan su trabajo ¡maldita sea!, que tenemos una pandilla de políticos corruptos hasta la médula. Hace falta volver a actualizar todos los planes de ordenación de los recursos naturales, sacar cuando no los hay o actualizar los planes rectores de uso y gestión, hacer planes de uso público, no solo para los espacios naturales protegidos, sino para todas las zonas verdes. Y hay que reglamentar muchas actividades que se nos han ido de las manos, como pueden ser la bicicleta de montaña, las carreras de campo a través y otras”.

Inmediatamente después de ese límite están urbanizando y no hay un espacio de buffer que se tiene que respetar.

V.G.: ¿Crees que tendría cabida en todo esto la realización de programas de sensibilización o de educación?

A:“El problema es que todo se ha decidido de espalda a los pueblos, o sea, los primeros que no saben lo que tienen son las personas locales. El otro día conocí a un chico que era de Valdecañas, un taxista, y le dije que me llevara a la laguna de Valdecañas y me dijo: ¡pero si ahí no hay nada, en mi pueblo no hay nada! Le enseñé unas fotos de mi última salida, dónde había flamencos, y se quedó alucinado, ni se lo imaginaba. Claro, si tú vas con tus colegas a dar una vuelta a la laguna sin mantener silencio, paseando y hablando, sin mirar alrededor, pues no ves nada. Si vas observando con alguien que sabe un poco, callado y respetando el entorno, verás la maravilla”.

“¡Fíjate! Todos los pájaros que han pasado en el ratito que vamos hablando y eso que tenemos unos vertidos al lado, coches pasando, un chalé enfrente…” “Es que nos vamos quedando sin nada…”

V.G.: No le quito razón, pero me quedo con que a pesar de todo eso ahí están esos bichos alados, al lado de los vertidos. Nos sobreviven por más que insistamos en desterrarlos con nuestro, cada vez más, perturbado sistema de vida. Nos dan lecciones de perseverancia y, sobre todo, nos colocan en el lugar que nunca hemos querido estar; un simple eslabón más, como otros miles de esta gran cadena biológica.

Guía de aves. España, Europa y región mediterránea

Es una opinión generalizada. Cuando un nuevo aficionado pregunta por una guía con la que adentrarse en el mundo de la identificación de aves, los más veteranos contestan de manera unánime recomendándole, cueste lo que cueste, la adquisición inmediata de la guía negra.

Lo del reto no va en balde, que encontrar un ejemplar de la segunda edición en castellano comienza a ser difícil y su precio se sitúa por encima de los 50€. Precio, que para ser de un libro -teóricamente- de bolsillo, no deja de ser elevado. En cualquier caso, lo cierto es que cada céntimo de euro estará bien invertido. Lars Svensson (Suecia, 1941) es un ornitólogo, especializado en paseriformes, que ya en la adolescencia dedicaba su tiempo a traducir y adaptar guías de identificación británicas a las necesidades suecas. En 1970, con solo 29 años, editó su Guía de identificación de paseriformes europeos. Un año más tarde, era ya una personalidad en su terreno, gracias a sus trabajos de identificación, sus expediciones y publicaciones. En 1999, se publicó la primera edición del volumen que nos ocupa y que desde entonces ha sufrido continuas actualizaciones.

Lars Svensson.

La característica principal de esta guía no es solo la calidad de la información que contiene, sino la densidad de datos por centímetro cuadrado que la Svensson ofrece. Los textos, encomiable labor la de los traductores, se apoyan en una gran, sabia e intuitiva, utilización de las abreviaturas. Entre esto y la disciplina respecto a la economía de lenguaje, Svensson consigue, con los escasos párrafos utilizados para cada especie, aportar una cantidad sorprendente de información.

Las Ilustraciones

El tema de las ilustraciones -obra de K. Mullarney y D. Zetterström- es otro de sus puntos fuertes. Si generalmente en las guías se presenta al macho, la hembra (en el caso de que exista dimorfismo sexual) y, como mucho, un ejemplar juvenil, en esta pequeña enciclopedia se añaden una o más imágenes con algún jizz característico, silueta en vuelo, detalles comparativos con especies semejantes, explicación de los distintos plumajes por edades, si los hubiere, o actitudes en el medio, que ayudan a identificar. En la galería encontrarás ejemplos de todo ello. Además, la precisión en el dibujo es tal que, aún teniendo unas dimensiones pequeñas, la claridad de los trazos y magnífica impresión resalta mucho los detalles clave para la identificación. Esto es así, aunque el usuario tenga la vista cansada. Todo ello se completa con algunas láminas concretas, muy útiles, como la de híbridos de anátidas o los breves sobre las especies divagantes, o las de las aves introducidas y escapadas.

Hay que señalar que este es un libro de consulta. Por sus dimensiones, que no le permiten ser guardado en un bolsillo, y su peso, que sobrecargará en exceso la mochila, es mejor dejarlo en casa. Quizá, como guía de campo, existan opciones mejores.

En definitiva, 450 páginas llenas de información muy precisa que en su conjunto conforman, sí, la que posiblemente sea la mejor guía de identificación general de aves. Es el libro-herramienta que tarde o temprano comprarás.


Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros

Konrad Lorenz dedicó básicamente toda su vida a comprender el desarrollo de aprendizaje en ciertas especies, sobre todo en las aves. Junto a su compañero Niko Tinbergen es, por muchos considerado, el padre de la etología, que comprende el estudio del comportamiento de las especies animales, incluida el hombre. El libro se publicó en 1949 en un momento en que la etología no era aún definida como ciencia autónoma.

A través de sus páginas, encuentras temas aún candentes más de setenta años después de su primera publicación, como la todavía muy actual discusión sobre la necesidad de que la fauna salvaje siga siendo salvaje y no domesticada ni en cautividad, a excepción, por supuesto, de determinados estudios llevados a cabo por profesionales en la materia.

Una de las imágenes más representativas del autor.


Algo bien preciado que tiene su lectura es que a pesar de su rigor científico la manera en la que nos relata sus experiencias es más poética y narrativa, sin dejar de apoyarse en vivencias contrastadas y rigurosas. Ahí radica, desde mi punto de vista, uno de los mayores aciertos del libro y que tiene que ver, a su vez, con una idea divulgativa, pero muy claramente pedagógica de la ciencia; podemos aprender desde un lenguaje claro y cercano, podemos conocer a través de la pasión y del amor de los otros por su profesión sin que por ello esos conocimientos sean menos concisos. Cuando decidí empezar a leerlo, lo hice por el capítulo sobre las grajillas, estoy un poco enamorada de los córvidos en general y de su comportamiento en particular, sin embargo, me cautivó esa primera parte del libro en la que habla sobre varias especies de peces y como es su comportamiento reproductor y social. Nunca hubiera imaginado tanto ingenio en un pez.

Podemos aprender desde un lenguaje claro y cercano, podemos conocer a través de la pasión y del amor de los otros por su profesión sin que por ello esos conocimientos sean menos concisos.

El anecdotario y las descripciones de su día a día resultan tan atractivas que podrías imaginarte dedicándote a eso el resto de tu vida, aun teniendo en cuenta que podría volver loca a cualquiera, como el caso de la gansa Martina. Su manera un poco desfasada de escritura incrementa la ironía y el humor y contribuyen al interés con el que vas adentrándote en sus vivencias, pero es a través de ellas que comprendes que escuchar, convivir y conocer a los animales es lo más maravilloso que te puede suceder.

Si no lo habéis leído, si lo tenéis reservado para hacerlo o incluso si lo queréis volver a leer, tengo que deciros que es muy fácil entregarse a él y que el tiempo pasa volando, yo lo devoré.

Valle del Guadarranque

El valle de Guadarranque, un lugar para la observación de ungulados.

Desde rocas en sierra hasta valles planos, pasando por bosques húmedos, este es el paisaje que puedes recorrer en Las Villuercas. Toda la variedad de verdes que nos ofrecen sus robles, alcornoques, encinas y madroños, se ven flanqueados por grandes tajos de cortafuegos que atraviesan el paisaje como una cicatriz. El valle está incluido dentro del Geoparque Villuercas Ibores Jara con un marcado interés, debido a la antigüedad del terreno y los fósiles encontrados en él. Este relieve apalachense huele a jara y a tomillo.

El amanecer siempre es un momento especial, el cuerpo aún está pesado y calmo y parece que ese estado alerta aún más nuestra percepción. Entramos por un camino de la carretera CC-20.2 entre Navatrasierra y Guadalupe. Estamos rodeados de montañas. Atravesamos la enorme herida que dejan entre ellos. Desde aquí, vemos la cima de dos riscos coronada por una nube. Los robles que se concentran en esta zona son viejos y grandes, los pequeños duran poco, debido a las necesidades alimenticias del mayor habitante herbívoro del lugar, el ciervo. Es por esto que vemos muchos pequeños árboles plantados y rodeados con red, para evitar ser comidos. Sobre ello nos cuenta Pepe que hay que cuidar de la regeneración de este lugar y propone que incluir a un depredador natural podría ser una buena solución..

Ahora accedemos a un llano. Por encima del amarillo del suelo se ven los verdes y grises del paisaje. La luna todavía mantiene su huella en el cielo. Cualquier lugar del camino es apto para refugiar un ciervo o acompañar su carrera. Subiendo una pequeña loma con el mínimo ruido que pudimos, nos cruzamos de frente con una cierva. Ni ella ni su cría ni nosotros esperábamos un encuentro tan cercano, unos cuatro metros. Es imponente escuchar la salida del aire filtrado por su nariz y esas pequeñas pezuñas frenando en seco y buscando el camino hacia la libertad.

La sierras se suceden en paralelo hasta llegar a los riscos cuarcíticos.

Donde crees que no vas a encontrar asentamiento reciente humano, ahí aparece humilde una construcción de los años 90, la quesería bioclimática construida por José Luis Martín, más conocido como Martín Afinador y en la que se concibió el queso, muy premiado, de Guadarranque. Los perros vienen a saludarnos, conocen muy bien a Pepe, nuestro guía y regalo caído del Facebook. Pepe no solo conoce a los perros y la historia de la quesería, sino que casi podría mimetizarse con el lugar, igual que los muchos rabilargos y arrendajos que cruzan entre las ramas de los árboles abriendo el camino a nuestros oídos.

Al llegar a la Lorera de la Trucha, donde podemos encontrarnos con una acumulación importante de Prunus lusitánica -la mejor considerada de España-, recordamos casi instantáneamente un lugar de Madeira. Esta isla está arropada por la poca laurisilva que ya queda en las antiguas selvas y, al igual que aquí, tiene esa esencia mágica de los lugares sabios. Volvimos con nuestros recuerdos a aquel lugar, al intuir la luz que entraba por las grandes copas y esos verdes brillantes del musgo que tapiza todo a su paso. Sabes que estás en un sitio húmedo, aunque no veas agua. En un primer vistazo, sientes que ahí también podrían ser reales los cuentos de hadas y duendes.

Sabes que en cualquier centímetro de tierra explota la vida a nivel micro, ese nivel que es difícil ver y al que cada vez tratamos de acercarnos con mayor conocimiento y respeto.

Parece que entre la historia natural de este geoparque también hay historias de humanos. Dicen que es una zona empobrecida y que fue tierra de maquis. Allí también, escondidas en las cuevas, las mujeres parían, cuidaban, mataban y formaban parte de la naturaleza de una manera salvaje y sencilla (no en cuanto a penurias) que hemos querido abandonar y que poco entendemos ya.

Ahora también hay historias de humanos, unos que hacen carreras montados en dos ruedas atravesando Las Villuercas, sin ningún miramiento hacia el lugar, por simple diversión personal, que no revierte en nadie más ni en nada más y que, por supuesto, perjudica todo a su alrededor.

Las actividades humanas en entornos naturales deberían conllevar cierto grado de participación, comunicación y aportación, con respecto, a lo que tienes bajo tus pies y no bajo tu bolsillo. Apelemos a esa diversidad de sensibilidades ocultas tras siglos de educación y cultura, que son las que verdaderamente hacen cambiar los comportamientos y empatías necesarios para la convivencia mutua.

Seamos motoristas y naturalistas y abramos así los múltiples y ricos contextos que nos rodean, las prioridades, las opciones y las decisiones para poder encontrar así nuestro verdadero poder: la capacidad de flexibilidad y adaptación sobre lo que nos une.

Con este pensamiento, dirigí mi mirada a la Canchera del Ajo, llena de buitres leonados. Subimos hasta allí y vemos de cerca los aviones comunes y zapadores, de paso hacia el estrecho, que vuelan con agilidad en torno al pico, rodeándolo y haciendo cabriolas en el aire, mientras van cogiendo todos los insectos que se encuentran. Juegan y comen. Ahí, en ese lugar, podíamos divisar toda la heterogeneidad del paisaje. Girabas a la derecha y era completamente diferente de si lo hacías hacia la izquierda o delante o detrás. Veíamos el campo amarillo con encinas diseminadas, los bosques bajos, las piedras grises que componen los riscos con sus afiladas puntas y su perfil fino (extrañamente fino, delgado, de hecho), la jara mano a mano con los madroños. Las nubes, con esa luz dura de la mañana, creaban sombras sobre los valles y, de repente, todo tenía un volumen especial. Los colores formaban capas múltiples y relieves que demarcaban los espacios, tan claramente que podían ser únicos. Era como si pudieras quitar trocito a trocito, recortando por los bordes bien definidos de cada color y llevarte en el bolsillo una calidad única e indivisible de toda esa belleza. Como si alguien hubiera puesto las cosas juntas pero muy ordenadas, sin mezclarse.

Y yo me pregunto:¿cómo es posible que se cumplan todas las necesidades que cada lugar requiere, si están en un mismo espacio? Y pienso que tenemos la diversidad diseminada en nuestra tierra, pero creo que, en el fondo, aunque lo entendamos, aunque tengamos respuestas científicas, nos cuesta abrazarlo. Parece que no deberíamos ni alejarnos ni contemplarnos como especie, fuera de lo que ocurre en la naturaleza y, muchísimo menos, como especie a extinguir. Formamos parte de esta ecuación y podemos, de hecho, ayudar a resolverla. ¿Estamos preparados para comprendernos dentro de ella?