Fotografía para la conservación.

La vinculación de esta asociación con la conservación viene de muy lejos. Esta potente organización, formada por un número aproximado de 600 miembros, tiene una sección dedicada por entero a este asunto. De ella han salido productos tan reconocibles y reconocidos como el Decálogo Ético del fotógrafo de naturaleza, que, junto al Manual de buenas prácticas del fotógrafo de naturaleza (actualmente este título se está poniendo al día), forman la guía que contiene los principios que deberían regir el comportamiento de un fotógrafo que se identifique como “de naturaleza”. De hecho, en la página web de AEFONA se puede leer como descripción de esta comisión que su existencia es debida a la necesidad de “mantener de una forma colaborativa y dinámica, los más altos estándares éticos y conservacionistas en nuestros diversos ámbitos de actuación, con el ánimo de ser un ejemplo de integridad y comportamiento, especialmente para las nuevas generaciones de fotógrafos y para los que se acercan a la fotografía de naturaleza”. Entre sus objetivos está, en primer lugar: “impregnar en todas las actividades de AEFONA, la esencia de la fotografía de conservación, para que formen y sean seña de identidad de nuestra organización”.

El Decálogo Ético del fotógrafo de naturaleza y el Manual de buenas prácticas del fotógrafo de naturaleza forman la guía que contiene los principios que deberían regir el comportamiento de todo fotógrafo que se identifique como “de naturaleza”.

Con estos fines convocan anualmente el premio Fotógrafo Conservacionista del Año, promueven la formación para que la práctica de la fotografía de naturaleza tenga el menor de los impactos y, por supuesto, organizan estas interesantes jornadas.

Inspiración. Motivación. Ciencia.

Con el fin de conocer de primera mano el estado de los proyectos de conservación más interesantes que se desarrollan en España, la Comisión de Conservación y Ética propuso para el sábado 13 una serie de conferencias muy sólida.

Iván Parrillo, biólogo, coordinador del grupo local SEO/Birdlife en Córdoba y miembro de la Plataforma por la Conservación de las Aves Esteparias y sus Hábitats, habló sobre el estado de los espacios y especies en la campiña, ante los nuevos usos. Antonio Marín Cañones, director del Parque Natural Sierra de Andújar detalló los recursos disponibles en el Parque para la fotografía y observación de fauna y las medidas que se toman para mantener un ecoturismo sostenible en ese entorno. Los avances en la recuperación del águila imperial en Andalucía, fue el tema tratado por Agustín Madero Montero, coordinador del programa de recuperación de esta especie en la comunidad autónoma. Y Germán Garrote, técnico de la Agencia de Medio Ambiente y Agua de Andalucía, hizo una interesante exposición sobre los avances realizados con respecto al lince ibérico.

La conservación, la preocupación por el medioambiente y la biodiversidad son asuntos que deberían estar muy presentes en la agenda de todos aquellos que, de forma regular, salen al monte por cualquier razón:

Tras estas tremendas dosis de trabajo, constancia y ciencia, en proyectos bien realizados y con mejores resultados, se planteó una mesa redonda sobre el papel de la fotografía. Una vez comprobado que todos -organismos, ONG, asociaciones, empresas y fotógrafos- estaban de acuerdo en que la fotografía es un elemento fundamental en el desarrollo de este tipo programas y en su posterior difusión, el manido -y nunca resuelto- tema del voluntariado: las ONG, la fotografía y el papel que desempeña el dinero y la compra de fotos, ocupó una buena parte del debate sin que se llegase a una conclusión de validez universal. En el proceso de conversación si quedó claro que lo deseable y a lo que hay que aspirar es a que todo proyecto tenga adjudicada una partida presupuestaria o, al menos, incorpore en su equipo humano la figura del fotógrafo.

Fotografía aplicada a la conservación.

Tras las inspiradoras conferencias del sábado, el domingo se reservó para manifestar que, efectivamente, el movimiento se demuestra andando. Porque así, a priori, uno puede pensar que la fotografía de denuncia o un brillante artículo de investigación o fotos de animales que sirvan para dar a conocer la biodiversidad y su estado son las únicas opciones para situarse en el lado conservacionista de la vida. Pero, aunque fuera así, luego quedaría el asunto de “colocar” esos reportajes y que lleguen al medio de comunicación adecuado. Tiene que existir ese “algo más”. Trascender más allá del muro social del que participe el autor: esa es la cuestión. ¿Pero y si la propuesta es mucho más creativa y rompe esos corsés? Sin duda, como se pudo ver durante la mañana del domingo, las posibilidades son mucho más amplias.

El domingo, tras una tranquila salida al Parque Natural de la Sierra de Andújar, fue el turno de exposición para personas que, de una manera u otra, aplican la fotografía en proyectos vinculados a la conservación. El programa de intervenciones tocaba por todas sus aristas el complejo poliedro que es la conservación.

Fotografía para ilustrar ciencia ciudadana.

Un hombre, preocupado por el número de animales que mueren atropellados, comienza a recopilar datos. Fecha, hora, punto geográfico y, por supuesto, especies accidentadas pasan a formar parte de una base de datos que arroja una valiosísima información, al tiempo que proporciona datos estadísticos muy interesantes. El paso de los años hace que la recopilación de datos ascienda hasta las 700 entradas. Con algo así, ya se podría empezar a pensar en censos y fluctuación de las poblaciones. Pero, además, si documentas fotográficamente cada uno de esos atropellos y decides buscarle un sentido estético tendrás Réquiem, el trabajo de Luis Alberto Domínguez. Un proyecto que además de lo dicho, conciencia de un problema muy grave.

Fotografía para cambiar conciencias.

Andújar, hasta hace poco, era el reservorio genético esencial del lince ibérico. Sin esta sierra la especie se hubiese perdido. Pero también era, y es, una zona eminentemente cinegética donde no se entiende el campo y su propiedad si no va de la mano de la caza. Esto significaba que la presencia de depredadores silvestres no era muy bien acogida por parte de los gestores de las fincas, lo que llevaba a una persecución activa de todo animal que pudiese representar una posible competencia. Al lobo ya se lo llevaron por delante y el lince hubiese seguido la misma suerte de no haber sido por la política de conservación y reintroducción de la especie.

Pero en Andújar no todo el mundo salía al monte con un rifle al hombro. Este era el caso de un jovencísimo José Luís Ojeda, que desde chaval militó en las filas del ecologismo de acción en el monte y al pie de las manifestaciones. Desde bien pronto entendió que la fotografía era un elemento esencial para la conservación. Con el tiempo, se convirtió en un eje fundamental de su vida. Fundador de la empresa Iberian Linx Land, de sobra conocida por sus hides y rutas por las sierras de Andújar, Cazorla y Mágina, con el lince y las grandes águilas como protagonistas absolutos de su trabajo, José Luís, con sus compañeros e iniciativas, logró, desde dentro, ayudar a cambiar la mentalidad de los, hasta ese momento, enemigos acérrimos de los depredadores. Con la fotografía como elemento y herramienta fundamental, consiguió que el lince no solo fuese apreciado en su naturaleza misma, sino también como un animal que puede generar movimiento turístico muy respetuoso con el medio ambiente, brindando muchas oportunidades económicas a la comarca.

Fotografía para ayudar a financiar un proyecto de conservación.

Dejamos para el final el caso expuesto por Vicent Ferri, miembro de la Fundación Victoria Laporta, operativa desde 2003. Sus objetivos se centran en: el conocimiento de los ecosistemas, su flora y fauna, y su preservación; mejorar la puesta en valor del patrimonio cultural y etnográfico de la Sierra de Mariola; la formación de profesionales en medio ambiente y en educación ambiental. Todo ello, en un territorio de 600 hectáreas, en mitad del parque natural de Serra de Mariola, Alicante. Recuperar cultivos en ecológico, plantar especies autóctonas, recuperar terrenos y fauna y, además, participar en la formación de gestión ambiental de futuros profesionales y de introducción a la naturaleza a edades tempranas suena fenomenal, pero requiere de una financiación nada fácil de obtener. En este punto, entra a jugar la fotografía. Media docena de hides, caracterizados por ser gestionados de manera absolutamente ética y responsable, ayudan directamente en el aspecto económico de la fundación. Por ellos pasan una media de 150 fotógrafos al año y sirven para realizar talleres de fotografía de fauna, al tiempo que cumplen la importantísima misión de permitir a los más jóvenes estar cerca de la naturaleza y tener contacto visual con animales, lo que de otra manera sería imposible.

Estas tres intervenciones son en sí mismas una muestra de hasta dónde puede llegar la fotografía ligada a la conservación, pero también podrían servir para ello las propuestas que hicieron el resto de los ponentes. Las impresionantes fotografías de Roberto Garcia-Roa que ilustraban su alocución, “La otra Fauna: Fotografía para su conservación”; Lola López Fernández y su “Escucha la Naturaleza”, y Gabi Llorens y el libro Los dominios del lince ibérico, completaron el programa de intervenciones de esa mañana.

La conservación, la preocupación por el medioambiente y la biodiversidad son asuntos que deberían estar muy presentes en la agenda de todos aquellos que, de forma regular, salen al monte por cualquier razón: laboral, de ocio o deportiva. Quizá -y como poco- deberíamos entenderlo como una compensación, justiprecio o donación, debida a eso, a la naturaleza, que tanto nos da. Y los fotógrafos que desarrollan su trabajo -en todo o en parte- profesional o amateur, en el medio natural, no escapan a esta deuda ética para con la naturaleza.

Muerte en directo

Rebobinemos una década y un lustro. Llevábamos otro tanto realizando el seguimiento de varias especies de aves rapaces en Bizkaia. Hasta entonces, las cosas habían ido dentro de un margen razonable, aunque ya habíamos publicado artículos sobre el efecto de la meteorología en la reproducción de algunas de las especies que seguíamos, como lechuzas y ratoneros comunes. La vida en esa franja norte de la península, esa que cuando dan los pronósticos del tiempo en la televisión es la excepción del buen tiempo del resto del país, nunca ha sido fácil para especies poco tolerantes a la lluvia, pero era soportable para otras muchas que se habían acostumbrado, al igual que nosotros, al eterno sirimiri. Sin embargo, en 2007 todo empezó a torcerse. Aquella primavera fue azotada por numerosas borrascas, con abundante lluvia, vientos fuertes y descenso anormal de temperaturas. Las consecuencias fueron letales para los anhelos reproductores de muchas de las especies que seguíamos. Tras esa primavera, se sucedió otra igual, y otra, y otra y, aún hoy, estoy esperando a la primavera en la que no haya un fenómeno anormalmente letal.

Todo nos lleva hasta el viernes 18 de junio de 2021 y el nido de águilas pescadoras de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, seguido en vivo por una cámara instalada por el equipo del Urdaibai Bird Center. Esta era la primera pareja que criaba en el norte de la península ibérica. El nido tenía dos pollos de 19 días que eran atendidos con mimo por sus progenitores y era seguido, al segundo, por un atento público que chateaba con asiduidad en los canales asociados. Las semanas previas habíamos tenido tiempo para todos los gustos, desde una galerna, momentos de lluvias intensas, un pico de calor de tres días, etc. Como siempre en estas fechas, yo estaba atento a los pronósticos del tiempo y veía con preocupación como el nido se libraba por los pelos de consecuencias mayores. Eso sí, con una notable atención de la madre hacia sus dos pollitos, a los que tapaba cuando llovía o daba sombra en los momentos de más calor. Pero, la víspera de aquel día todo cambió. Los pronósticos del tiempo mostraban como una DANA (depresión atmosférica aislada en niveles altos) se estaba uniendo a una fuerte depresión atlántica para formar uno de los fenómenos meteorológicos extremos que a base de años he aprendido a temer. Esa noche ya no dormí pensando en las pescadoras, los pollos de alimoche y de otras tantas especies. La experiencia me había enseñado que el momento más crítico es cuando los pollos son medianos, con un tamaño grande como para que la madre los pueda cubrir bien y proteger del frío y la lluvia, y aún pequeños como para haber conseguido la capacidad de termorregular. Así, al día siguiente revisé varias veces la página web para ver cómo se las arreglaba la madre cada vez que llovía para tapar a sus pollos. El día no fue tan malo, pero al anochecer hubo fuertes aguaceros. Aunque la temperatura no bajó de los 16ºC esa noche, al amanecer un pollito ya había muerto. El otro pollito mostraba síntomas de estar mal, con los ojos entrecerrados, la cara pálida y tiritonas. El pollito murió en directo, delante de un montón de gente que se preocupaba por saber qué pasaba. La angustia se apoderó de las redes sociales y, por primera vez, vi que no estaba tragándome yo solo esa congoja de ver como un pollo muere por hipotermia y debilidad.

Sin embargo, en 2007 todo empezó a torcerse. Las consecuencias fueron letales para los anhelos reproductores de muchas de las especies que seguíamos.

Años avisando de los problemas, publicando artículos para demostrarlo, aguantando comentarios insulsos y no había conseguido nada. Me sentía como los científicos que ven cómo, a pesar de avisar una y otra vez, especies como el oso polar estaban sufriendo las graves consecuencias del calentamiento global, sin mayor respuesta que las lágrimas de algunos incondicionales de los documentales. Sí, lo cierto es que edulcorar una noticia con una imagen de una osa con dos ositos rollizos, diciendo que, de seguir así, la especie podría estar condenada, no sirve de nada. En cambio, desgarrar los corazones y las conciencias de la gente mostrando cómo una osa esquelética llora la muerte por inanición de su último cachorro, parece que tiene un efecto notablemente mayor y se queda a fuego en la mente de todo el mundo, al menos unos días, poco más.

Bien, pues volvamos al principio. Cambio climático y calentamiento global. La gente tiene un concepto muy sesgado de lo que es esto y de lo que nos viene encima. Cuando preparaba alguno de los artículos que hemos publicado al respecto, me documenté sobre las predicciones del cambio climático, el comportamiento de los fenómenos meteorológicos extremos, etc. El problema no es solo que vaya a subir la temperatura media del planeta, ¡no! -¡algunos piensan que es un chollo!-, sino que los desajustes climáticos que se derivan de ese aumento de temperatura causan alteraciones en el orden, magnitud y periodicidad de los fenómenos meteorológicos. Así, hasta hace poco más de una década a nadie le sonaba el término de ciclogénesis explosiva, ni de ciclón extratropical y hasta este año nunca se había visto un huracán en Europa. Mucha gente piensa que es cosa de la moda, que antes no se conocía porque la información no llegaba a emplear tales términos. Además, esto no sigue un proceso homogéneo en todo el planeta, sino que, debido a los movimientos atmosféricos y sus presentes y futuras variaciones, habrá zonas en las que se sufran unos fenómenos más que en otras.

Los pollos que consiguieron aguantar ese primer envite, sufren un segundo y un tercero. El resultado es la muerte de prácticamente todos los pollos medianos de la mayoría de los nidos.

Pero, ya puestos, ¿cómo afecta un fenómeno de estos a la fauna? Vamos a sumergirnos en uno de mis seguimientos. Estamos a finales de abril (uno de tantos de los últimos años) y tengo controlados varios nidos de halcón con pollos de distintas edades y algunos aún con huevos. La primavera va como siempre, con tiempo revuelto, ratos de sol, ratos de lluvia y temperaturas suaves, pero se anuncia una ciclogénesis explosiva. Al día siguiente la temperatura se desploma, llueve intermitentemente con mucha fuerza, a veces con granizo, y el viento alcanza rachas de 125 km/h en el cabo Matxitxako. La noche previa no pego ojo por la preocupación que me invade, y esa mañana, pese al tiempo horrible, voy a ver cómo lo llevan algunas de las parejas que tienen los nidos en repisas y oquedades que podrían no tener suficiente refugio. Los halcones que tienen huevos y pollitos pequeños van aguantando, con la hembra y el macho turnándose para cubrirlos y mantenerlos calientes. Los que tienen los pollos grandes, la hembra se pega a ellos y estos resisten estoicamente, empapados hasta los huesos y tiritando. Pero los que tienen esos pollos medianos … La hembra se echa encima de ellos con las alas semiabiertas tratando de abarcarlos, con los ojos cerrados y el plumaje oscuro por el agua que lo humedece. Los pollos se aprietan debajo de su madre, con la mitad del cuerpo expuesto, empapados. La lluvia corre por sus cuerpos desnudos, con el plumón convertido en hilos chorreantes. Los pollos que consiguieron aguantar ese primer envite, sufren un segundo y un tercero, en lo que se convierte en una semana de esas anormalmente fría y lluviosa para las fechas. El resultado es la muerte de prácticamente todos los pollos medianos de la mayoría de los nidos, los huevos y pollos pequeños de los nidos menos protegidos y algunos de los pollos grandes.

Mi angustia no tiene mesura y solo espero que al año siguiente las cosas mejoren un poco, al menos que sea un año como los de antes. Y año tras año mi corazón se encoge viendo morir a todo tipo de pollos por las mismas circunstancias. Este año mucha gente ha compartido esa angustia con los dos pollos de pescadora y sabe de qué va la cosa. Mientras escribo estas líneas, 23 de junio de 2021, apenas alcanzamos 15ºC a media tarde, ha estado lloviendo y llevamos 10 días de fuertes lluvias. Mañana iré a ver cómo están algunos pollos de alimoche, con esa angustia creciendo en mí ante lo que, casi seguro, me voy a encontrar.