Paco García nos enseña a ver nutrias

Bajo el puente, excrementos de varios tipos, provenientes de distintos mamíferos. Justo a plomo de la unión de dos piezas de la estructura de hormigón, hay una buena cantidad de pequeñas “morcillitas” de menos de 3 milímetros que, a falta de confirmación, parecen indicar que ahí hay un refugio de murciélagos. Una pequeña y vieja defecación puede ser atribuible a una garduña. Y luego están las muy reconocibles cacas de nutria. Sin tocarlas (no tocar, menos por escrúpulos y más por prevención frente a infecciones) ni romperlas, es fácil identificar en ellas restos de cangrejo -pequeños trozos del exoesqueleto del crustáceo- en unas, o de pescado -espinas- en otras, y apreciar los matices del color, que indican también las diferencias en el menú y el tiempo que llevan expuestas a los medios, siendo más grisáceas las originadas por alimento pescado. Además, cuanto más claras, más antiguas. Paco se encarama con una agilidad impresionante a la estructura de la construcción en busca de una posible letrina de gineta (Genetta genetta) con resultado negativo.

La lectura del popurrí de rastros, con claridad y velocidad abrumadora, confirman que la mañana va a ser un lujo en términos didácticos

De linces y nutrias

En la pequeña parcelita de lodo que queda visible entre las rocas, un zorro común (Vulpes vulpes) y una nutria dejaron su impresión digital. Cruzamos de orilla. Allí las huellas frescas de nuestra protagonista están por todos lados.

“Vino de allí en dirección a esa isla. Pero por el camino, ¿ves?, hace pequeños desvíos para buscar por todos lados. Aquí se dirigió hacia esas hierbas, pero luego parece que regresó sin darse la vuelta, caminando marcha atrás y volviendo a pisar sus propias huellas”. Esta lectura de los rastros la hace Paco, descartando sobre la marcha otras huellas que va identificando según aparecen: zorro, visón americano (Neovison vison), abundantes perros y varios seres humanos, incluido un chaval o chavala, descalzo, que estuvo bañándose en el río ayer. Estos minutos de lectura del popurrí de rastros, con claridad y velocidad abrumadora, confirman que la mañana va a ser, sí o sí, un lujo en términos didácticos.

Francisco García (Madrid, 1970), biólogo de bota puesta, lleva 30 años rastreando mamíferos por toda España y buena parte de África y América del Sur. Su experiencia de décadas, cuidando en la sierra de los linces ibéricos (Lynx pardinus), su áurea de solvente rastreador y su indudable conocimiento de la biodiversidad podrían haber hecho de Paco una persona infinitamente más distante. Pero no, su carácter afable y su imparable deseo de enseñar -en mayúsculas- hacen del paseo un fluido placer.

“Cuando los móviles no tenían cámara -se arranca Paco- teníamos muchos avisos de presencia de lince en sitios sorprendentes y siempre cerca de ríos. La almohadilla de las nutrias es lobulada, típica de los mustélidos, pero distinta por las formas redondeadas. Por eso, cuando solo marcan cuatro dedos, mucha gente las confunde con las de lince. Por cosas así, siempre digo que si vas a rastrear no te tienes que fijar solo en una huella. Hay que mirar un poco más adelante y un poco detrás para ver, no solo la morfología, sino también las características del paso”.

Yo empiezo contándoles a los niños que el campo es como estar en una clase sin pizarras ni libros”

A continuación, nuestro guía hace una explicación clarísima de la diferencia que existe entre el paso que haría un felino y un mustélido. El primero caminaría con paso firme, delicado, y con esa cadencia tan característica de los gatos, poniendo mucha atención tanto a presas como a potenciales peligros. Nutrias, visones o turones andarán a saltos, con la espalda arqueada, con ese movimiento tan característico de los de su especie. Así que generalmente las huellas de los pies se verán juntas, mientras que, debido a que el arqueo de la espalda se proyecta en la cadera, las patas delanteras apoyarán una un poco más adelante que la otra. “Pero, vaya, que la nutria hace este salto, pero también tiene un galope, un trote y también un paso. Con estas características de rastro necesitas un buen sustrato para que te ayude a identificar la especie”, explica Paco complicando el tema.

Y el río se va

“Llevábamos varios días por la zona y yo veía que el ranger, cada cierto tiempo, cambiaba de dirección. No parecía tener sentido y cada vez que lo hacía daba un paso raro, como que tropezaba. Lo que hacía era levantar un poco de polvo del suelo para confirmar que el viento le venía de cara”. Cuando Paco no está identificando una pequeña mariposa o tratando de ver más allá del recodo del río, suelta anécdotas así. De esas que hacen desear que la mañana no termine.

Seguimos caminando río abajo. No hace falta desplazarse mucho en este curso de agua para llenarte los ojos y la libreta de avistamientos. En este entorno tan maravilloso, Paco va desgranando los secretos de la nutria poco a poco. “En el campo nunca tienes la certeza de lo que vas a encontrar” –nos dice-. “Con algunas especies de aves, si es una zona de cría o una colonia, sabes que tienes una probabilidad muy alta de verlas. Pero en el caso de este tipo de especies, un poco más elusivas, que tienen más sensibilidad a las molestias humanas, no depende solo de lo que tú hagas. Depende también de los animales, depende del clima, depende de que el paisano haya decidido roturar un campo a 2 km y los animales se han ido allí porque lo detectan y saben que va a aflorar mucha comida -saltamontes, lombrices- y están comiendo”. Cambiando un poco el tono, continúa: “es un tema difícil de cuantificar objetivamente y desde un punto de vista científico habría que encontrar la forma de medirlo. Pero es verdad que en el campo, y yo se lo digo mucho a los niños -hago muchas cosas de educación ambiental porque creo que todos deberíamos concienciar y educar mucho más a la gente- hay que ser conscientes de lo que tenemos alrededor. Yo empiezo contándoles que esto es como estar en clase pero que aquí no hay pizarras ni libros; que el libro es el suelo y es el aire; que estamos a la vez captando información con los ojos, con los oídos, con el olfato. Incluso con la piel estás notando el viento. Caminad con el viento en contra, moveos despacio para que no te perciban con la vista e intentad no hacer ruido para que no os perciban con el oído. ¡Estaréis utilizando todos esos sentidos a vuestro favor para intentar detectar al animal y que él no os detecte antes!”

“Caminad con el viento en contra, moveos despacio para que no os perciban con la vista e intentad no hacer ruido para que no os perciban con el oído”

Si con 10 años llega a venir un Paco a mi clase y me dice esto, probablemente ahora yo viviría en una cabaña en un valle solitario. Pero no hay tiempo para imaginar un pasado. “Y el olfato, desde luego juega un papel importante. Vas por el campo y detectas si han pasado jabalíes porque huele a jabalí. O sabes si esto ha sido marcado por un zorro porque huele y tiene un olor especial que es diferente al de una garduña o el de un perro. Los sentidos son herramientas que podemos utilizar cuando rastreamos. Cuando trabajamos en el campo hay que ayudarse de la tecnología y llevamos GPS, cámaras, prismáticos, cámaras de foto trampeo, visores nocturnos… Pero también tenemos que utilizar todas las herramientas que tenemos, que las tenemos desde hace cientos de miles de años”.

Contemplad la belleza

Y poco después estábamos de rodillas olisqueando una caca de nutria para comprobar que, efectivamente, tiene un olor que puede resultar incluso agradable. Casi como el olor de un caldo de pescado ligero y un poco dulce.

Seguimos andando. Hay que buscar el sitio ideal para hacer una espera. Con una buena visión, elevado para tener ventaja sobre la nutria. Mejor si tenemos varias playas e isletas delante de nosotros. Y ha de ser un lugar cómodo, porque cuanto más tiempo pasemos, mejor. Sobre todo, llegar antes del amanecer o probar a tener suerte a la caída del sol y esperar a que se haga de noche. Ya solo quedaría contemplar. Porque de eso va la vaina: de saber contemplar lo que te rodea, esperar a que algo suceda y mientras tanto apreciar la fortuna de que una mariposa arlequín (Zerynthia rumina) se pose a libar el tiempo suficiente para poderla fotografiar.

Y no, no la vimos físicamente. Sabemos cómo anda, qué zapato gasta, cómo huele, dónde defeca, cómo caza, por dónde se mueve. Solo queda contemplar.