“No mires arriba”, la película de la que nosotros también hablamos.

La película.

La cinta, que por longitud da sentido al término “largometraje”, es una producción de Netflix estrenada en exclusiva dentro de la plataforma en diciembre de este año. En clave de comedia, por momentos disparatada y más cercana a Aterriza como puedas que a cualquier filme de humor que cuente con el beneplácito de la crítica más intelectual, narra cómo se afrontan los preparativos ante los efectos catastróficos que causará la colisión de un asteroide de reciente descubrimiento.

Por un lado, están los científicos descubridores del cuerpo celeste armados de conocimientos, cálculos de trayectoria y pruebas contrastadas, e interpretados por Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence y Rob Morgan. Por el otro, toda la cúpula del gobierno estadounidense y su cohorte de amigos y familiares encabezada por la presidenta, a la que da vida Meryl Streep; los medios cuajados de contertulios expertos en opinar manteniendo las cuotas de audiencia dirigidos por la estrella de las mañanas, interpretada por Cate Blanchett; y finalmente, un millonario plenipotenciario y comprador de voluntades con aires filantrópicos.

Esta producción norteamericana no puede -no quiere- esconder referencias directas a personajes y situaciones reales. Hay que estar muy alejados de la hemeroteca para no reconocer a Trump y familia y su gestión de la crisis generada por el COVID 19. La película, que debe de tener algo de muy bueno ya que tiende hacia lo universal, ha conseguido que estas referencias cruzadas entre ficción y realidad se hayan dado en muchos países. En España, por ejemplo, ha sido generalizada la impresión de que Streep es claramente una Ayuso enfrentándose a un bólido celestial llamado COVID y cediendo a las voluntades de empresarios por encima de las necesidades de los ciudadanos. Y no han faltado los memes relativos a Susanna Griso, cuyo nombre acabo de descubrir se escribe con dos enes.

¿Pero es ficción o es real?

El bajo título de la película ya avisa de que está “basada en posibles hechos reales”. Y es en esta posibilidad de realidad en la que queremos fijarnos. En el largometraje, el director pasa su buldócer demoledor por encima de todo, reduciendo a migajas cualquier atisbo de cordura y honradez. Y entre risotadas y bufonadas de todo tipo y calado deja claro una cosa: el valor de la opinión infundada y la cultura liberal pueden arrasar con todo lo que se le ponga por delante.

Si, esta bien, las mentiras y bravuconadas no le acabaron de funcionar a Trump y los norteamericanos no revalidaron el titulo de capullos mundiales en la categoría de reelección de presidentes absurdos. Pero mientras tanto y a su sombra se ha instaurado un sistema de poderes dónde las mentiras se convierten en peligrosos riesgos reales y las operaciones estrafalarias se contemplan como hitos de la humanidad y acontecimientos filantrópicos. La puta frase de Goebbels de repetir una mentira hasta que se de por cierta, se cumple a rajatabla. Y mientras, unos por mentecatos y otros por desestabilizar desde sus posiciones más allá de la derecha, se consigue que la anti-ciencia esté en primera plana y haya de ser tenida en cuenta por los gobiernos. ¡Y cómo nos reíamos del mediocura y su enloquecido chis y del cantante afónico vaticinando un control mundial de nuestras voluntades! Y todo ello mientras unos archimultimillonarios compiten por ver cual de ellos la tiene más larga poniendo cohetes con fines turísticos -o eso dicen- en el espacio..

Y a los primeros se les da voz -en serio, sin carcajadas- y a los segundos no se les tacha de enemigos número 1 de la sociedad. .

En España, por ejemplo, ha sido generalizada la impresión de que Streep es claramente una Ayuso enfrentándose a un bólido celestial llamado COVID y cediendo a las voluntades de empresarios por encima de las necesidades de los ciudadanos.

Esta corriente, con tendencia a huracán, de dar por “quizá sea cierto” cualquier cosa por muy opuesta a la ciencia que se encuentre, no es nueva, desde luego. Mientras escribo esto es navidad… Pero lo cierto es que antes para colarle al mundo entero una trola del calibre 155 y aprovechar, mientras tanto, para hacer todo tipo de movimientos raros había que ser emperador, rey, dictador o jefe de creencia monoteísta. Ahora basta con ser un cuentista a la sombra de una marioneta y tener la financiación de los mismos que mueven el muñeco ya citado. .

Megafonía social.

Qué el asteroide de la película se llama cambio climático, está claro. Y que los gobiernos -todos-, la economía y los medios de comunicación, bailan el rock and roll que tocan un puñado de poderosos, es como en la película, también cierto.

El pasado noviembre, durante 13 días, todos los noticiarios incluían es sus titulares los siguientes temas: la ya tradicional pandemia, el exótico asunto del volcán de La Palma y la Cumbre sobre el Cambio Climático. Solo uno de los tres temas tiene la capacidad de acabar con todo rastro de vida – al menos la humana- en la tierra.

Sobre la enfermedad daban cifras, citaban decisiones oficiales para ablandar medidas y facilitar el movimiento durante los puentes de difuntos y constitución y, ya de paso, jodernos a todos las navidades. De eso no culpabilicemos a nadie, que por entonces no sabíamos que iba a pasar, aunque ya nos hubiese ocurrido las navidades anteriores.

El volcán era más chulo. Solo causó una muerte, los daños económicos eran asumibles y se garantizaba el bienestar de toda la humanidad e incluso de los afectados. A cambio, teníamos unas espectaculares imágenes, realmente bellas, que tenían la facultad de cambiar cada poco: que si nuevas bocas, que si la colada que avanza por allá, que si las fumarolas. Yo me arrepiento sinceramente de no haber ido a verlo en directo, la verdad.

Pagamos las consumiciones, la tendera nos agradece muy explícitamente la visita, y nos dirigimos hacia el coche. De camino comprobamos que hay una pátina de ceniza en el arcén. Algunos de mis compañeros comentan que quieren recoger unos puñaditos para llevarla de recuerdo o, en el peor de los casos, de regalo. Yo, que ya he pasado por este entuerto no pocas veces (frecuentemente asociado al acopio de vistosas arenas en desiertos ignotos), valoro —calladito, que así estoy más guapo— lo pronto que hemos empezado con las chorradas inherentes a todo viaje de placer.

Del tercer tema, la COP26, se supo desde el principio que la gran noticia sería la participación de Estados Unidos de Norteamérica tras la ausencia Trumpiana. Y ya. Punto. No hay más. Ese blancazo total no se lo podían permitir, y remataron la jugada alargando unas horas, 18 creo recordar, la reunión para que los telediarios pudieran tener un titular que vino a decir “la cumbre se cierra con un acuerdo de mínimos in extremis”. Y ahora si, foto sonriente de los últimos de filipinas satisfechos por haber echado otro millón de toneladas de hormigón ciclópeo al futuro del planeta.

Y mientras no se logra nada realmente determinante para el futuro, los Amancios del mundo deciden invertir en molinos y paneles, qué bajo apariencia verde, van a destrozar ecosistemas completos ante la falta de una política de protección y sostenibilidad real, que no es otra que la promoción del ahorro energético -real- y abandonar el consumismo como motor de la sociedad. Qué esos miles de hectáreas cubiertas de paneles van a ser, en muchas zonas, el tiro de gracia a la vida humana en el rural, está claro. De la vida animal y vegetal, ya mejor no hablemos.

Y ahora volvamos a abrir telediarios con los 11.000.000 de leds de Vigo y con el titular de la tarifa plana que hace la compañía eléctrica a dicho ayuntamiento.

Una aldea gala dentro del MITECO.

Le he dado muchas vueltas a este tema. He tratado de encontrar una sola balsa a la que subirme y desde ella matar a todos los monstruos que acabo de describir, pero no he encontrado ninguna: la humanidad entera ha decidido irse a la mierda con tal de no bajarse del Lamborghini Progreso y seguir circulando con él con el pie a fondo. Llegados a este punto imagino a la humanidad como a un cincuentón -triunfador, pero no tanto-, subido en ese coche descapotable, con la corbata anudada en la frente como si fuese un sioux y gritando desencajado, mientras del equipo de sonido atruena una canción de Robert Palmer y la carretera va directa a un nada glamuroso muro de bloques prefabricados de hormigón.

Qué esos miles de hectáreas cubiertas de paneles van a ser, en muchas zonas, el tiro de gracia a la vida humana en el rural, está claro. De la vida animal y vegetal, ya mejor no hablemos.

No puedo terminar sin hacer una excepción. Ya estoy con la tontería de aquello de las esperanzas y las cosas que se pierden en último lugar. Pero creo que en el MITECO, la ciencia, la conservación y el conocimiento han sabido hacer frente a los ancestrales temores, a la verborrea de opinólogos, a la oposición interesada de los políticos y en los últimos 380 días, se han dado tres casos dónde la lógica científica, los estudios sobre el terreno, los planes a largo plazo e incluso la ley y los requerimientos europeos, se han impuesto a las proclamas catastrofistas, los intereses económicos, los aprovechamientos electoralistas y las viejas y tradicionales letanías.

Que se terminase con la moratoria que permitía la caza deportiva en los Parques Nacionales de España, dar cupo 0 a la caza de la tórtola europea y, finalmente, prohibir la caza del lobo, son tres decisiones que ha tomado el gobierno de la nación basándose en sólidas razones científicas sencillas de entender:

– La población de la tórtola baja alarmantemente por varias razones a las que habrá que atender y dejar de regarlas con plomo es fácil, efectivo e inmediato.

– El concepto de Parque Nacional incluye que la participación del ser humano en su mantenimiento -incluido el equilibrio entre especies- debe de ser mínimo o nulo. Además, legalmente estaba prohibida la caza y si había prácticas cinegéticas era por la existencia de una moratoria

– El número de cazadores baja año a año, los ungulados aumentan y en los Parques Nacionales ya no se le puede dar matarile deportivo a ciervos, jabalíes y corzos. Alguien, idealmente, tendrá que hacer ese trabajo y no miro a nadie de cuatro patas y colmillos.

Por supuesto, estas decisiones han causado muchas reacciones adversas. Unas, totalmente comprensibles y respetables, las que vienen de gentes que ven alteradas sus formas de vida y economía, deberán ser atendidas con prioridad, amplitud de miras y una buena provisión de fondos. Otras, las más histriónicas y absurdas y que, a mi entender, van un paso más allá del negacionismo o que rayan en la práctica mafiosa deben de ser ignoradas o incluso perseguidas. Si, me refiero a aquellos que aseguran que si se dejan de matar tórtolas la especie se extinguirá inexorablemente porque dejarán de cuidarlas en los cotos, por que no las cebarán para luego matarlas, porque, bueno, cosas así. Los segundos, los que directamente amenazan e incluso alientan el furtivismo y el trampeo no selectivo deberían ser puestos bajo la lupa de la justicia.

Sea como fuere, esa parte notoria de la población, apoyada por ciertos partidos y gobiernos autonómicos, enarbolando banderas patrióticas de tradiciones y esgrimiendo puños -que no verdades-, han tratado de amilanar a Teresa Ribera. Pero ella no ha hecho de Meryl Streep.