Antonio Liébana acaba de publicar El fotógrafo de fauna, un libro llamado a convertirse en el manual indispensable para todos los que comienzan en esta especialidad fotográfica.
Para todos los que comienzan y para los que llevan media vida documentando la vida silvestre, ya que Liébana ha tenido la generosidad de contar muchas de las técnicas y trucos personales que él emplea para desarrollar su trabajo. Pero empecemos por la primera página. Estamos ante un manual eminentemente práctico, didáctico y muy real. Está dividido en capítulos y a su vez organizado por categorías que se subdividen en temas. Bien, pues es tan práctico y tan real que el primer asunto que trata lleva por título “El Precio”. A partir de ese punto, desgrana de forma ordenada, lógica y muy sucinta todo lo que el aficionado que se quiera adentrar en este proceloso mundo de la fotografía de animales silvestres necesita saber sobre equipos y principios básicos de fotografía. Se pasan páginas -que como cabía esperar están brillantemente ilustradas- y se empieza a leer sobre composición y situaciones lumínicas especiales, ya para fotógrafos que saben lo que hacen. Y así, como quien no quiere la cosa, uno está leyendo sobre técnicas avanzadas o una interesantísima docena de casos prácticos de cómo fotografiar especies concretas.
Por muy veterano que se sea en estas lides, la profesionalidad y los 25 años de experiencia de Liébana esconden conocimientos interesantes para todo el mundo.
En El fotógrafo de fauna no se deja nada atrás: se tratan temas como la mochila más adecuada, cómo afecta la meteorología a nuestros trabajos y algunos consejos para viajar. Por supuesto, explica técnicas de acercamiento, detalles sobre posaderos y se explaya en el mundo hide. Mucho del trabajo producido por Liébana sale de largas jornadas de espera en todo tipo de escondites, así que no es de extrañar que dedique espacio a los aguardos y sus modalidades y variaciones: hides comerciales y públicos, de lujo, baratos, artesanales, hidrohides, con cristal o de tela, comportamiento dentro del escondite, sillas adecuadas e incluso habla de temperaturas, asuntos fisiológicos o calendarios de ocupación.
Ética fotográfica
También tiene un hueco para introducir el capítulo de la ética fotográfica y el comportamiento que ha de tener el fotógrafo frente a la fauna silvestre, sin olvidarse de la conservación. Ofrece un par de páginas recordando las normas básicas. Este tipo de contenido es frecuente y siempre que toca asuntos potencialmente delicados o directamente peligrosos para los animales no duda en explicar cómo no hay que hacer las cosas, repitiendo en varias ocasiones las máximas esenciales de la fotografía de naturaleza, tales como “el animal prevalece siempre sobre la fotografía”.
La edición del libro es sencillamente excelente y a las impresionantes fotografías, solo por las cuales ya merecería la pena la adquisición de la publicación, se suman unos dibujos y gráficos explicativos muy adecuados. Lo conciso de los textos, yendo directamente al grano con claridad y sin ambages, recuerda a los contundentes párrafos explicativos de Michael Langford en su mítico La fotografía paso a paso.
Tras darle muchas vueltas, solo soy capaz de encontrar un defecto, que al tener tantas ventajas deja de ser defecto y es virtud. El formato, grande y apaisado de proporción 4:6, es una gloria para la reproducción y visionado de fotos. Da gusto abrir el libro y pasar hojas, que siendo tan grandes hacen de abanico para acercarte el olor a buen papel y mejor tinta. ¿Que con esas dimensiones pierde algo de la practicidad propia de un manual didáctico de uso frecuente? Sí. ¿Que muchos grandes libros de este tipo, aunque de otras temáticas, llevan el mismo formato? También. ¿Y que, ¡qué más da!, si además este libro está pensado para ser devorado tranquilamente en un lugar confortable?.
Dejamos para el final el espíritu que Antonio Liébana ha sabido añadir a la publicación. Cabría esperar que, con la infinidad de datos técnicos, dificultades y costes descritos en el libro, el lector se viese abocado a contemplar la fauna desde el balcón, mientras medita sobre lo leído, pero no. El carácter eminentemente práctico y la invitación permanente al factor “disfrute de la naturaleza”, empujan al fotógrafo -ya sea aficionado o profesional- a echarse al monte y poner en práctica lo aprendido. Porque, ¡ojo!, que por muy veterano que se sea en estas lides, la profesionalidad y los 25 años de experiencia de Liébana esconden conocimientos interesantes para todo el mundo.