Una historia de humanos y otros animales.
Esta llanura ondulada tiene una fuerte presencia humana. Pequeñas explotaciones agrarias y ganaderas proporcionan un paisaje de cultivos mixtos, alternados con barbechos y tierras de pastos. Las viviendas, algunas ruinas y las construcciones de servicio para las explotaciones brindan recursos de nidificación a todo tipo de animales. La ausencia de monocultivos, la abundancia de vegetación autóctona, el agua necesaria para el ganado y el uso limitado o nulo de glifosato y otros químicos facilitan la existencia a la pirámide de la fauna.
A La Serena, con calma.
Fría en invierno y antes de que llegue el estío el verano ya golpea como una sartén. Llanuras onduladas que no ofrecen escondite ni disimulo para el observador. Paciencia y tiempo. Atención a los pequeños detalles. Entre el pasto casi seco la codorniz y en el aire la canastera.
Peligros latentes.
Este espacio de aparente convivencia equilibrada entre el ser humano, sus explotaciones agropecuarias y la fauna autóctona tiene sus puntos negros. Las basuras inorgánicas que genera la actividad económica agrícola y ganadera suponen un peligro real para la fauna. Este asombroso dormidero de milanos negros, elegido también por tres parejas de cigüeñas blancas para criar, es un claro ejemplo de ello. Además de los omnipresentes plásticos y restos de sacos contenedores de productos agrícolas, están las fatídicas cuerdas sintéticas. Las especies que utilizan este tentador material constructivo para sus nidos tienen un elevadísimo número de accidentes mortales, ya que terminan apresando a pollos y adultos. Son auténticas trampas mortales que, por ejemplo, en el caso de las excepcionales colonias de grajas de León, suponen uno de los mayores peligros.
Éxito conservacionista.
Entre otros muchos, el trabajo realizado por los organismos y entidades con respecto a la carraca no puede ser tildado de otra manera que de éxito. La campaña de colocación de cajas nido para esta especie ha resultado muy efectiva y prácticamente en la totalidad de espacios donde han sido instaladas se puede constatar la presencia de la especie.
Ponerlo fácil.
La Serena viene a demostrar cómo con un mínimo de cuidado con el espacio natural, incluso con un uso humano de la tierra, la biodiversidad crece de manera equilibrada. El abanico de especies presentes en la comarca es muy amplio y variado.
¡Gran ganga!
Por la tarde, cerca del ocaso, tímidamente y en pequeños grupos, las gangas avisan de su presencia con su inevitable reclamo. Vuelan rápido y directas a, según el conocimiento pajarero, sus puntos de hidratación. A primera hora de la mañana, en grupos más numerosos, su actividad es mucho más visible.
La actividad del ocaso.
Cuando la flama del sol de junio se amaina, todo revive en La Serena. Durante un par de horas se da toda la vida que antes parecía inexistente. Salidos de cada tejado de las casas de labor, aparecen decenas de cernícalos primilla. Las gangas salpican el aire con su peculiar llamada en vuelo. Legiones de aláudidos y chirriantes trigueros rellenan los silencios. Y allí, donde todavía los grillos son músicos habituales, el silencio es una quimera. Los abundantes mochuelos preparan su festín.
La salud del ecosistema se ve en el cielo
Variedad de semillas, frutos, brotes y pasto para las especies vegetarianas. Insectos, mamíferos y reptiles en el bufé de los carnívoros. Y al final, a última hora, primillas, milanos y cenizos compartiendo -con algunas discrepancias al respecto- el espacio aéreo.
Completando el equilibrio.
Los jóvenes y aún peligrosamente confiados zorros se mueven a primera hora de la noche dispuestos a poner su granito de arena en el equilibro de este aparentemente sano ecosistema.
Amanece rápido.
Y pronto, calor. Una sorprendente actividad llena el cielo y la tierra. Las últimas anotaciones de aves en vuelo del día anterior se corresponden, casi, a las primeras de la mañana: primillas incansables.
Los caminos de la estepa.
Toda la comarca está surcada por caminos de uso, en principio, agrícola. Estas pistas permiten recorrer todos los espacios de interés y acceder a los puntos de observación sin invadir las propiedades privadas ni generar estrés entre la fauna.
El vuelo del alcaraván.
Al amanecer, tras una noche en la que parecían cientos cantando cada poco, los alcaravanes se vuelcan en un ir y venir de vuelos apresurados: recto, potente y rápido, individuos aislados o parejas. Y los lastimeros y lúgubres “clii-ürr-lii, clii-ürr-lii” lo llenan todo.