Da lo mismo las veces que hayas acudido a la Feria Internacional de Turismo Ornitológico, que, año tras año, te sorprenderá la magnitud del evento: la FIO es grande, la mires por donde la mires. Este texto no es una crónica de la XVIII edición, sino una descripción que sirva de invitación para asistir, sin falta, a este enorme sarao que monta anualmente la Dirección General de Turismo con Vanessa Palacios al frente y su increíble equipo.
Situada entre las grandes citas anuales -hay voces que la colocan como la segunda más importante de Europa, tras la British Birdwatching Fair, ahora conocida como Global Birdfair- la FIO supo sobrevivir al año de las ediciones virtuales y salir indemne.
Sus dieciocho años de tradición la han convertido en una de esas convocatorias a las que más que ir, se peregrina. Si llegas desde oriente, por la carretera que atraviesa el Parque Nacional, sabes que pasada la curva la altura te dará una perspectiva perfecta de las dimensiones de la feria, en contraste con el tamaño del pequeño pueblo de Villareal de San Carlos. Si conoces bien la movida, sabrás que o madrugas o lo mismo te toca aparcar justo antes de esa curva. Pero llegues antes o después, siempre tendrás que subir ese repechito asfaltado que oculta a la mirada lo que está por llegar. Ahí está el truco del efecto peregrino.
Es raro el acercamiento. Dejas atrás coches y guardias civiles de verde, sigues las instrucciones de los empleados de seguridad de negro y de los voluntarios de naranja. A ambos lados, parkings llenos y en lo alto empiezan a asomar las puntas blancas de los techos de las carpas. A estas alturas, tras haber hecho planes, cruzado mensajes con amigos y grupos y haber estudiado con detalle el programa de actividades, se te supondría impaciente y con ganas de ver qué es lo que ocurre. Casi como si estuvieses a punto de descubrir las maravillas y glorias de un Camelot pajarero y de conocer con qué otros peregrinos te encontrarás para saber de sus aventuras.
A nivel personal y rompiendo esta estúpida épica, tengo que decir que por alguna razón desconocida y probablemente ligada a la querencia por quemar la ansiedad rellenando la andorga, en esa rampa de acceso siempre echo de menos que llegue hasta mí el olor de una plancha churrascando panceta. Da lo mismo la hora de llegada: mis neuronas pierden el hilo de lo realmente importante y se concentran en dibujar en mi cerebro montaditos de productos locales.
Por suerte para todos los expositores que encontrarás al subir la pequeña pendiente, no hay churrascos. Pero sí mucho por ver y escuchar.
La avenida de las maravillas.
“¿Ha pensado en adquirir su primer equipo óptico serio? ¿Quizá quiera renovar su obsoleta réflex y dejarse deslumbrar por las sorprendentes ventajas de las cámaras sin espejo? ¿Quiere ardientemente dejar de ver las asombrosas aves con una incómoda línea verde perfilando su silueta? ¡Venga al paseo de entrada de la FIO y deje que sus ojos se salgan de las órbitas y su cerebro haga números a la velocidad del rayo!” Imagino que diría el vocero del mercado del mítico e imaginario castillo, si mi fantasía en forma de colesterol entre crujiente pan no hubiese tirado por el suelo la magia del momento.
En cualquier caso, has entrado. Las últimas vallas amarillas quedan atrás y ante ti se abre la avenida hasta el sancta sanctórum de la feria: la gran carpa de conferencias. Estás en el paseo asfaltado, convertido durante tres días en el bazar de las maravillas. Es el lugar donde comienzan los sueños técnicos y el origen de las pesadillas de tu tarjeta bancaria. Allí, metro a metro, carpa a carpa, verás expuestos novedosos equipos para tu afición y complementos para tu profesión.
Las más importantes marcas fotográficas, los más famosos fabricantes de telescopios y prismáticos y las tiendas y distribuidores de materiales relacionados con la observación de fauna extienden sus más tentadoras novedades y sus clásicos más solventes para que los asistentes puedan sacar sus propias conclusiones. Es un lugar donde además de tocar se puede mirar. Y comparar y echar cuentas. Y, en la mayor parte de los casos, sonreír y seguir caminando.
Por desgracia, este fenomenal despliegue de potenciales perentorias necesidades para los pajareros asistentes al evento se vio mermado ante la ausencia del magnífico tenderete de la librería que solía estar presente. ¡Cuántas guías Zumeta se quedaron sin viajar a sus nuevas estanterías este fin de semana!
Tres carpas y media y una capilla.
Una vez sobrepasado el territorio de las tentaciones, el visitante continúa su peregrinar entre los espacios pensados para dotar de contenidos la feria. Cada una de las cinco zonas cerradas está preparada para albergar un tipo de tema para que todas las personas interesadas en las aves encuentren su espacio. Ese es el secreto que hace de la FIO la gran cita anual para todos, ya sean aficionados, recién llegados, veteranos curtidos por mil experiencias o profesionales: nadie se siente defraudado.
Si te arrimas a las aves con un claro interés conservacionista en el más amplio de los sentidos, tienes tu sitio en la gran carpa de conferencias. Monográficos de especies, resultados arrojados por estudios, exposición de proyectos, profundización en biodiversidad e, inevitablemente, el cada vez más presente y diversificado eje de la sostenibilidad, son los temas principales que se pueden escuchar y ver en este cómodo espacio.
Quizá lo tuyo sea el apasionante mundo de la fotografía, su técnica y arte. La magnífica carpa de Foto-FIO será tu lugar favorito. En esta gran sala portátil tiene unos equipos de proyección y sonido de excelente calidad y un forro negro interior que permite la opacidad total de la lona y silenciar los ruidos exteriores. Fotógrafos, técnicos y representantes de marcas y empresas hacen aquí sus presentaciones. Además, es el lugar donde se exponen las fotografías finalistas del concurso anual, cuyo visionado por si mismo ya merece la visita a Villareal de San Carlos. ¡Qué trabajos más inspiradores! Cómo ayuda a otros fotógrafos ver obras tan selectas y creativas. Así, en grande, en papel, iluminados y vistos con calma. Sin saturaciones ni estridencias. Con sentido y sentimiento.
Los viajeros, los que gustan de contratar los servicios de guías especializados y turoperadores o, sencillamente, los que quieren conocer nuevos espacios naturales o colaborar con organizaciones no gubernamentales, encontrarán en la carpa de turismo toda la información. Una buena cantidad de entidades despliegan allí sus encantos, informaciones y recomendaciones en un carrusel de puestos informativos.
Abajo, en la recoleta y sabia ubicación cercana a la única calle que tiene este precioso pueblo, la carpa donde los artistas, ilustradores y artesanos muestran sus trabajos. Más pequeña que las anteriores, allí encontrarás a maestros de las más diversas técnicas, que te ofrecerán una buena variedad de soportes. Originales, láminas reproducidas, tazas, colgantes, bolsas, pendientes, camisetas, tallas, juguetes artesanales… con un poco de organización puedes solucionar los cumpleaños de todos los allegados. Pero, sobre todo, se puede disfrutar de muy buenos artistas y adquirir piezas realmente bonitas.
Por último, casi reflejando lo mágico e íntimo de lo que allí se suele programar, está la iglesia. Una pequeña construcción de planta rectangular dedicada durante los días de feria a los asuntos a los que le va bien el recogimiento y a los que, independientemente del interés que suscite entre los visitantes, el aforo limitado ayuda. Por allí, pasan año tras año, autores de libros, instalaciones audiovisuales o conferenciantes con propuestas alternativas.
Sea cual sea tu facción, puedes encontrar en FIO el lugar idóneo para dar alas a tu pasión. Estar en el meollo del asunto, encontrarte con -a priori- divergentes, para descubrir ser convergente al tomarte una cerveza con el adyacente.
Otros espacios -e incluso las calles y praderas circundantes- acogen talleres, actuación de animadores y actividades para los más pequeños, consiguiendo que junto a los paseos de observación, las experiencias nocturnas y un sinfín de propuestas, la agenda personal se pueda ver muy ajetreada.
¡Qué absurdo sería hablar de la FIO y de su capacidad para reunir gente de pájaros en la cabeza y no citar esos espacios y mesas redondas espontáneas en las que tantas amistades y proyectos se han forjado! Son pocos y sus sillas y mesas son muy codiciadas, ¿pero que sería de está feria sin su par de bares?
Bienvenidos a Rivendel.
En noviembre de 2021 publicamos un alegato a la cordura pajarera, firmado por Carlos Lozano, titulado “Yo soy pajarero, ¿tú qué eres?” . Aunque yo creo que es de obligada lectura para los interesados en salir al monte a ver pájaros, me voy a permitir desguazar un poco el argumento para luego expoliar algunas de las ideas en él expuestas.
Lozano, después de vapulear por derecho y por revés a todo aquel que tiene relación con la avifauna silvestre, hace un llamamiento general para que, mediante una elección de delegados, todos los sectores -en ocasiones no muy bien avenidos, sobre todo en ausencia de testigos que escuchen las críticas- puedan hacer un frente común, una unión de personas e intereses para encarar asuntos como la conservación de las especies. Siempre presente la máxima de “no se puede amar (defender) lo que no se conoce”.
A ese cónclave le dio por llamarlo “La comunidad del prismático”, por ser este instrumento óptico el punto en común entre observadores (noveles y de “culo pelao”), anilladores “sin proyecto”, fotógrafos, foteros y coleccionistas de cromos, amantes de los hides y puretas del indómito sendero, y todo tipo de gentes cercanas a las aves. Por encima de las diferentes aproximaciones, aproximarse con los cristales.
Pues bien: si los enemigos de Sauron se reunían en el maravilloso bosque donde Elrond había levantado el refugio para todos los seres de bien, donde confabular contra el mal común, contar viejas historias y dejar que la dulzura de la buena compañía inunde el espíritu, nosotros proponemos la FIO como el Rivendel -de facto- para los pajareros de cualquier plumaje. De hecho, ya en el artículo se proponía como posible ubicación de tan transcendente reunión.
El sitio y la cita son perfectos para que la idea de Carlos se desarrolle y tome forma. Sea cual sea tu facción, puedes encontrar allí el lugar idóneo para dar alas a tu pasión. Estar en el meollo del asunto, encontrarte con -a priori- divergentes, para descubrir ser convergente al tomarte una cerveza con el adyacente. Hablar y escuchar, arrebatarse con la pasión y entender que las aves van por delante. Seas el elfo del prismático, el hombre de la cámara, el enano de la anilla o el mediano del taxón, en este Rivendel siempre podrás encontrar la paz.
Y, además, desde que el Gobierno terminó con la moratoria que permitía cazar en los Parques Nacionales, los orcos del valle de Cuernaymedia y los troles de las cuevas de Carajillocargao son menos frecuentes. ¿Qué más se puede pedir?