La inteligencia artificial de campo ha llegado al pajareo de la mano de Swarovsky, con sus prismáticos AX VISIO 10×32. Entre sus habilidades está la de identificar 9.000 especies de aves con tan solo oprimir un botón. Gracias a nuestro colaborador, Óptica Roma, hemos podido ir a las marismas de Santoña para probarlos en primera persona.
El mundo de la observación de aves es un remanso de paz donde todo se promete relajante, instructivo y hasta contemplativo. Luego resulta que, sin quitar lo primero, es una afición emocionante, inagotable en sí misma y que puede llegar a ser muy absorbente. Por supuesto, salpicada de momentos explosivos, solo comprensibles para los que están inmersos en el trajín del pajareo: la alegría incontenible al escuchar el primer bando de grullas del año, la emoción al regresar a un lugar donde hace años disfrutaste de una gran jornada de observación y el trallazo de adrenalina que se sufre entre el “me parece que…” y la confirmación de que lo que tienes encuadrado en tus binoculares es una especie que ves por primera vez.
Tanta convulsión emocional y tanto esfuerzo y tiempo dedicado por tanta gente hace que haya, lógicamente, temas candentes que hagan temblar hasta los más templados espíritus. Asuntos que, una vez más, si no estás en el meollo parecen nimios… hasta que ves brillar el acero al alba. Cosas como los recurrentes cambios de taxones, los límites éticos o la aparición de la enésima guía de identificación pueden generar discusiones, sin sangre, por lo general.
En este mundo, donde la mayor de las tensiones se da a la hora de decidir si aquello es Certhia brachydactyla o familiaris, ha tenido que ser un avance tecnológico lo que hiciese brotar las diferencias conceptuales sobre lo que significa pajarear.
En general, la idea de que algo electrónico te ayude a identificar sobre la marcha y en el campo parece no gustar a los que han gastado muchas botas en el monte y se manejan bien con el material impreso. También rompe el corazón a los que asocian preparar un viaje pajarero con la adquisición de las guías del lugar y las noches estudiando para tener más opciones de identificación. Y, por supuesto, a los que consideran que un aparato del infierno así manda al traste la imagen romántica del naturalista, que cuando no está haciendo cumbres, está en el despacho rodeado de pilas de libros y cuadernos de campo y con olor de la madera noble de los anaqueles de las guías.
Pero también están los que ven en ellos una herramienta práctica para andar ligeros por la marisma y que piensan más en la rápida identificación, que en la relajada observación. El plan satisface potencialmente a los que confían en una rápida solución del enigma como método de aprendizaje. Y, claro, a los que consideran que hay que estar con los tiempos.
Dejaremos para el final, ya que parece candente, el tema de la identificación y así, en frío, valoraremos las posibilidades de este oráculo de la observación de fauna.
Mucho más que un identificador.
La asombrosa aplicación de identificación de especies ha dejado en un segundo plano una colección de funciones muy interesantes para el observador de fauna.
La base de todo son unos prismáticos 10×32 que, como cabría imaginar en unos cristales firmados por Swarovsky, son fantásticos. El 32 quizá deje un poco mermada la capacidad luminosa de esos 10 aumentos, pero la calidad, definición y contraste suplen el problema.
Los dos clásicos cilindros que forman los binoculares tienen una curiosa panza en la parte inferior. Uno de ellos está ocupado por la batería, mientras que el otro es donde se aloja un prisma y la electrónica. Todo ello hace del AX VISIO un equipo que no puede presumir ni de ligero ni de ergonómico. Nada que un buen arnés de hombros pueda paliar, en gran medida.
Los prismáticos tienen tres botones al alcance de los dedos de la mano derecha y se pueden pulsar sin afectar a la observación ni a la estabilidad. Uno de ellos es el encendido de la electrónica. Porque se trata de un equipo óptico conviene aclarar: puede ser utilizado sin que las funciones estén en marcha. No entrega una imagen digital, ni nada por el estilo.
Pero lo que nos pone sobre aviso de las capacidades de esta extravagancia óptica es el selector de funciones. Si se seleccionan los símbolos del pajarito, la ardilla o los de las estrellas, pondremos el aparato en función adivinatoria para aves, mamíferos u otras categorías de animales. En este sentido, ya está disponible “mariposas”.
Localizador.
Desde pajarito hacia la izquierda, marcado con una flecha y un círculo, está la selección que podríamos llamar localizador.
¿Cuántas veces en esto de la observación de fauna se ha dado el momento de dar indicaciones de dónde has visto un espécimen y el momento mágico se pierde sin que tu acompañante llegue a disfrutar de él?
– Sí, hombre: al final de la segunda rama gorda del pino de la derecha.
– ¿Pero del pino doblado o de ese tan bonito y cargado de piñas?
– ¿Hummm… a qué te refieres con bonito? Es, de los más altos, el de la derecha.
– ¿Pero la rama es a la izquierda o a la derecha del tronco?
– Déjalo: voló.
Con la función localizador oprimes el botón y pasas el prismático. Una flecha luminosa señalará permanentemente en la dirección en la que se encuentra el animal. Solo tienes que seguirla para encontrarlo.
Compás.
Se trata de una función con un fin parecido, tremendamente útil si la persona con la que estás tiene otro AX VISIO. Con la rueda selectora situada en el dibujo de la brújula aparecerá en nuestro visor un indicador numérico que oscila entre 0º y 359º, siendo el 0, claro, el norte. También aparece en un lateral una cifra que marca los grados de inclinación en números positivos o negativos.
Pongamos, por ejemplo, que estamos en una salida pelágica donde las referencias de localización son peores que en el caso de los dos pinos. “Donde ha roto la ola” suele ser demasiado difuso y no siempre hay boyas de colores. Bastaría con cantar “¡yelkouan a 138º -4!” y tu acompañante tardaría 2 segundos en poder contestar “vista” mientras que el resto de los observadores abordo -tras comprobar que se han perdido cuatro sabrosos avistamientos- empezarían a echar números mentalmente.
Cámara.
Todo observador de fauna lo ha pensado de forma recurrente. La idea de tener una cámara incorporada en los prismáticos es una fantasía universal. Poder fotografiar ese bicho que no has llegado a identificar, registrar en vídeo ese comportamiento sorprendente o tener imágenes testimoniales de nuestras observaciones: toma mi dinero y dámelo.
Estos Swarovsky cumplen ese deseo tantas veces soñado: ruleta en pictograma de cámara de fotos y ya tienes vídeo y fotografía con una resolución de 13MP (4208 x 3120px).
No tiene ni la resolución, ni la velocidad de funcionamiento, ni la potencia óptica -apenas debe alcanzar los 50mm-, ni la gestión de parámetros fotográficos que permitan soñar con hacer fotografías medio buenas. Pero tendrás una cámara siempre y en todo momento en el lugar adecuado -en la mano y con dos ojos puestos en ella- dispuesta a guardar un registro de eso que has visto.
El oráculo de la IA en tus manos.
Giras el selector de la fortuna (el aparato te lo llevas a casa por 4.600€) hasta la posición del pajarito. El prisma proyecta sobre la lente una circunferencia luminosa rojo brillante, dividida en cuatro tramos. El aspecto de los indicadores, como en el resto de las funciones, se mantiene en equilibrio entre el minimalismo funcional que no nos distrae y la tecnología militar que aparece en las películas de Tom Cruise.
Centras al ave de turno en el punto de mira sin cruz, presionas hasta medio recorrido el botón y los trazos de las cuatro porciones se irán iluminando de forma más intensa. A mayor número de tramos destacados, mayor precisión y garantía en la identificación. Presión del botón hasta el fondo, momentos para dejar al chip que le de vueltas y, bajo el círculo y con la tipografía en el mismo rojo, aparece el nombre común del ave.
La Inteligencia Artificial que mueve el cerebro digital de estos prismáticos está muy conseguida: es muy humana. O, al menos, necesita de las mismas cosas que un humano ante un ave totalmente desconocida. Hasta que la visión no sea clara, sin demasiados obstáculos ni muy lejana, sin contraluces excesivamente fuertes, con luz suficiente y con la cabeza del ave a la vista, los trazos no se irán iluminando.
¿Funciona? Diferencia sin problemas y en vuelo entre cormorán grande y moñudo, teniendo este último el copete arriado; parece que distingue patiamarillas y sombrías de segundo año y pitos ibéricos y no reales. Puedes oprimir 30 veces el botón con un colimbo ártico en su momento de higiene (posiciones raras, encrespado y con las plumas revueltas) y 28 veces te contestará “colimbo ártico”. Y aquí radica su talón de Aquiles: las otras dos ocasiones propuso “colimbo de Adams” (imagino que el juvenil puede efectivamente llevar al error). Y, de repente, el 20% de los gorriones que hay en la umbría del parque urbano son italianos y no comunes.
Ya se da por herramienta solvente el identificador de cantos que ofrece la aplicación Merlin de Cornell Lab. Ello a pesar de tener varias némesis en forma de taxones bien comunes. Así, de la misma manera -por el momento- para utilizar estos prismáticos hace falta tener conocimiento, observar con calma y añadir un poco de RC (razonamiento científico) a la IA. De lo contrario, en lugar de tener opciones compatibles, podremos conseguir una lista de aves distópicas. Es lo mismo que ocurre con el identificador de audios: o implementas en la ecuación el conocimiento, la experiencia y el uso de bibliografía, o un estornino te la meterá doblada y te irás al aeropuerto de regreso a casa pensando que has escuchado a un cernícalo amenazar a una oropéndola -mientras esta reclamaba un poco de amor- Todo ello al atardecer de un frio día de enero, en mitad de una ciudad europea de cuatro millones. (Caso -casi- verídico).
Tarde o temprano estos errores caerán con el peso de la tecnología. Dicho de otra manera: los troleos que el estornino negro le hace a la aplicación sonora tienen los años contados y los colimbos de Adams desaparecerán de Santoña. Todo gracias a que los AX VISIO admiten actualizaciones mejorando las bases de datos y motores de búsqueda, sin tener que cambiar de aparato… hasta que, como siempre, aparezca uno más rápido, más potente y con mayores aplicaciones.
Un excelente ayudante.
Se trata de una herramienta muy potente, que puede resultar muy útil en determinadas situaciones. Las aplicaciones para la ubicación de animales observados y su identificación cuando se trabaja en equipo o con clientes en zonas con fauna a la que no estamos acostumbrados, abren un abanico de posibilidades impresionante. Sin olvidar el tema fotográfico.
Pero no es un identificador mágico. No sustituye al pajarero, ni a las guías, ni a la experiencia y conocimiento. Y, por supuesto, su aparición no significa el apocalipsis de la observación de fauna, tal y como la conocemos hoy en día.
La IA de estos prismáticos parece necesitar que las condiciones óptimas para la identificación se den a un mismo tiempo. Es como identificar a posteriori basándonos en una foto con una calidad aceptable. El ser humano, en cambio, puede ir componiendo la identidad del animal con los datos que va recabando por separado. Además, no hay que olvidar la gran, enorme, diferencia, de que los humanos contamos con los datos sonoros y comportamentales que podemos obtener durante la observación.
Tras haberlos probado en primera persona, se puede concluir que estamos ante una guía de consulta instantánea, una extensa enciclopedia que podemos hojear en el momento y sin dejar de mirar al bicho. No necesitamos bajar los binoculares, coger el libro, buscar el capítulo del grupo de aves adecuado y confirmar nuestra suposición o buscar una alternativa. Oprimimos el botón y obtenemos una sugerencia que nos puede poner sobre la pista, tener una segunda opinión digital o confirmar nuestras sospechas, es un excelente ayudante. Pero siempre descartando animales inquietos, fugaces o demasiado lejanos.
Lo que es seguro es que esto es solo el primer paso. Id practicando el gesto de sorpresa para la tecnología pajarera que se aproxima.
EN PRIMERA PERSONA.
Por nuestras manos pasan muchos equipos ópticos y fotográficos de todo tipo. Unos son adquisiciones, otros son fondo de armario y otros son préstamos por parte de comercios especializados o marcas. Pero, por el momento, no nos debemos a nadie y no hay ni perras ni favores de por medio. Las opiniones vertidas en los artículos bajo este epígrafe tratan de ser lo más equilibradas, sinceras y amplias. Pero no serán del todo objetivas, ya que responden exclusivamente a nuestros gustos, querencias y experiencias.
No somos ingenieros ópticos ni técnicos especialistas. Somos usuarios con espíritu crítico y con el ojo hecho a estos temas, por años de profesión fotográfica.