Sobre zorros y hombres.

Desde pequeña, mi animal favorito ha sido siempre el zorro. Por ello, no es de extrañar que verlo fuera uno de mis intereses vitales cuando visité el país de fuego y hielo por primera vez. Sin embargo, la ilusión acumulada a lo largo de los años se convirtió en decepción y preocupación cuando descubrí que la relación entre el ser humano y el zorro ártico en Islandia se asemeja a la situación que tenemos con el lobo en España. Tras más de quince viajes a mis espaldas y de haber vivido algunos de los momentos más mágicos fotografiando fauna salvaje, me pregunto si esto podrá cambiar algún día y de qué modo puedo contribuir a ello.

El primer poblador, un ser odiado.

El zorro ártico es el único mamífero nativo de Islandia. Llegó antes de la retirada del hielo hace unos 12 000 años, convirtiéndose en el primer poblador de esta tierra, antes de que cualquier ser humano pisara la isla. Aun así, los islandeses siempre lo han considerado una plaga a erradicar.

El folclore islandés está plagado de ejemplos sobre la relación entre la gente y el zorro: canciones que hablan de un animal siniestro, peligroso y sanguinario; cuentos infantiles; sagas islandesas. Un ejemplo curioso de esta relación atávica se puede ver en el museo de la brujería de Hólmavík, que alberga símbolos mágicos grabados en boles, en graneros e incluso en las mismas ovejas, para protegerlas del ataque de los zorros.

Históricamente siempre se ha creído que el zorro ártico es una alimaña que hay que erradicar. Los granjeros estaban convencidos de que sus ovejas eran asesinadas indiscriminadamente por esta temible criatura. Tanto era así que se dictó una ley que obligaba a todo aquel que poseyera seis o más ovejas a matar un zorro adulto o dos cachorros al año. Para demostrar que se había cumplido con la ley esta persona debía presentar el cráneo del animal, que las autoridades rompían en público para que no pudiera ser utilizado de nuevo al año siguiente. Si un granjero no cumplía con su obligación debía pagar una multa, conocida con el nombre de fox tax -el impuesto del zorro-, cuyo importe se utilizaba para contratar a un cazador profesional. Esta ley estuvo vigente aproximadamente seis siglos. La persecución histórica del zorro ártico se recrudeció en 1958, año en que se redactaron nuevas leyes que animaban a eliminarlo totalmente de Islandia.

El motivo principal de esta persecución incesante es que siempre ha existido la creencia de que el zorro ártico ataca y se alimenta del ganado. Sin embargo, estudios realizados por el biólogo Páll Hersteinson demostraron ya en la década de los 80 que el 90 % de las ovejas encontradas en las madrigueras de los zorros habían muerto por causas naturales. Pese a ello, y aunque a día de hoy está prohibido cazar fauna salvaje en Islandia, cualquier granjero puede solicitar un permiso para defender sus tierras, además es recompensado económicamente por ello.

La histórica relación entre el ser humano y el zorro ha convertido a este animal en un ser huidizo, de costumbres nocturnas y reticente a dejarse ver en zonas habitadas. Sin embargo, más allá del pueblo pesquero de Ísafjördur existe un paraíso donde los zorros no se pueden cazar. Se trata de la reserva natural de Hornstrandir, un área protegida de 600 km2 habitada por entre 45 y 47 parejas fértiles (datos facilitados por Ester Rut Unnsteinsdóttir, directora del Arctic Fox Center e investigadora en el Icelandic Institute of Natural History).

Aun así, muchas personas, arrastradas por la tradición, siguen mirando al zorro con recelo, temiendo que esta pequeña zona protegida se convierta en una fábrica de zorros que amenace la avifauna y el ganado.

Un superviviente del Ártico.

El zorro ártico es un superviviente de las zonas más frías del hemisferio norte, un animal capaz de medrar durante los duros meses del invierno sin apenas alimento y bajo temperaturas extremas. Su tamaño, su visión, su olfato, su oído y su pelaje están perfectamente adaptados a las duras condiciones climatológicas que debe soportar. Según explica el escritor Garry Hamilton en su libro Arctic Fox: Life at the Top of the World, “El zorro ártico es un superviviente. Gracias a su pequeño tamaño -no es mucho más grande que un gato doméstico- puede vivir casi de la nada, en medio de ninguna parte y en condiciones tan duras que parecen incompatibles con la vida”. Estas extremas condiciones de su hábitat obligan al zorro ártico a alimentarse de todo lo que su estómago puede digerir: algas, frutas silvestres, pequeños insectos y sus larvas, moluscos y mariscos, cangrejos, peces, aves y sus huevos, pequeños mamíferos, etc. Además de una adaptación metabólica específica para entornos gélidos, sin apenas disponibilidad de alimento, el zorro ártico posee un sistema de aislamiento térmico muy eficiente, compuesto por una capa de grasa subcutánea y dos capas de pelo de diferente densidad y grosor. Según han demostrado experimentos científicos realizados en un ambiente controlado, el zorro ártico no muestra estrés por frío hasta -80 °C.

La población de zorro ártico en Islandia es muy elevada, sobre todo si la comparamos con la extensión de terreno que ocupa. Aun así, después de alcanzar su pico máximo en 2008 (aproximadamente 10.000 ejemplares), su número ha ido descendiendo hasta los 6.000 que se calcula existen hoy en Islandia. La causa de este descenso de población se desconoce, pero se estudian varias posibilidades. A saber: algunas presas comunes del zorro, como el fulmar boreal, han experimentado una reducción considerable en los últimos años; recientemente se ha descubierto que muchos zorros tienen altos niveles de mercurio en su organismo; en los últimos tiempos se han identificado familias infértiles, que consecuentemente no tienen descendencia; y, finalmente, el cambio climático, que afecta de forma directa a las poblaciones de animales que depreda el zorro.

El zorro azul.

A nivel global el zorro ártico cuenta con dos fuentes de alimento: los lemmings (pequeños roedores muy fáciles de cazar) y los restos de animales cazados por otros depredadores, como el oso polar. En Islandia, sin embargo, los hábitos alimenticios del zorro ártico han de ser obligatoriamente distintos, pues no hay lemmings ni osos polares. De hecho, esta es la razón fundamental por la cual los zorros de Islandia son mayoritariamente de pelaje oscuro (blue morph) y no blanco (white morph), a diferencia de lo que sucede en otras regiones del planeta.

Un minúsculo porcentaje de la población mundial de zorro ártico es blue morph, mientras que el resto es white morph. En Islandia el porcentaje de zorros con este raro pelaje de color oscuro es el predominante. Esto se debe a que el tono marrón proporciona un camuflaje más eficiente entre las rocas de la costa, donde las fuentes de alimentación son más abundantes. También por este motivo la mayoría de las madrigueras se encuentran cerca del agua salada, sobre todo en la parte oeste y en los fiordos, donde la línea de costa es más larga que en el resto del país.

Cruzar la mirada con el zorro libre.

Como decía al comienzo de este artículo, mi ilusión por ver al zorro ártico en libertad en mi primer viaje se vio truncada. El único ejemplar de zorro que pude ver no solo estaba cautivo, sino que además jamás volvería a la naturaleza: se acaba de redactar una ley conforme a la que ningún animal salvaje que ha tenido contacto con el hombre podrá devolverse a la naturaleza. Aquel zorrito quedó huérfano porque un granjero disparó a sus padres y el cachorro fue trasladado al Centro del Zorro Ártico, donde viviría el resto de sus días en una pequeña jaula. Aquel día decidí que quería ver a estos animales en libertad y no enjaulados, de modo que me preparé para realizar mi primera expedición por la península de Hornstrandir, un lugar deshabitado, inaccesible por carretera y sin apenas caminos con la intención de ver a estos bellos animales en libertad.

Con mi mochila de 75 litros, mi tienda, mi saco de dormir, el hornillo, la comida para 10 días y mi equipo fotográfico recorrí cimas y valles, crucé gélidos ríos y dormí bajo el sol de medianoche. Todo por un momento de suerte. Por verlos libres.

Hasta el día de hoy he visitado la zona diez veces, tanto en verano como en invierno, a través de excursiones en autosuficiencia y también acompañando a otros fotógrafos que quieren compartir esta experiencia conmigo. ¿Será posible que los islandeses se percaten de que hay grupos de personas viajando a Islandia con la única intención de cruzar su mirada con este bello animal? ¿Podrá esto generar dudas sobre el trato que se le da actualmente?



No conseguiremos un cambio radical con este libro, ni haremos que los cazadores dejen de matar a este bello animal, pero ayudaremos a introducir este tema de conversación en las sobremesas islandesas.


Melrakki: the hidden lord of Iceland. Un libro para difundir el mensaje.

Cada año miles de zorros mueren a manos de los cazadores islandeses, pese a que los estudios científicos confirman que esto no sirve para regular la especie, además de certificar que el zorro no es realmente un problema para el ganado. Aun así, el gobierno sigue motivando y premiando estas prácticas atroces.

Por ello, quiero hacer este libro y llevarlo a las librerías islandesas. Con esta finalidad en mente, la mejor opción es sin duda editarlo allí, pero las editoriales islandesas no se sienten cómodas con todo lo que explico en él. Así que debo autoeditarlo e importarlo por mi cuenta. Ahí es donde entras tú y el motivo por el que necesito tu ayuda.

No conseguiremos un cambio radical con este libro, ni haremos que los cazadores dejen de matar a este bello animal, pero ayudaremos a introducir este tema de conversación en las sobremesas islandesas. Si quieres ayudarme y llevarte un bonito libro con mis mejores fotografías, puedes participar en la campaña de micromecenazgo que he iniciado en la plataforma Verkami.

Puedes consultar la campaña, difundirla o hacer tu aportación en este enlace.

¿Cómo funciona esto del Verkami (micromecenazgo)?

El micromecenazgo no es una donación económica, sino una compra anticipada de un producto. Como comprador puedes hacerte con él a un precio rebajado, a la vez que adelantas el dinero para que el autor tenga fondos suficientes para crearlo, en este caso el libro (no te preocupes, haré una versión en inglés y otra en castellano).

Entra en la página de mi campaña y escoge tu aportación económica. Cada aportación tiene relacionada una recompensa. Cuando aportes al proyecto se te pedirá un método de pago, pero no se cargará el importe a menos que alcancemos el objetivo de la campaña, en un plazo máximo de 40 días. Todos los mecenas seréis informados del avance del proyecto hasta obtener vuestras recompensas.

Si llegado el último día de la campaña no se alcanza el objetivo económico, no se te cobrará nada y el proyecto no podrá realizarse, así que no esperes al último momento para participar..

GRACIAS POR TU APOYO A MI PROYECTO Y AL ZORRO ÁRTICO.

¡No te olvides de darle a “seguir” a la campaña para estar atento a las actualizaciones!.

El Pardo, Madrid

Este enorme encinar, en su mayor parte adehesado, pero con parte de carrasca, tajado por el río Manzanares, se encuentra embalsado en la mitad norte del paraje. También hay piñonero, quejigo, alcornoque y enebro, todo tapizado con jara, especies que van dejando hueco a los chopos, álamos y otros árboles propios del bosque de ribera, según descendemos hacia el río y sus arroyos tributarios. Esta riqueza y variedad, el estado de conservación y las posibilidades que ofrece el pequeño pantano y su cola, hacen de El Pardo una riquísima reserva animal. Sin duda, hoy en día, la ausencia de una presión cinegética real y la absoluta protección del lugar también han favorecido que se dé está situación. De las 16.000 hectáreas que ocupa, solo 900 son visitables por el público. Las otras 15.100 están detrás de una verja -y del antiguo muro- y están continuamente vigiladas por un nutrido equipo de agentes forestales y vigilantes de seguridad que dependen directamente de Patrimonio Nacional. Solo algunas organizaciones científicas y conservacionistas obtienen la autorización para pasar a hacer algunos trabajos muy determinados. La biodiversidad se ve reforzada con la presencia de núcleos urbanos, palacios, los jardines de estos últimos, construcciones aisladas y algunos establos de equinos. Todo ello junto hace que sea un lugar excepcional para la observación de fauna… al que, por suerte y por desgracia, no se puede entrar.

El Pardo es una riquísima reserva animal de la que solo son visitables 900 ha.

La buena noticia

De acuerdo que casi toda la riqueza de El Pardo se queda detrás de la reja y del muro, pero llegado este punto hay que recordar que: 1º el cielo es muy permeable a las aves y 2º los equipos de observación y fotografía permiten tener una buena perspectiva desde puntos elevados y, por suerte, el monte de El Pardo es una sucesión de colinas y cerros con buenos balcones a la zona prohibida. Desde el norte, y ya en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, hay buenas vistas sobre la cola del pantano, desde algunos puntos. Alrededor de estos puntos, se congregan gran cantidad de aves y durante las migraciones nos puede sorprender la presencia de cualquier especie, incluso en bandos muy notables.

En El Pardo se observan todas las especies características del monte mediterráneo



Al oeste, detrás del restaurante El torreón, el paisaje es adehesado, muy abierto, y es un buen punto para ver los cásicos -a corta distancia-, ciervos, gamos, jabalíes, con suerte algún zorro, y todas las aves propias del bosque mediterráneo: desde el águila imperial y el buitre negro, hasta las paseriformes que cabe esperar. Todos, aves y mamíferos, muy habituados a la presencia humana, para lo bueno y para lo terrible (gente dando de comer porquerías como espaguetis y pan duro a los de pelo). Al este, los caminos que parten de la zona recreativa de El Pardo, junto al Lar de Domingo, nos llevarán hasta la verja en una zona también muy interesante para observar ungulados, esta vez, con su carácter silvestre más inalterado.

Muy recomendable, especialmente para los más interesados en pequeñas aves, es el paseo a ambos lados del Manzanares, desde el barrio de El Pardo hasta la presa del pantano. Aunque quizá demasiado frecuentado por gente no siempre silenciosa, en las horas más tranquilas, el paseo puede depararnos buenos avistamientos. El bosque de galería y la vegetación de ribera, además de ser ricos en biodiversidad y con un buen grado de conservación, ofrecen ese resquicio de frescor en los veranos castellanos capitalinos.

En definitiva

En definitiva, es un paraje al que puedes llegar subido en un autobús municipal desde el centro de la ciudad, bajarte y ver un águila imperial en su posadero, mientras en el cielo ves perderse una cigüeña negra que ha salido disparada, asustada por el berrido de un ciervo, para, poco después, mientras descansas sentado a orillas del río, sobresaltarte por el chapoteo de una nutria. Y aunque este cuadro es complicado conseguirlo, sí puede estar en tu lista de deseos: al ir a El Pardo ya la posibilidad es real.

Si eres de Madrid, El Pardo es un lugar perfecto para iniciarte o, si ya posees experiencia, para introducir al tema a otros. Y si no eres de la capital, pero las cosas de la vida te llevan a ella a pasar unos días, no olvides los prismáticos y prepárate para disfrutar de los mejores paseos de avistamiento que puedes hacer sin salir -geográficamente- de la ciudad.

Cazadero real

Para comprender cómo es posible este grado de conservación a menos de diez kilómetros del centro de la capital, es importante conocer, de manera esquemática, un poco de la historia del lugar. Tan pronto los Austrias instalaron su corte en Madrid, pusieron sus ojos y sus manos en el monte de El Pardo. Carlos V convirtió, en el siglo XVI, un antiguo pabellón de caza de la época de Enrique III (1405), en él vivieron, de manera temporal, todos y cada uno de los monarcas. Fernando VI, decidió levantar un muro de 66 kilómetros de longitud para hacer un gran corral para sus presas y ponérselo difícil a los cazadores furtivos. Luego llegó el dictador e instaló allí su residencia permanente. Y fue este mismo señor bajito el que el 24 de diciembre de 1961 tuvo un accidente de caza allí. Su sucesor en la jefatura del Estado, Juan Carlos I, se instaló en el palacio de la Zarzuela, también situado en ese monte. La propiedad de los terrenos recaía en los sucesivos monarcas hasta que en 1931 el gobierno de la República optó porque la importante cantidad de palacios, parques, tierras, conventos y obras de arte a nombre de la corona, pasasen a ser de titularidad pública agrupados en el ente Patrimonio de la República. En 1939 el organismo pasó a llamarse Patrimonio Nacional y su disfrute se mantuvo más o menos de la misma manera: las residencias oficiales de los jefes de estado (Palacios del Pardo y Zarzuela sucesivamente) y el 95% del Monte de El Pardo quedaban para uso y disfrute exclusivo del dictador y posteriormente de la Casa Real.