Una nueva y épica razón para salir a observar fauna.

Ilustración «Otoño en Ordesa» confeccionado con materiales vegetales recolectados en dicho paraje, de Santiaga Molina Plaza

El observador de fauna moderno comparte motivaciones con los padres de la taxonomía, que cruzaron océanos, selvas y desiertos, para elaborar las primeras listas rigurosas de los animales con los que compartimos planeta. Tenemos una enorme semejanza con los naturalistas que, a mediados de la década de 1950, se lanzaron al monte para conocer lo que les rodeaba. Y, unos más y otros menos, todos los bicheros en general poseemos ese afán conservacionista que desde la década de los 90, y con el comienzo de siglo de manera más intensa, está borrando del mapa la vieja escuela de la supremacía de la especie humana sobre el resto de especies.

Con la accesibilidad del transporte, las comunicaciones, aparatos ópticos y cámaras fotográficas, el mundo natural está más al alcance que nunca. Las redes sociales -veamos el lado positivo de las cosas- acercan a todo aquel que se interese y quiera profundizar en un conocimiento básico sobre la biodiversidad. Es realmente fácil encontrarse en el monte a gente de cualquier edad y sexo pertrechada con prismáticos o cámara haciendo bien las cosas. Y aunque en España llevamos un notable retraso con estos temas y nuestro carácter desconfiado frente al asociacionismo crea ciertas desventajas, los naturalistas aficionados ibéricos ostentan ya un notable poder para realizar acciones en defensa de la fauna y la flora.

En definitiva, somos muchos, cada vez más, los que estamos equipados, tenemos conocimiento y estamos informados. Sentimos esa emoción por observar y conocer nuevas especies. Trascendemos de la “lista” para pasar a las relaciones de especies/ejemplares. Somos más los que compartimos la emoción por salir al monte, a ver qué es lo que vemos, pero que al regresar a casa nos preocupamos por lo que ya no vemos. Y lo que es más importante, dispuestos a poner nuestro granito de arena en lo tocante a la defensa activa de la biodiversidad.

Secas las lágrimas que la temporada de incendios provocaron y gratamente olvidados los calores del llamado “verano más fresco de cuantos nos quedan por vivir”, es difícil quitarse la pesadumbre de encima.

Nada nos pilla de nuevas. Todos, hasta el más desnortado de los Homo sapiens ssp occidentalis, lleva décadas oyendo hablar, primero, del calentamiento global y luego del mucho más contundente cambio climático. Y, desde hace unos años, el imponente titular, escrito en letras de neón, como si se tratase del cartel de bienvenida a este Las Vegas del Armagedón, recurrentemente vemos: “sexta extinción global”. Para miccionar y ni siquiera encontrar la cremallera.

Dejando de lado a los ciegos y a los que cierran los ojos con el ánimo de que ignorando lo que pasa todo continúe igual, tras los últimos 24 meses y la guinda de este verano, salta a la vista que la cosa, un poquillo, sí está cambiando. Pero, además, todo parece indicar que lo que queríamos entender que iba a ser una progresión aritmética de disgustos es, en realidad, geométrica y plagada de variables sorpresa. Hay indicios científicos (los trabajos y artículos al respecto de Henry Gee quizá sean los más populares) de que la plácida caminata sendero abajo de la especie humana en este planeta, es, en realidad, una divertidísima montaña rusa con el trenecito dotado de turbinas de postcombustión.

Las cosas como son: “La edad de los insectos llegará” (sic) y los ojos que lo verán no tardarán en nacer.

Si los Linneo y Darwing se hincharon a nombrar y describir nuevas especies, para gloria del conocimiento y satisfacción de los humanos; si los Durrel, Attenborough y de la Fuente encontraron el placer de darlos a conocer a las masas; y si miles de científicos, con gloria o con frecuente anonimato, lograron descifrar hasta el más recóndito dato de todo ser que haya hoyado la superficie del planeta, los meros amantes de la fauna silvestre también tenemos ahora una misión.

Teniendo en cuenta, desde el escepticismo y el brumoso y pegajoso negativismo que padece -esperemos que temporalmente- el que escribe esto, que hay mucho escrito y descrito, que los bancos de ADN están bien surtidos y que la estupidez humana no tiene límites (como se puede comprobar, todo esto son datos científicos bien contrastados), nosotros los observadores, fotógrafos y naturalistas de fin de semana tenemos la obligación de disfrutar. Vamos a ser testigos del desvanecimiento paulatino de poblaciones locales, regionales y nacionales. Poco a poco, cuesta creerlo o aceptarlo, las noticias sobre la desaparición de especies en libertad serán más frecuentes. (¿Quién dijo aquella terrible frase de que en la actualidad se extinguen especies animales que no hemos llegado a conocer?). E incluso, poniéndonos dramáticos hasta la extenuación, más pronto que tarde, existirá un anglicismo con el que nombrar a las especies de nuestra lista que nunca podremos volver a apuntar.

Disfrutemos y documentemos: habrá que ir y volver, fotografiar, recoger plumas y excrementos. Grabemos los sonidos de animales y parajes. Maravillémonos, compartamos emociones y no paremos de admirar todo aquello que, en términos proporcionales, no muchos más podrán ver.

Hagámoslo como los que apuran todas las botellas de vino antes de que el enemigo quebrante las murallas de la ciudad.

Bienvenidos a una nueva época para el observador de fauna.

Feliz otoño y jarana y tira para el monte.

Editorial verano 2022

La conservación también se vota.

Anoche trataba de conciliar el sueño que las emociones recientes se empeñaban en apartar de mí. Elegí, a vuela hoja, un capítulo del imprescindible ¿Para qué sirven las aves?, de Antonio Sandoval, libro que salió a relucir en varias ocasiones durante las conferencias y charlas de amigotes durante la feria, no menos imprescindible, OrnitoCyL. Fui a dar con el capítulo Allá en las islas, tiempo atrás, en el que, entre otras cosas, habla de la sorprendente extinción de los araos que se reproducían en el noroeste peninsular. En este fragmento de su obra, Sandoval logra algo muy difícil de conseguir: mezclar, en un texto eminentemente científico -por la investigación, fuentes contrastadas y datos que aporta- ciertas dosis de emoción -cuando además ya te ha avanzado el resultado final-, mientras incorpora, no una, sino tres anécdotas personales que incluso transpiran melancolía. Me río de la complejidad de algunas recetas culinarias ante un difícil cóctel literario como este. La pregunta planteada es el porqué de la vertiginosa extinción, a un ritmo que llegó a ser del 33% anual de los ejemplares durante años consecutivos, y cómo, una vez descubierto el sumidero de biodiversidad, las autoridades no actuaron implementando soluciones cuando eran fáciles de ejecutar. De haberlo hecho, hubiera costado dinero y votos, pero se habría podido salvar a aquellas poblaciones. La puntilla final la puso el Prestige. En la primera mitad del S-XX eran aproximadamente 20.000 individuos: una población sana y boyante. En la actualidad, este número es de entre 1 y 3 parejas reproductoras. Nadie en el Gobierno gallego ni el estatal hizo nada por remediar la causa de aquella extinción.

Mientras disfrutábamos de un fin de semana magnífico, escuchando ponencias y presentaciones brillantes, todos los presentes teníamos un ojo puesto en la tragedia que sucedía en la Sierra de la Culebra. Pajareros, bicheros, ecoturistas, científicos, me atrevería a decir que todos los presentes en la explanada de La Cañada de Ávila habíamos pasado por aquel paraje que se quemaba sin freno. Ni la Sierra de la Culebra (espacio protegido) estaba preparada para luchar ante una eventualidad así, ni los recursos para la lucha contra un incendio forestal en la comunidad de Castilla y León estaban en condiciones para enfrentarse al fuego. En plena ola de calor tempranera, el riesgo de incendios establecido en la Junta de Comunidades era “medio”, ya que el grado “alto”, que implica la activación de todos los retenes con el consabido gasto, solo se decreta en el mes de julio, por razones presupuestarias. Dicho de otra forma: Zamora ardía mientras el 75% de los efectivos de la lucha contra el fuego estaba en su casa.

Y mientras los bomberos profesionales, biólogos, ecólogos, agentes forestales y demás personas expertas en estos temas advertían del inminente peligro poniendo sobre la mesa las soluciones, Juan Carlos García Quiñones, consejero de Medio Ambiente de la autonomía, declaraba al Diario de Valladolid en una entrevista concedida en 2018 que «mantener el operativo de incendios todo el año es absurdo y un despilfarro».

Tal y como quedó registrado en un vídeo en julio de 2019, Alberto González, vicepresidente del Partido Popular de Huelva, animaba a los agricultores de la zona a seguir regando sus fresas usando los pozos ilegales. Y acercándonos más en el tiempo, en enero de este año, el Gobierno andaluz tenía ya preparada una ley para regularizar las más de 1.400 hectáreas de cultivos de regadío que utilizan pozos ilegales de la comarca.

De nada sirve que desde hace años se tenga claro que son esos pozos que roban el agua los que están matando el Parque Nacional de Doñana y que su clausura es paso necesario para no acabar con él.

Pero este mismo fin de semana, mientras Alonso se quejaba amargamente de lo poco efectivo que es su monoplaza y lo mal que le trata su equipo y el Girona lograba el ansiado ascenso a primera división, la comarca de Doñana cambiaba de signo y otorgaba su confianza al partido mayoritario de la derecha.

También otro vídeo le jugó una mala pasada al por entonces flamante nuevo alcalde de Madrid, Martínez Almeida, allá por 2019. Almeida estaba en un colegio, hablando con unos niños, cuando una niña le preguntó sobre qué salvaría antes de un incendio si tuviera que elegir, la catedral Notre Dame o el Amazonas. Contestó, sin dudar un segundo, que “Notre Dame porque es un símbolo de Europa y nosotros vivimos en Europa”, palabras a las que la niña replicó con un infinitamente más sabio: “Pero en el Amazonas hay árboles y hay naturaleza y es el pulmón del mundo y se está quemando”.

Conseguimos salvar al lince gracias a la aplicación de leyes y la ejecución de complejos proyectos de cría en cautividad y salvaguarda de los espacios, cuidados sobre las poblaciones de conejos y seguimiento cercano de los ejemplares del felino, con un coste económico exorbitado.

Hace unos años, cuando los programas de rescate del lince llevarían un par de lustros en activo, en un medio de comunicación afín a la dispersión de plomo en la naturaleza, un colaborador escribió un artículo cuya línea argumental se basaba en una división. El autor había sumado todas las inversiones realizadas hasta el momento en el rescate del gato grande y lo dividió por el número de ejemplares liberados. Después tituló el artículo: “Cada lince nos cuesta 800.000 euros a los españoles”. Claro está que no explicaba que el dato era coyuntural y que según se liberasen ejemplares, al tiempo que se iban reproduciendo en libertad, los costes de las instalaciones e investigaciones se amortizarían per cápita, a la baja, de manera exponencial. ¿Pero para qué estropear un titular tan bueno para la causa anti conservacionista?

Puede que esta manipulación torpe de los datos económicos no tuviese un recorrido muy largo dado lo burdo del engaño, pero lo cierto es que la recuperación del lince se ha hecho a base de talonario y con la connivencia de la especie, que tampoco es muy exigente para su reproducción en cautividad.

Si se le da una vuelta al tema, en la intimidad del pensamiento, nadie en su sano juicio menospreciará la conservación y el Armagedón que es el cambio climático. Públicamente podremos reírnos de la infatigable chavala sueca, llamar “pisapraos” a los ecologistas y menospreciar la desaparición -al fin y al cabo están en las antípodas- de los orangutanes. Podremos tener muy en cuenta los beneficios o daños económicos que supone tomar o no ciertas medidas proteccionistas. Podremos, incluso, valorar más los costes políticos que tendrá adoptar una posición conservacionista en las decisiones que tome el partido en el que confiamos de toda la vida. Lo que ya no sé si es viable es no hacerle saber a esos mismos políticos a los que cada cual da su voto, que los principios conservacionistas han de estar en un primer plano. ¿Qué menos que luchar por el medioambiente con la misma fuerza que lo hacemos por nuestros intereses personales? Y, al menos para mí, la goma elástica de la comprensión se me colapsa cuando escucho a líderes políticos coquetear con el negacionismo climático.

El problema no está en los partidos, sino en los principios éticos y técnicos que se mueven en la cabeza de los que luego escribirán los programas políticos y sus líneas de actuación. Al final, es el cortoplacismo lo que está detrás de la 6ª extinción masiva. Y, ojo, que, aunque a algunos les cueste aceptarlo, el ser humano es tan especie animal como ese arao y, por lo tanto, tan en peligro de extinción como cualquier otra.

No es cuestión de colores, chaquetas o partidos. Es solo tener claro que por costoso que sea, una catedral levantada por el ser humano se puede reconstruir en un corto plazo de tiempo. El más insignificante de los insectos, que llegó a ser lo que es tras millones de años de evolución de la naturaleza en su conjunto, toda vez que desaparece el último ejemplar, se acaba para siempre. Nada ni nadie será capaz de devolver ese patrimonio de la humanidad.

Recuperar, e incluso mejorar, la serranía zamorana será cuestión de regar con euros las laderas calcinadas y tiempo, que dicen que es oro.

Deshacer lo hecho por el Prestige valió una fortuna y el tiempo de miles de voluntarios que, como son voluntarios, parece que no valiera oro.

Si acaban por matar a Doñana, su resurrección será poco más que imposible.

Dado como va el asunto de nuestro paso humano por el planeta Tierra, no habrá generaciones venideras para ver una recuperación del Amazonas, mientras que Notre Dame reabrirá en 2024.

Los millones que se llevó el lince no valdrían de nada con la mayor parte de las especies ante una supuesta acción de recuperación.

Y al arao será imposible verlo anidar de nuevo en Iberia.

Y ahora, ¡vota!, ciudadano conservacionista.



Primavera 2022

Es 21 de marzo. Comienza la primavera entre lluvias y toca publicar portada: la quinta vez que lo hacemos, en esta ocasión ilustrada por José María de la Peña. Sí, eso significa que El Vuelo del Grajo cumple un año y lo vamos a celebrar por todo lo alto.

Cuando definíamos las líneas maestras de la revista, manejábamos conceptos e ideas como observación, emoción y conservación. También estudiábamos fascinados que era todo aquello del overland: viajar de la manera más autónoma posible, sin que nada te pueda parar, teniendo la capacidad de atravesar montañas, cruzar desiertos y vadear ríos, reduciendo al mínimo la dependencia de otras personas. Todo eso se cocía en nuestras cabezas mientras estábamos confinados. Y le añadimos la idea del “pajareo” o, mejor, del “animaleo”. “¿Y si nos fuéramos de viaje allá dónde nos diese el viento, con el único objetivo de ver bichos?” Un coche lo menos sucio posible, una tienda de campaña, una nevera, una cocina y millones de animales a los que conocer. Así nació el «pajareo-viajero» que, en un arranque de internacionalismo, cambiamos por birding-overland. Podríamos decir que durante este año de vuelo de la revista hemos estado poniendo a punto todo ello. Ahora toca dar el gran salto.

Marruecos: “¡Allá vamos!”

(Hoy la frontera y el tráfico marítimo entre España y Marruecos están cerrados. Están así desde que se declaró la pandemia, luego la política no ha ayudado a mejorar la situación y los últimos hechos -tan incomprensibles como inesperados- aún no sabemos cómo afectarán. Tenemos un plan B por si fuera necesario).

En febrero se anunció la apertura de fronteras para el día 31 marzo. El Ramadán empieza el 4 de abril y nosotros nos pondríamos en marcha el 9. Luego, veintiún días para recorrer lo más agreste del país norteafricano.

Para organizar el viaje, hemos consultado todas las fuentes a nuestro alcance, tanto de viajeros como de pajareros. Y así, apuntados sobre mapa plegable Michelin, tenemos marcados, con diferentes colores, casi cuarenta puntos de interés ornitológico y rutas, de más de 250 kilómetros de longitud, por zonas no habitadas por el ser humano y de las que no tenemos ningún registro de fauna, salvo los valiosos apuntes de distribución de mamíferos.

Los acantilados interminables del Atlántico, castigados por el incesante viento; el antiguo fuerte de Bou-Jerif, por el que se accede a la pista de Plage Blanche que lleva a Tan-Tan y que corre entre el océano y las dunas; el ibis eremita en el Souss-Massa y el búho moro en Merja Zerga; gacelas y zorro famélico en el desierto, más allá del Atlas; gorrión del desierto y fenec en Merzouga; las gargantas de Todra y Dadés; macacos de Berbería en los fríos bosques de cedros… ¡Son tantos los destinos y suenan tan bien en nuestros oídos!

Será un primer raid a Marruecos, que trataremos de contaros en próximos meses. Dejamos pendiente, entre otros lugares, el Alto Atlas y el Sahara Occidental.

Despegamos en este trimestre deseando que nos acompañéis en El Vuelo del Grajo. Os recordamos que podéis suscribiros al boletín de la página y seguirnos en nuestro canal de YouTube, página en Facebook e Instagram.

Pasad la mejor de las primaveras, haced planes gloriosos y recordad siempre: ¡Jarana y tira para el monte!



Invierno 2021

Sincronizar el latir de El Vuelo del Grajo con el cambio de estaciones nos marca un calendario que nos empotra en la naturaleza.

Pensábamos que podría aportar ventajas insospechadas como por ejemplo, cambiar de año, imaginar un futuro inmediato cargado de emociones y desear un apasionante 2022 exactamente 10 días antes de que nadie, oficialmente, osase hacerlo. O transitar por cierto periodo temporal lleno de jolgorios sin tener que citarlos, se antojaba un sueño. Por no hablar del olvido voluntario de las rutinarias felicitaciones y los chistes sobre un supuesto marido de una hipotética hermana. Quizá así hubiésemos podido centrarnos en el editorial de este trimestre. Pero no pudo ser.

Nos fuimos a preparar varios reportajes a Asturias -esa zona de la península donde en una ocasión aparecieron un par de búhos nivales- con los deberes hechos. Concretamente, mal hechos. Así que ahora nos vemos invitados por la fortuna a felicitar fiestas en lugar de solsticios -con retraso incluido- y no pudiendo ocultar que los deseos son para el año entrante.

Y ya puestos a soltar obviedades temporales, vamos al turrón.

Le pedimos a María León de Castro que ilustrase nuestra portada para esta estación y como única referencia le dimos “invierno” y “migración”. Y a vuelta de correo recibimos un bando de milanos azules. Como ellos, como milanos, viajaremos. Y como ellos, como si fuéramos unos oportunistas milanos, trataremos de aprovechar todo lo que la naturaleza nos ofrece para compartir. Porque la naturaleza no da nada. Se trata de compartir con ella. O mejor aún: buscar la manera de compartir con la naturaleza y dejar de ser invitado o ladrón. Pero eso es otra historia de la que ya hablaremos.

Llevamos tres estaciones con vosotros, lectores, y hasta el momento no hemos conseguido realizar todos los temas que os proponíamos en los editoriales de nuestras portadas. Bien porque éramos demasiado ambiciosos, bien porque surgían otros temas o bien porque el tiempo da de si lo que da y no es precisamente elástico. El caso es que no hemos cumplido. Vamos a poner remedio al asunto y solo os adelantaremos en lo que estamos inmersos y algunas ideas difusas para estos meses. Si aún así no lo logramos, para el trimestre siguiente transcribiremos algún monólogo de Gila, que no tiene nada que ver, pero al menos no falla nunca.

En nuestro viajar conociendo a las mujeres que ofrecen una visión, basada en la experiencia y el conocimiento, de lo que significa naturaleza, conservación, observación y emoción, llegamos a Asturias. En Somiedo nos encontraremos con Sofía González Berdasco, pastora trashumante de vida y familia y guía de observación de la naturaleza de profesión.

Y estando en Asturias… llegamos con un mes de retraso a la cita con el Búho nival. Pero iremos a Peñas, veremos el escenario de tan magno acontecimiento y evitaremos que alguien nos cuente con detalle aquellos días de magia made in Hogwarts. Eso sí, empezaremos a planear una semana muy intensa para septiembre 2022 y el paso postnupcial por allí.

Definitivamente (creo que llevamos 9 meses amenazando con ello) en este trimestre lanzaremos la sección de fotografía. Entre otros equipos, trabajamos mucho con cámaras M4/3 y quizá sea un tema central. Pero para hacer nuestros reportajes fotográficos y vídeos, utilizamos una cantidad inmensa de trastos diversos: foto, vídeo, actioncams, estabilizadores, equipo de sonido… En nuestra cabeza, la sección tendrá pruebas, bricos, análisis y todas las cosas que tienen otros canales fotográficos, pero trataremos de enfocarlo todo a un uso ligado a la naturaleza y desde la experiencia de su uso.

¿Milanos en la portada? ¿Fotografía? ¿Y si mezclamos ambos temas? Para, chacho, que empiezas a maquinar y luego pasa lo que pasa…

Pasad un buen invierno, haced planes gloriosos y recordad siempre: ¡Jarana y tira para el monte!



OTOÑO 2021

¡JARANA!

Cuando le dábamos vueltas al proyecto que hoy conocemos como El Vuelo del Grajo, hacíamos hincapié en que los contenidos tenían que reflejar los sentimientos y sensaciones que van parejos a la observación de fauna y la inmersión en la naturaleza: emoción, diversión y pasión, mezclados con buenas dosis de investigación, aprendizaje y compromiso con la conservación. A esto había que añadir los viajes en plena naturaleza y el deseo constante de aventura. En nuestros planes ya nos íbamos encaminando hacia el overlanding, palabra de origen australiano por la que se conoce en todo el mundo la forma de viaje en la que se es autónomo y se sortean todos los obstáculos gracias a la capacidad del vehículo empleado. Con todo ello en la cabeza y bien confinados en nuestra casa, la palabra que mejor definía la futura revista digital era “¡JARANA!”, así, en mayúsculas y entre exclamaciones. Ahora con el otoño, tras dos estaciones de experiencia, casi 50 actualizaciones en la web y el formato vídeo en marcha, llega el momento de empezar a alcanzar los objetivos que nos marcábamos en un principio.

En estos meses que tenemos por delante seguiremos conociendo gente, espacios y fauna muy interesantes. Por ejemplo, os enseñaremos el que probablemente sea el mejor sitio de España para ver la berrea y observar el comportamiento de los ciervos y gamos sin que nuestra presencia (respetuosa) les afecte o modifique.

También presentaremos una pequeña película sobre Luisa Abenza, que es una de las personas más apasionantes que os podéis topar en el monte.

Javier tiene intención de meterse unos días, y sus noches, en el territorio dónde comenzó su pasión por la vida silvestre cuando tenía alrededor de diez años.

Y en el apartado de conservación, vamos a compartir unos días con la pesadilla de los silvestristas de redes en el campo y los come pajaritos fritos. Acompañaremos a los activistas de CABS durante su cacería anual de furtivos y veremos como lo hacen para quitar el sueño y destrozar el bolsillo a todos los canallas mata aves que se les ponen por delante.

Un trimestre lleno de fauna y humanos silvestres.

Y ya sabéis: ¡JARANA y tira para el monte!





Si estás interesado en nuestros contenidos síguenos Instagram, Facebook y en nuestro canal de Youtube, qué la naturaleza se mueve y suena.



VERANO 2021

Entramos en el verano y nuestra segunda portada está dedicada al ave del año: el vencejo. Con el autor de esta preciosa ilustración, José Acosta, charlaremos de dibujo, vencejos y naturaleza. Viajaremos para conocer las especies más emblemáticas de la ruta transpirenaica y llegaremos a observar y narrar el paso postnupcial de aves. Pasearemos por los piornales de alta montaña con sus canchales, roquedos y prados. El vencejo y su primo el avión serán los insectívoros de honor en este periodo donde se recogen la fruta y el grano. Celebraremos el éxito de la renaturalización del Río Manzanares a su paso por Madrid y dedicaremos unas líneas a las aves de ciudad. No nos olvidamos de algunos asuntos pendientes y abriremos las secciones de fotografía y hides.

Estos meses nos encontraremos con la segunda de tres mujeres que completan un amplio reportaje sobre ‘Mujer, conservación y mundo rural’, que extenderemos hasta invierno de 2021 y que traerá muchas sorpresas. En primavera conocimos a Luisa Abenza, ahora le toca el turno a Lorena Juste.

Vamos a ampliar también nuestras secciones de álbum de campo y biblioteca y en cuanto a la buena vida y educación ambiental tendremos dos pequeñas protagonistas llamadas Pepa y Cata.

Seguimos trabajando y queremos seguir haciéndolo a través de nuestra web y redes sociales, así que no te olvides de suscribirte al boletín, seguirnos en Facebook e Instagram y permanecer atento a nuestra pantalla de Youtube, dónde empezaremos a subir vídeos muy interesantes. Tú nos das impulso.

Sanjuanada venida, primavera ida. Así que ¡Feliz verano!

Ahora, sal.

PRIMAVERA 2021

Como no podía ser de otra manera, en esta nuestra primera estación viajaremos hasta las riberas del río Órbigo -León- para conocer las últimas colonias reproductoras de graja en España. Charlaremos con Nacho Sevilla, autor de la graja que ilustra la portada de esta primera estación. Hablaremos, andaremos y conoceremos a Luisa Abenza, autora de Aves que dejan Huella y carismática rastreadora de fauna silvestre. Sin dejar el mundo del rastreo, Paco García nos enseñará cómo (quizá, con suerte) poder observar nutrias. El mismo biólogo nos dará su opinión sobre el fastconocimiento, internet y las redes sociales. En Madrid, conoceremos a Arantza Leal y Carlos Ponce, guardianes de los halcones peregrinos de la capital, y conoceremos el trabajo de seguimiento de tan excepcionales rapaces urbanas. Sin salir de la capital, charlaremos con Aitor Galán, uno de los ornitólogos más infatigables y sostenibles: se patea la Comunidad viajando en trasporte público; humedales, estepas o urbano, todos los ecosistemas le atraen; además, cada vez tiene una visión más íntima y personal de su relación con la fauna.

¿Cómo hacer para que un viaje de NO-observación se convierta en uno de se hace lo que se puede? Ese es el argumento de Melilla Express. En la sierra de Madrid os situaremos en uno de los más impresionantes puntos para ver a los buitres, negros y leonados, en toda su gloria. Unos esbozos de los espacios del Pardo y Las Villuercas, dónde se encuentra Las Lucías, alojamiento mágico dónde los observadores son muy bien recibidos.

Pisamos el terreno de la fotografía con Antonio Liébana, que nos presentará su reciente libro El fotógrafo de fauna. Sin salir del mundo de la imagen, probaremos el flamante, potente y muy esperado objetivo 150-400mm +1,4x f4.5 de Olympus. Os contaremos, además sobre algunos libros de nuestra biblioteca y asistiremos al IV encuentro Naturewach.

Ah, y presentaremos a La Grajilla, el miembro mecánico del equipo de los Grajos.

Esto y mucho más es lo que tenemos previsto para nuestros primeros tres meses de vuelo. Esperamos que lo disfrutéis.

Ahora, sal.