¡Hasta que no ocurra una desgracia, no harán nada!

Esta frase y otras similares son frecuentes en declaraciones de sindicatos agropecuarios, federaciones de caza y medios de comunicación afines a estos sectores. Dan la sensación de vivir atenazados por el miedo y generan, a su vez, una sensación de inseguridad muy alta al resto de la población.

Pero, ¿es la fauna salvaje un peligro real para los humanos? Veamos qué dicen los datos:

Algunos titulares de noticias que señalan a los peligros reales.

Hay que partir del hecho de que no se conocen casos fiables de ataques mortales de osos o lobos a personas en la península. Recientemente hubo un encontronazo de una señora con un oso, del susto, la mujer cayó al suelo y resultó herida. Inmediatamente fue considerado como un ataque en toda regla por la prensa antifauna. La investigación posterior e, incluso, las declaraciones de la damnificada, no dejaban lugar a dudas de que el asunto no había pasado de encontronazo, muy poco afortunado. A nadie, ni propios ni ajenos, se le escapa que si el plantígrado, como los mismos sectores acusadores no dejan de repetir, es capaz de poner en peligro la ganadería vacuna ¿cómo es posible que una señora mayor salga casi indemne de un ataque de semejante animal?

Los ataques de jabalíes son más frecuentes. También es cierto que la mayoría de estos ataques los sufren los mismos cazadores durante la práctica de la afición cinegética. La fauna ibérica no es un peligro para las personas, pero tampoco son los animales de las películas de Disney que muchos creen. Son animales salvajes y, si los molestas, persigues o acosas, es muy probable que se defiendan. Pero eso no es un ataque, es un comportamiento de defensa y como tal ha de ser considerado.

Si tenemos en cuenta el número de animales salvajes potencialmente peligrosos y lo comparamos con el número de ataques graves o mortales que se producen, vemos que no es, al menos, uno de los principales peligros por los que tengamos que tomar medidas urgentes.
Pero eso no quiere decir que pasear por el campo no pueda tener riesgos. A diferencia de los animales salvajes, la caza sí es un peligro real para las personas. Existen muchas informaciones falsas y datos tergiversados. Los medios de comunicación, según sea su posición con respecto a la caza, “cocinan” las cifras recopilatorias en un sentido u otro. Evitando estas publicaciones más tendenciosas y centrándose en medios solventes, basta con una simple búsqueda en internet para hacerse una idea de la gran cantidad de muertes que provoca la caza al año. Sin alejarse mucho en el tiempo, entre noviembre y diciembre de 2022, murieron cinco personas en los montes de España a causa de accidentes cinegéticos.

A pesar del peligro real y demostrado de la práctica de la caza, no parece que se haga nada para poner remedio y proteger a la población. La aversión del sector a la implementación de medidas que hagan de su afición una práctica segura y menos dañina para el medioambiente es rotunda. Es una negativa férrea a cualquier modificación de sus leyes, rituales y tradiciones.

Hace unas semanas, el colectivo cinegético se quejaba públicamente porque las fuerzas del orden habían interrumpido una batida para realizar una prueba de alcoholemia a los que portaban armas. Es bien sabido que los desayunos y almuerzos en las monterías y batidas no son precisamente ligeros y las bebidas alcohólicas son parte de la tradición del llamado ”taco”. Una medida eficaz y coherente, que debería haber sido aplaudida, como es que se controle el estado de embriaguez de gente armada para evitar precisamente estas desgracias, fue recibida como un ataque.

Pero hay más peligros. Los animales silvestres, por lo general, temen al humano, por lo que ante nuestra presencia suelen huir. El enfrentamiento, de darse, será con carácter defensivo ante el acoso o la persecución. Así, por ejemplo, una manada de lobos en el campo no es un peligro para el hombre, como demuestra que no exista ni un solo caso confirmado de agresión en los últimos siglos. En cambio, una rehala de perros de razas seleccionadas genéticamente para cazar no teme a los seres humanos. Esto hace que, sí, puedan llegar a ser muy peligrosos para las personas, como en el caso de la joven embarazada que fue devorada por los perros de unos cazadores que se encontraban en la zona, en el sur de Francia, cerca de la frontera con España.

Al igual que los perros, el ganado doméstico tampoco suele tener miedo al humano. Ello le convierte en un peligro potencial para los habitantes y visitantes de estos lugares. El ejemplo de los escapes recurrentes en Brieva (Segovia), donde un grupo de toros bravos llegó a embestir a varias personas, obligó a sus habitantes a quedarse encerrados en sus casas por seguridad. En este caso, las autoridades parece que no fueron excesivamente tajantes, a juzgar por el retraso en reparar y reforzar el vallado. Estas desgracias se producen de forma cotidiana sin que nadie haga nada.

En este artículo se ha hecho referencia principalmente a hechos con consecuencias fatales, pero el número de heridos es muy elevado.
Urge bastante más acabar con las desgracias mortales que ocurren diariamente en nuestro mundo rural que preocuparse por peligros hipotéticos, basados en miedos y leyendas. Todo esto, suponiendo que la caza deportiva pueda ser considerada un modo fiable de evitar supuestos ataques. En el caso del jabalí, hasta el momento, la gestión cinegética deportiva tradicional se ha mostrado absolutamente inútil.
La realidad es que todos los años se producen muertes y accidentes muy graves en el mundo rural, causados por los peligros comentados anteriormente y nadie hace nada. ¿Parece coherente tener miedo a los ataques de lobos, que nunca han ocurrido, mientras se obvian las escopetas o el ganado doméstico, que han demostrado un peligro mortal real? A mí no.

CABS: A la caza del cazador furtivo.

Leo el título que le hemos puesto a este vídeo y pienso que se ha apoderado de nuestras entendederas el mismísimo cabrón de Harvey Weinstein. Creo que nada más darle al play aparecerá cualquier estrella rutilante de Hollywood repartiendo hostias con mucho glamur. Y algo hay de eso.

Cuando el activista anónimo del vídeo me llamó para proponerme que los grajos volásemos un par de semanas junto a ellos para ver, en primera persona, cómo localizan, persiguen y denuncian delincuentes, le pedí algunos datos, cifras y detalles. En realidad, no hacía falta: estaba absolutamente interesado de antemano. Pero me hice el interesante. Vino bien esa conversación. Al pensar luego en todo lo que me había contado, vino a mí, cual rayo luminoso y textual, la frase: “Mi nombre es Aldo Raine y estos son los Bastardos. Nos dedicamos a matar nazis y eso lo hacemos de puta madre”.

Claro que aquello era ficción, con mucho de comedia y acción a borbotones en gama de rojos. Y esto es la realidad. Realidad a las 5 de la madrugada y con la caza ilegal como tema principal: La tensión de la búsqueda y el acecho. El hecho de andar en equilibro inestable sobre el pretíl de cazar a los cazadores furtivos con técnicas y medios furtivos: jugar en su propio terreno y con sus propias armas. Si, emoción y acción brotan a chorros.

En determinados entornos hostiles, cuando hablas de la matanza masiva de aves migratorias te proponen que cruces el Mediterráneo y se lo digas a los del otro lado del charco, que se pasan la ley por el forro y matan mucho más que ellos y con artes carentes de toda moral. Hacen esa propuesta de viaje cultural con la letanía implícita, reiterada y machacona de “a ver si tiene huevos de decírselo a ellos”. Pues bien, estos activistas lo hacen. Se meten en el mismísimo Líbano a tocar las narices en el lugar más complicado que quepa imaginar. Y te cuentan que “lo más importante para actuar en Malta, es saber conducir bien para poder huir rápido”. O en su Instagram ves a un tipo con la cabeza reventada por un palo que le dio un furtivo en Chipre. Y entonces ya sabes que contestar en esos ambientes hostiles.

CABS, que así se llama la organización de origen alemán, actúa en los países mediterráneos desde hace 40 años. Primero se dedicaban a destruir y fastidiar las trampas y lugares de caza. Veinte años más tarde cambiaron de estrategia: se habían dado cuenta que aquello solo paraba la matanza el tiempo justo que tardaba el vicioso del delincuente en comprar una nueva red o levantar un nuevo parapeto. Fue entonces cuando se pasaron a la acción en cooperación con las autoridades. El cambio fue radical. Por ejemplo, cuando desembarcaron en España hace once años, lo primero que hicieron fue un censo de lugares donde los tramperos le daban matarile a la fauna. Salió una lista de cerca de 3000 instalaciones permanentes. Hoy en día quedan muy pocas operativas y por el camino se han llevado por delante a más de 300 cazadores furtivos. ¿Cuántas aves han podido salvar?

Y al final resulta que si: Se llaman CABS, se dedican a cazar cazadores furtivos y eso lo hacen de puta madre.

Disfrutad del vídeo y celebrad la existencia de CABS. Por cierto, el acrónimo es de Committee Against Bird Slaughter, que significa Comités Contra la Matanza de Aves.